Por Manolo Pichardo
No cabe duda de que el presidente Leonel Fernández recibió el respaldo de la mayoría del pueblo dominicano para que repitiera en la conducción del Estado por su magnífico desempeño durante la gestión que finaliza en agosto próximo. Sus promesas de campaña, en el sentido de que recuperaría la economía, generaría empleos y atraería inversión extranjera, fueron cumplidas.
Las promesas para este período consistieron en consolidar los logros alcanzados durante esta administración y producir una revolución social que abra oportunidades y que sirva para construir una sociedad incluyente en la que el ingreso sea mejor distribuido. Pero el panorama internacional es cada vez más brumoso y en un mundo con economías interdependientes la bruma tocará nuestro suelo de forma inevitable. Es por ello que ya comienza a plantearse que los objetivos del milenio no serían alcanzados en los plazos previstos en ningún país.
El alto precio del barril del petróleo, producto de la devaluación del dólar, que a su vez es consecuencia del proceso recesivo que experimenta la economía estadounidense y de la alta demanda de países inmensos que no sacian su sed de combustibles, frenará el crecimiento de la economía mundial.
La crisis alimentaria producida, entre otras cosas, por los modelos agroenergéticos creados para mitigar el impacto negativo que generan los altos precios de los combustibles fósiles, es un elemento que se añade para entrar en esta especie de círculo vicioso que podría crear una hambruna planetaria. Es necesario del concurso de los dominicanos que colocan por encima del interés político, el nacional, para que sumen esfuerzos que eviten la interrupción del crecimiento con desarrollo.
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