Listín Diario 27/11/2009.-
La crisis que arropa al planeta se incubó y estalló en Estados Unidos. Luego de la caída del muro de Berlín como símbolo del colapso del socialismo real, occidente se embutió en la arrogancia apostando a un mundo unipolar llevado de la mano de un liberalismo económico que hacía al capitalismo más voraz y salvaje, confiando en que la mano invisible de Adam Smith sustituiría al Estado para acomodar hasta los caprichos del sistema en aras de su correcto funcionamiento.
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El Consenso de Washington fue una plataforma para impulsar estas renovadas ideas. Y como instrumentos de éste, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo recorrieron el planeta para implementar las reformas estructurales que achicarían el Estado y limitarían la implementación de políticas sociales.
La consigna parecía ser: ¡Viva el capital que el socialismo ha muerto! Se echaron a andar las políticas desarrollistas basadas en el crecimiento económico con incremento de la pobreza.
Nos consolidamos como el continente más desigual a pesar de no ser el más pobre. Entonces el discurso social, enterrado, maltrecho, oxidado y ridiculizado, se levantó, y la clase media que empobreció y los pobres que se hicieron indigentes, compraron el mensaje, para por la vía electoral, canalizar sus deseos de un Estado sensible que pusiera en primer plano al ser humano.
La esperanza fue a las urnas y los partidos progresistas y de izquierda arroparon, desde los gobiernos, la geografía de América Latina. Por primera vez terminaba en nuestro hemisferio la era de los procónsules. Los conservadores estadounidenses no podían admitir esto, entonces se produce el ensayo en Honduras y el acuerdo para la instalación de siete bases militares en suelo colombiano, con el pretexto del combate al narcotráfico, cuando el gobierno de Uribe se jacta en decir que le está ganando la batalla al terrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), al paramilitarismo y al narcotráfico.
Es justo decir también que la pavura toca a Estados Unidos ante el anuncio de posible enriquecimiento de uranio en el continente, una noticia que junto a gritos de guerra e inusuales compras de armas, crispa a muchos.
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El Consenso de Washington fue una plataforma para impulsar estas renovadas ideas. Y como instrumentos de éste, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo recorrieron el planeta para implementar las reformas estructurales que achicarían el Estado y limitarían la implementación de políticas sociales.
La consigna parecía ser: ¡Viva el capital que el socialismo ha muerto! Se echaron a andar las políticas desarrollistas basadas en el crecimiento económico con incremento de la pobreza.
Nos consolidamos como el continente más desigual a pesar de no ser el más pobre. Entonces el discurso social, enterrado, maltrecho, oxidado y ridiculizado, se levantó, y la clase media que empobreció y los pobres que se hicieron indigentes, compraron el mensaje, para por la vía electoral, canalizar sus deseos de un Estado sensible que pusiera en primer plano al ser humano.
La esperanza fue a las urnas y los partidos progresistas y de izquierda arroparon, desde los gobiernos, la geografía de América Latina. Por primera vez terminaba en nuestro hemisferio la era de los procónsules. Los conservadores estadounidenses no podían admitir esto, entonces se produce el ensayo en Honduras y el acuerdo para la instalación de siete bases militares en suelo colombiano, con el pretexto del combate al narcotráfico, cuando el gobierno de Uribe se jacta en decir que le está ganando la batalla al terrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), al paramilitarismo y al narcotráfico.
Es justo decir también que la pavura toca a Estados Unidos ante el anuncio de posible enriquecimiento de uranio en el continente, una noticia que junto a gritos de guerra e inusuales compras de armas, crispa a muchos.
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