Por J C Manole
Los principales clubes mayoristas estadounidenses, Cotsco y Sam Club, aumentaron el precio del arroz y lo racionan. En Washington Heights vendían 12 plátanos por dólar, hoy dos cuestan eso. Aquí, gracias a Dios, podemos pagar. Según el Banco Mundial, unos 100 millones de terecermundistas pueden morir de hambre mientras se estabiliza el juego de escasez, oferta, demanda y reajuste en los precios de alimentos.
Y en 37 países se vaticinan estallidos sociales motivados por el hambre, como en Haití. En la cúspide del crecimiento económico y avance científico-tecnológico humano, el hambre amenaza el planeta. Y comenzó en tiempos de “vacas gordas”, ahora llegan las “vacas flacas”. Algunos predicen un tsunami, otros una tormenta perfecta. El espectro de la hambruna se cierne sobre la faz de la tierra. Esta primera gran crisis de la globalización nació de los subsidios a los agricultores estadounidenses y europeos, que inundaron el mundo con productos baratos, quebrando a los productores locales.
Ahora no tenemos producción local, y ellos decidieron no vendernos los alimentos, le venden a la industria del etanol que paga más. Los fertilizantes, insumos, equipos y combustibles subieron de precio, la comida barata desapareció para siempre del planeta. Otros factores influyen. Trastornos atmosféricos diezmaron la producción de trigo en Australia y arroz en Asia. En 120 días, el arroz aumentó 141%, el trigo 130% y la soya 87%.
Los chinos e hindúes viven bonanza económica, demandan mucho más alimentos. Solamente los aumentos petroleros triplican los precios de los comestibles. Estimular el cultivo local, colectivo o individual, es la única salida. Subsidios estadounidenses y europeos crearon esta crisis, pretender contenerla con subsidios tercermundistas, denota un desesperado oportunismo populista. Y, como diría Orwell, es una idea tan estúpida, que sólo se le puede ocurrir a un intelectual.
Publicado en el Periódico Listín Diario el 30 de abril de 2008
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