Lo ocurrido en una comunidad de Baní el pasado martes pone los pelos de punta. Siete personas fueron asesinadas y las autoridades policiales atribuyen el hecho a pleitos propios de narcotraficantes. Los muertos son de nacionalidades distintas, como ocurrió con la banda encabezada por dos cubano- estadounidenses que estafaron al seguro social del gigante del norte con más de 100 millones de dólares, acción en la que se implica a personas nacidas en países diferentes.
Últimamente cuando se desmantela un grupo de mafiosos no importa en qué lugar del mundo se produzca el hecho, sale a relucir su carácter internacional. Los esquemas habituales de estas “ordas” de malhechores para cometer sus crímenes son cada vez menos descifrables, pues ya no se trata de los conocidos métodos sicilianos, rusos, chinos, colombianos, sino una mezcla de todo que se abre paso por el planeta.
Y es que la Aldea Global no la es sólo porque se mueven los capitales, la fuerza laboral, las mercancías y la cultura, la es también porque el crimen organizado debe la consolidación de su internacionalización a esta plataforma que construye día a día el avance de las tecnologías de la comunicación y la información.
Y es que al contrabando de drogas, trata de blancas, lavado de dinero, asalto a mano armada y a cualquier tipo de delito primitivo, se le añaden los informáticos, que por demás, contribuyen con la sofisticación de los tradicionales, haciéndolos más complejos y difícil de perseguir.
Pues bien, como la tecnología está y estará de forma inevitable al servicio de la delincuencia, y esta ha derivado en empresas con tentáculos a nivel internacional, se hace necesario dotar de instrumentos modernos a los organismos que luchan en su contra, además de buscar el concurso de los países que de alguna manera se vean afectados por las acciones de estos capos que cada vez más permean las instituciones creadas para combatirles.
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