Por Diógenes Céspedes
La potencia más grande de la Tierra, la que logró la implantación del capitalismo a escala planetaria, comenzó el mismo trayecto de la URSS
A principio de septiembre la candidatura de Barack Obama a la presidencia estaba en un hilo y el efecto mediático de Sarah Palin llevó al anciano John McCain, de 73 años, a igualar en las encuestas al candidato demócrata, luego de haberse congelado su irresistible ascensión cuando el malestar por no haber escogido a Hillary Clinton como compañera de fórmula causó un tremendo disgusto en las filas de la senadora de Nueva York.
En AREÍTO del 20 de septiembre pasado escribí que la profecía del poeta Manuel del Cabral de que habría un presidente negro en los Estados Unidos, se encontraba en un hilo y que solo un milagro podía salvarla. ¿Cuál era ese milagro? Que “la recesión–decíamos– se desboque, como apunta a hacerlo, hasta 2009 y que la situación sea tan inmanejable para Busch, que el electorado todavía indeciso, incline la balanza. Pero al parecer la mayoría de la población desea salir del modelo neoliberal.
La recesión llegó el día de la caída espectacular de Wall Street y las demás bolsas de valores del planeta. Ahí mismo concluyó el modelo neoliberal que abogó desde Reagan y los Bush por la libertad absoluta del mercado y cero regulación e intervención del Estado en la economía. Bush hijo y su grupo entraron en pánico y olvidaron su ideología neoliberal. Forzaron a un Congreso timorato dominado por los demócratas a darle al Presidente 750.000 millones de dólares para que los ejecutivos y dueños de los bancos de inversión e hipotecas que quebraron por mala administración, vuelvan a ser más ricos con el dinero de los contribuyentes.
A diez días de las elecciones pautadas para el 4 de noviembre próximo, a McCain le ha caído, con el desastre financiero y los errores de la guerra de conquista petrolera de Irak y Afganistán, todo el gas morado de la ineficiencia de Bush, aunque no le ha tocado, para sufragar su campaña, ningún beneficio económico de la enorme fortuna acumulada por los grupos que controlan la guerra y el petróleo –en primer lugar el de Cheney-Busch y compartes– y ahora que se hunde el barco, le abandonan, le dejan solo y su descenso en las encuestas llega al 21 por ciento de la preferencia del electorado.
Con este fracaso estruendoso, fracasa también el modelo ideológico de los intelectuales neoconservadores que se escudaron, Paul Wollfowitz en primera fila como jefe, detrás de Leo Strauss para imponer por la violencia una teoría cultural y literaria“light” y derrotar desde el Estado a los sectores multiculturalistas, artísticos, homosexuales, proaborto, femenistas y universitarios que se opusieron al neoliberalismo y su irresponsable ley del mercado y a las aventuras guerreristas. Los “tanques pensantes” de las grandes corporaciones industriales y financieras, agazapados en fundaciones y universidades conservadoras son también los grandes derrotados en esta lucha entre intelectuales de pensamiento débil, por repetitivo, e intelectuales críticos, como Noam Chomsky, Mark Miller y todos los que combatieron y denunciaron el fraude electoral cometido por los republicanos en las dos elecciones “ganadas” por Bush con la trampa de la compañía informática Diebold, denunciada y probada en el libro de Miller “El perdedor se lo llevó todo”.
En este contexto, solo un aborto de la naturaleza es capaz de impedir que la profecía del poeta Del Cabral se cumpla. Por ejemplo, un fraude selectivo como el ejecutado por la Diebold a favor de Bush en determinados condados claves; un atentado atribuido a Irán o el asesinato de Obama, parecido al de Martin Luther King, los hermanos Kennedy y Malcom X y que, de inmediato, el poder del Estado a través de sus instancias declaren que el asesino fue un loco, un fanático o un perturbado mental que había estado antes en manos de siquiatras o en un manicomio.
Ante ardid tan socorrido, usado incluso en el intento de asesinato de Ronald Reagan o de un artista contestatario como John Lenon, la crédula sociedad norteamericana sigue su vida indiferente y no se inmuta a menos que vea una amenaza real al triángulo de su felicidad de más de 150 años: trabajo, placer y consumo.
Ahora sí hay jaleo con la crisis que hundió a Wall Street y los bancos hipotecarios y de inversión; ahora está en peligro no solo el triángulo de la felicidad de millones de hombres y mujeres estadounidenses, sino la tetralogía nihilista que mantiene en funcionamiento el modelo económico-cultural llamado neoliberalismo: el consumismo, el hedonismo, el relativismo y la permisividad, enhebrados por el materialismo, según Enrique Rojas en su libro “El hombre light. Una vida sin valores”.
Contrariamente a los ciudadanos romanos que sabían que las riquezas, las fiestas del Circo Máximo y los esclavos que poseían eran el resultado de las guerras de conquista emprendidas por su Imperio, del cual estaban orgullosos, los habitantes de los Estados Unidos ignoran que su país es un imperio desde finales del siglo XIX y que la felicidad que han disfrutado durante más de un siglo se debe a las guerras de conquista emprendidas desde 1898 y luego al control político y económico del mundo después de la Segunda Guerra Mundial. El norteamericano promedio solo mastica ideologías y mitos y cree que el bienestar de su país se debe a su lucha por la libertad donde quiera que esta se encuentre en peligro para la democracia y los intereses de los Estados Unidos y no a la pujanza del comercio, la industria, la ciencia, la educación, las exportaciones.
Ante esta crisis, parecida a la de la ex Unión Soviética y sus aliados socialistas, que se derrumbaron sin disparar un tiro y sin que ninguna potencia extranjera les invadiera, el habitante promedio de aquellas naciones ignoraba que tarde o temprano la ausencia del cálculo en su economía planificada y el mortal partido único serían los responsables de aquel desastre. Ahora los norteamericanos ignoran que su potencia, la más grande de la tierra y que logró el milagro marxista de la implantación capitalista a escala planetaria, ha comenzado el mismo trayecto de Roma y la ex Unión Soviética.
Ni siquiera un atentado o el asesinato de Obama detienen esa caída en picada, sino que semejante acción es susceptible de acelerar la crisis a través de una segunda guerra civil, teñida esta vez de colores, y no entre esclavistas e industrialistas. Obama vendría a ser, como Presidente negro, una especie de Dioclesiano en medio de las briznas del imperio: un preparador del tránsito de un modelo esclavista hacia un modelo de servidumbre (hombre-tierra) que abrió el camino a la Edad Media y posteriormente al capitalismo mercantil. Obama sería un preparador del fracaso del imperio y su última aventura neoliberal hacia otro modelo desconocido, una X, una incógnita. En Roma la agonía de ese tránsito duró cuatro siglos. Como surgieron del imperio de Dioclesiano las repúblicas, pequeños reinos y principados italianos entre el Medioevo y el siglo XIX, asimismo es probable que de ese tránsito agónico de los Estados Unidos surjan muchos reinos de taifa.
Tomado del suplemento Areíto del periódico Hoy el sábado 25 de octubre de 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario