Por Manolo Pichardo
La Betancourt fue liberada por el Ejército colombiano después de años en cautiverio a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, un grupo guerrillero desacreditado ante la opinión pública mundial por los secuestros a individuos que nada tienen que ver con el conflicto (si es que hay alguno) que les tiene levantados en armas. El único y más antiguo grupo irregular armado del continente, no entendió a sus pares colombianos que se acogieron a acuerdos de paz y se integraron a la vida democrática logrando relativos éxitos. Tampoco fueron capaces de entender a sandinistas y farabundistas que, aunque en algún momento de la Guerra Fría tomaron el camino de las armas porque no tenían otro más que ese, hoy son partidos que, sin abandonar sus principios revolucionarios, participan en el esquema electoral que llevó al Frente Sandinista al poder y que llevará en el próximo torneo electoral salvadoreño a Frente Farabundo Martí.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, en aras de contribuir con el fin del conflicto armado en Colombia, hizo extraordinarios esfuerzos para que los rehenes en manos de las FARC fueran liberados. Con estas gestiones al grupo guerrillero se le abría la oportunidad de limpiar su imagen poniendo en libertad a todos los cautivos. La comunidad internacional, por todos los medios, lo exigía, pero los rebeldes trancaron el juego y pusieron a Chávez en una situación incómoda que le obligó a pedir la liberación de todos sin condiciones; incluso fue más lejos al decir que el grupo insurgente es una expresión del pasado. Luego el presidente Correa, de Ecuador, repetiría lo mismo al condenar los desfasados métodos de lucha de estos guerrilleros. Con el rescate de Betancourt y los demás rehenes la insurgencia colombiana recibe un duro golpe que posiblemente le llevará a la derrota definitiva para bien de ese hermoso país e incluso de la izquierda que podrá crecer sin esta afrenta que le ha empedrado el camino al poder.
Publicado en el Listín Diario el 6 de julio de 2008
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