Por Manolo Pichardo
Listín Diario 08/04/2009.-
Ganó Mauricio Funes y con su victoria la Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, pasa a ser, tras cuatro lustros de gobierno, la principal fuerza de oposición. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, postulante de la candidatura del ahora presidente electo, coloca a El Salvador en el mapa de los partidos progresistas que van asumiendo el poder en todo el continente.
Ni Estados Unidos han escapado a la ola que viene sepultando al capitalismo salvaje con su estela de desigualdades, sembradas a base del egoísmo y la falta de solidaridad propia del darwinismo económico. El continente, víctima de las riquezas mal repartidas, en donde se incubó el germen de la izquierda, avanza por la vía democrática sin las confrontaciones de la Guerra Fría y consciente de que los cambios que promueve hoy día no pueden darse al margen del capital, sino que éste debe rociar su savia con más equidad, de modo que el hambre, el difícil acceso a los servicios de salud y educación, la falta de oportunidades, el desempleo y todo lo que contribuye a que los excluidos se cuenten por cantidades preocupantes, toque fondo.
De Norte a Sur y de Sur a Norte, América, ya con pocas excepciones, decidió construir su propio destino forzando a vecinos poderosos a respetar su agenda y decisiones. La ola no sólo hizo agachar a antiguos agresores sino que, en el marco de su realidad, se montan en el carro, seguros de que nuestras sociedades, ricas o pobres, no podían continuar en la carrera por el lucro, el afán de acumular riquezas de forma desmedida sin que se sucumbiera, sin que el sistema colapsara y despertáramos en la más insondable de las incertidumbre.
Obama, con la promoción de su cambio, giró a la izquierda; Mauricio asestó otro golpe a la derecha para que las fuerzas conservadoras no sigan maquinando en contra de las mayorías, de los desprotegidos, de las víctimas de los desenfrenados acumuladores de riquezas.
Ni Estados Unidos han escapado a la ola que viene sepultando al capitalismo salvaje con su estela de desigualdades, sembradas a base del egoísmo y la falta de solidaridad propia del darwinismo económico. El continente, víctima de las riquezas mal repartidas, en donde se incubó el germen de la izquierda, avanza por la vía democrática sin las confrontaciones de la Guerra Fría y consciente de que los cambios que promueve hoy día no pueden darse al margen del capital, sino que éste debe rociar su savia con más equidad, de modo que el hambre, el difícil acceso a los servicios de salud y educación, la falta de oportunidades, el desempleo y todo lo que contribuye a que los excluidos se cuenten por cantidades preocupantes, toque fondo.
De Norte a Sur y de Sur a Norte, América, ya con pocas excepciones, decidió construir su propio destino forzando a vecinos poderosos a respetar su agenda y decisiones. La ola no sólo hizo agachar a antiguos agresores sino que, en el marco de su realidad, se montan en el carro, seguros de que nuestras sociedades, ricas o pobres, no podían continuar en la carrera por el lucro, el afán de acumular riquezas de forma desmedida sin que se sucumbiera, sin que el sistema colapsara y despertáramos en la más insondable de las incertidumbre.
Obama, con la promoción de su cambio, giró a la izquierda; Mauricio asestó otro golpe a la derecha para que las fuerzas conservadoras no sigan maquinando en contra de las mayorías, de los desprotegidos, de las víctimas de los desenfrenados acumuladores de riquezas.
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