05/08/2009.-El movimiento palestino Fatah celebra desde ayer, en Belén, su 6º Congreso, el primero en los últimos 20 años. ¿Por qué ahora? Sencillamente, porque no es posible aplazar por más tiempo una renovación interna cuyo retraso ha favorecido el enquistamiento del que se ha beneficiado Hamás. Los líderes históricos de Fatah, Yasir Arafat y Faisal Huseini, ambos fallecidos hace años, siguen figurando al frente del Comité Central para el que fueron elegidos en 1989: todo un símbolo de ese enquistamiento.
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El movimiento nunca pudo, o prefirió eludir, la celebración del Congreso, que según los estatutos debe tener lugar cada cinco años. A comienzos de los años noventa Arafat alegó que las negociaciones de paz iniciadas en la conferencia de Madrid (y que desembocaron en los acuerdos de Oslo en 1993) no aconsejaban un debate sobre el liderazgo. Más tarde, en el año 2000, estalló la segunda Intifada. Tampoco era el momento oportuno. En 2006 Hamás cosechó un triunfo demoledor en Gaza, en parte por la flagrante división interna de Al Fatah (con varios candidatos disputándose los mismos distritos) y también por el descrédito asociado a los comportamientos corruptos de algunos dirigentes.
En mayo, el presidente Mahmud Abbas visitó a su homólogo Barack Obama en Washington, y el inquilino de la Casa Blanca vino a decirle que debían prepararse las condiciones para negociar un acuerdo político con Israel. Para ello resulta imprescindible que el mandatario palestino ponga orden en su propio partido, un nudo de redes clientelares y lealtades personales a caciques tradicionales.
Porque sin ese revolcón interno que renueve la dirección -que probablemente será parcial- es muy improbable que Al Fatah pueda recuperar el prestigio perdido mientras sus rivales islamistas de Hamás siguen compaginando la actividad terrorista con la organización de la asistencia social (en escuelas, centros de salud, redes sociales), en una combinación que atrae a amplios sectores de la juventud. Sin un nuevo cónclave que renueve su liderazgo, el partido hegemónico de la resistencia palestina desde hace casi 50 años no podrá competir con garantías de victoria en unas eventuales elecciones frente a Hamás. Y sin ese triunfo, o sin un acuerdo con los islamistas que se ve poco probable, lo sabe bien Obama, su proyecto para Oriente Próximo difícilmente tendrá éxito.
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El movimiento nunca pudo, o prefirió eludir, la celebración del Congreso, que según los estatutos debe tener lugar cada cinco años. A comienzos de los años noventa Arafat alegó que las negociaciones de paz iniciadas en la conferencia de Madrid (y que desembocaron en los acuerdos de Oslo en 1993) no aconsejaban un debate sobre el liderazgo. Más tarde, en el año 2000, estalló la segunda Intifada. Tampoco era el momento oportuno. En 2006 Hamás cosechó un triunfo demoledor en Gaza, en parte por la flagrante división interna de Al Fatah (con varios candidatos disputándose los mismos distritos) y también por el descrédito asociado a los comportamientos corruptos de algunos dirigentes.
En mayo, el presidente Mahmud Abbas visitó a su homólogo Barack Obama en Washington, y el inquilino de la Casa Blanca vino a decirle que debían prepararse las condiciones para negociar un acuerdo político con Israel. Para ello resulta imprescindible que el mandatario palestino ponga orden en su propio partido, un nudo de redes clientelares y lealtades personales a caciques tradicionales.
Porque sin ese revolcón interno que renueve la dirección -que probablemente será parcial- es muy improbable que Al Fatah pueda recuperar el prestigio perdido mientras sus rivales islamistas de Hamás siguen compaginando la actividad terrorista con la organización de la asistencia social (en escuelas, centros de salud, redes sociales), en una combinación que atrae a amplios sectores de la juventud. Sin un nuevo cónclave que renueve su liderazgo, el partido hegemónico de la resistencia palestina desde hace casi 50 años no podrá competir con garantías de victoria en unas eventuales elecciones frente a Hamás. Y sin ese triunfo, o sin un acuerdo con los islamistas que se ve poco probable, lo sabe bien Obama, su proyecto para Oriente Próximo difícilmente tendrá éxito.
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