Listín Diario 05/02/2010.-
El acuerdo firmado entre Leonel Fernández y Porfirio Lobo, presidente dominicano y mandatario electo de Honduras, permitió una salida a la crisis creada a raíz del golpe de Estado dado a Zelaya por sectores conservadores hondureños y estadounidenses.
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Recordemos que Leonel supo ponerse en el lugar que demandaba la democracia, condenando el golpe y reclamando en nombre de la comunidad internacional, la reposición del Presidente derrocado, cuestión que no ocurrió por la incapacidad de la OEA para revertir el proceso que devino en un gobierno de facto y la indiferencia de una ONU irrespetada y burlada, cuestión que debe poner al liderazgo mundial a repensar estas entidades que sólo han sido útiles para legitimar intervenciones militares, que en muchos casos buscaban impedir el fortalecimiento del sistema democrático en países que cometieron el error de definir su propio destino.
El gobernante dominicano buscó de forma inteligente la salida a una crisis que no evolucionaba manteniendo en cautiverio a Zelaya, quien encontró en ella la manera más digna de salir de su encierro en la embajada brasileña. Sin embargo, preocupa que el ensayo de los sectores más conservadores de los Estados Unidos y Honduras haya prosperado, porque en lo adelante se podrían producir golpes de Estado “limpios”, legitimados por procesos electorales viciados, encaminados a perpetuar en el poder a golpistas y titiriteros.
En ese orden, pienso que si la democracia sigue surcando los suelos de América Latina lejos de la órbita estadounidense, nuestras oligarquías procurarán, de la mano de los halcones que amarran a Obama, repetir la exitosa experiencia hondureña.
Pero no había salida. Ante la consolidación del golpe por la incapacidad de una contundente respuesta interna, la debilidad de una comunidad internacional que develó su inoperancia y un país sufriendo los daños del aislamiento económico y diplomático, la jugada del presidente Fernández fue oportuna y estuvo a tono con el liderazgo regional que viene ejerciendo.
Consumado el hecho, Lobo, antiguo militante de izquierda de fuertes vínculos con el FSLN, ha declarado, tras su juramentación como jefe de Estado, que Honduras no volverá al ALBA porque esta entidad es enemiga de Estados Unidos. Con esta declaración despeja cualquier duda a los sectores conservadores de su país que apostaron a la farsa electoral, con lo que busca blindar su nobel gobierno de una nueva aventura cívico-militar de orientación extranjera, porque él sabe que, abierta la brecha ningún disidente que muestre signos de debilidad, estará seguro.
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Recordemos que Leonel supo ponerse en el lugar que demandaba la democracia, condenando el golpe y reclamando en nombre de la comunidad internacional, la reposición del Presidente derrocado, cuestión que no ocurrió por la incapacidad de la OEA para revertir el proceso que devino en un gobierno de facto y la indiferencia de una ONU irrespetada y burlada, cuestión que debe poner al liderazgo mundial a repensar estas entidades que sólo han sido útiles para legitimar intervenciones militares, que en muchos casos buscaban impedir el fortalecimiento del sistema democrático en países que cometieron el error de definir su propio destino.
El gobernante dominicano buscó de forma inteligente la salida a una crisis que no evolucionaba manteniendo en cautiverio a Zelaya, quien encontró en ella la manera más digna de salir de su encierro en la embajada brasileña. Sin embargo, preocupa que el ensayo de los sectores más conservadores de los Estados Unidos y Honduras haya prosperado, porque en lo adelante se podrían producir golpes de Estado “limpios”, legitimados por procesos electorales viciados, encaminados a perpetuar en el poder a golpistas y titiriteros.
En ese orden, pienso que si la democracia sigue surcando los suelos de América Latina lejos de la órbita estadounidense, nuestras oligarquías procurarán, de la mano de los halcones que amarran a Obama, repetir la exitosa experiencia hondureña.
Pero no había salida. Ante la consolidación del golpe por la incapacidad de una contundente respuesta interna, la debilidad de una comunidad internacional que develó su inoperancia y un país sufriendo los daños del aislamiento económico y diplomático, la jugada del presidente Fernández fue oportuna y estuvo a tono con el liderazgo regional que viene ejerciendo.
Consumado el hecho, Lobo, antiguo militante de izquierda de fuertes vínculos con el FSLN, ha declarado, tras su juramentación como jefe de Estado, que Honduras no volverá al ALBA porque esta entidad es enemiga de Estados Unidos. Con esta declaración despeja cualquier duda a los sectores conservadores de su país que apostaron a la farsa electoral, con lo que busca blindar su nobel gobierno de una nueva aventura cívico-militar de orientación extranjera, porque él sabe que, abierta la brecha ningún disidente que muestre signos de debilidad, estará seguro.
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