Listín Diario 19/02/2010.-
Viva Leroy Nash murió a los 94 años en una cárcel de Arizona en la que pasó gran parte de su vida huyendo de una sentencia que le empujaba a la puerta de la parca, que finalmente lo atrapó en la desembocadura del ocaso biológico que construyen los dioses y la naturaleza. Ya estaba ciego y sordo, apenas podía moverse, pero la justicia estadounidense no le perdonó sus acometidas sangrientas, sus reiterados pasos hacia el asesinato, porque su reinserción en la sociedad ponía en riesgo a todos.
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Y es que Arizona no le permitió derrotar a la ley como la derrotan en este país los delincuentes con perfiles de piratas y los que tienen patente de corso, para, administrándola con toga y birrete, ponerla como escudo a delincuentes de a pie, a delincuentes uniformados, a delincuentes del poder político, a narco delincuentes y toda suerte de escoria social que se ríe del Código Procesal Penal, de la desidia de Subero Issa y encuentra abrevadero en los tribunales de San Cristóbal.
Andamos patas arriba. Todo está penetrado por el “tigueraje” como ha dicho el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, porque ni La Iglesia escapa a este gran estercolero levantado sobre los escombros de Duarte, Hostos, Bosch y una pléyade de hombres y mujeres que dejaron estelas prístinas, lejos de las máculas y los hedores que siembran los oportunistas de entrañas putrefactas, los “tígueres” que lo compran y venden todo, desde sentencias hasta cargos públicos y puestos electivos.
Los que no orbitan en torno a las mafias del sistema, son bufones, simples bufones raídos en la vergüenza de su entereza; excluidos, marginados de la gleba y los castillos; excluidos, fuera del mercado y de los puertos, porque estorban, porque son luz y transparencia.
Viva Leroy Nash, no tuvo la suerte de ser dominicano, pues aquí, con sus crímenes a cuestas, como los violadores sexuales, ladrones, evasores de impuestos y crápulas de toda índole, fuera un hombre próspero y popular, con su nombre en una boleta electoral o una curul asegurada, titulares en primeras planas; en fin, todo un Gran Señor, respetado por el pueblo, el no tan pueblo y los otros, porque además de patas arriba nos tienen manos arriba en un callejón sin salida.
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Y es que Arizona no le permitió derrotar a la ley como la derrotan en este país los delincuentes con perfiles de piratas y los que tienen patente de corso, para, administrándola con toga y birrete, ponerla como escudo a delincuentes de a pie, a delincuentes uniformados, a delincuentes del poder político, a narco delincuentes y toda suerte de escoria social que se ríe del Código Procesal Penal, de la desidia de Subero Issa y encuentra abrevadero en los tribunales de San Cristóbal.
Andamos patas arriba. Todo está penetrado por el “tigueraje” como ha dicho el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, porque ni La Iglesia escapa a este gran estercolero levantado sobre los escombros de Duarte, Hostos, Bosch y una pléyade de hombres y mujeres que dejaron estelas prístinas, lejos de las máculas y los hedores que siembran los oportunistas de entrañas putrefactas, los “tígueres” que lo compran y venden todo, desde sentencias hasta cargos públicos y puestos electivos.
Los que no orbitan en torno a las mafias del sistema, son bufones, simples bufones raídos en la vergüenza de su entereza; excluidos, marginados de la gleba y los castillos; excluidos, fuera del mercado y de los puertos, porque estorban, porque son luz y transparencia.
Viva Leroy Nash, no tuvo la suerte de ser dominicano, pues aquí, con sus crímenes a cuestas, como los violadores sexuales, ladrones, evasores de impuestos y crápulas de toda índole, fuera un hombre próspero y popular, con su nombre en una boleta electoral o una curul asegurada, titulares en primeras planas; en fin, todo un Gran Señor, respetado por el pueblo, el no tan pueblo y los otros, porque además de patas arriba nos tienen manos arriba en un callejón sin salida.
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