Cuando EEUU y Gran Bretaña celebraban, como cabezas y campeones del capitalismo, el triunfo del sistema que sustituyó al feudalismo y que no pudo ser desplazado por el Socialismo Científico, jamás imaginaron que en esa victoria y el diseño de una plataforma económica y comercial pensada para imponer la hegemonía absoluta, estaría el germen, que como implosión, aceleraría el declive de EEUU.
Todo comenzó con el derrumbe del muro berlinés. A partir de entonces una sola voz se impondría en la ONU, en el Banco Mundial, en el FMI; en fin, la euforia del triunfo lo copó todo y el capital, eje central del sistema, se enseñoreó sobre el Estado y sobre la sociedad y las necesidades de las mayorías, porque el individuo como tal no era importante sino el mercado con todo y el cuento aquel de Adam Smith y la mano invisible que de manera natural ajustaría las cosas para que las riquezas no se concentraran en un solo lado.
Todo les parecía a pedir de boca. Entonces debían abatirse las fronteras arancelarias, porque los industrializados bajo este esquema tendrían a su merced a los consumidores de los países pobres, en vías de desarrollo o emergentes.
El plan resultaría una maravilla que arrastraría al mundo de los compradores incluso a la antigua URSS.
Pero los emergentes, los que afanan por encontrar la vía del desarrollo: los pobres, aprovecharon su condición para ser atractivos en medio de un mundo de economías y mercados abiertos. Ocurrió que la voracidad de los mercados abrió la puerta de la competencia, y tras ellas, encontraron mano de obra barata que provocó la estampida de capitales y fábricas hacia aquellas economía débiles.
Falló el plan y los tradicionales exportadores se han convertido en importadores; los grandes exportadores son los emergentes. Ahora EEUU, para mantener su nivel de consumo, como no produce las riquezas para ello, se endeuda y emite dinero inorgánico, y China, el receptor de inversiones estadounidenses y europeas que ya había desplazado a Alemania como tercera economía del mundo, desplaza a Japón como segunda.
Durante el segundo trimestre de este año, según algunos cables de prensa, se produjo el desplazamiento, pues el PIB chino alcanzó US$1,337 billones contra 1,288 del Japón.
Expertos creen que en menos de una década el gigante asiático que tiene 30 años creciendo de forma sostenida y sorteando con éxito las crisis que han sacudido el mundo, también desplazará a Estados Unidos.
La planificada hegemonía económica, tras la caída del Bloque Socialista, se diluyó como consecuencia del fenómeno chino e indio y lo que se avista con Brasil.
Todo les parecía a pedir de boca. Entonces debían abatirse las fronteras arancelarias, porque los industrializados bajo este esquema tendrían a su merced a los consumidores de los países pobres, en vías de desarrollo o emergentes.
El plan resultaría una maravilla que arrastraría al mundo de los compradores incluso a la antigua URSS.
Pero los emergentes, los que afanan por encontrar la vía del desarrollo: los pobres, aprovecharon su condición para ser atractivos en medio de un mundo de economías y mercados abiertos. Ocurrió que la voracidad de los mercados abrió la puerta de la competencia, y tras ellas, encontraron mano de obra barata que provocó la estampida de capitales y fábricas hacia aquellas economía débiles.
Falló el plan y los tradicionales exportadores se han convertido en importadores; los grandes exportadores son los emergentes. Ahora EEUU, para mantener su nivel de consumo, como no produce las riquezas para ello, se endeuda y emite dinero inorgánico, y China, el receptor de inversiones estadounidenses y europeas que ya había desplazado a Alemania como tercera economía del mundo, desplaza a Japón como segunda.
Durante el segundo trimestre de este año, según algunos cables de prensa, se produjo el desplazamiento, pues el PIB chino alcanzó US$1,337 billones contra 1,288 del Japón.
Expertos creen que en menos de una década el gigante asiático que tiene 30 años creciendo de forma sostenida y sorteando con éxito las crisis que han sacudido el mundo, también desplazará a Estados Unidos.
La planificada hegemonía económica, tras la caída del Bloque Socialista, se diluyó como consecuencia del fenómeno chino e indio y lo que se avista con Brasil.
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