Piblicado en el Listín Diario en septiembre de 2003
De manos de mi amigo Gedeón Santos recibí la novela cuyo título sirve hoy a mi artículo. En mis planes no estaba leerla en lo mediato, sin embargo un sábado plomizo, húmedo y sugerente me invitó a la portada, y, en segundos los efluvios del trajinar pueblerino me atraparon en la fruición de una lectura que comienza en un planteamiento lleno de expectativas, las que van creando eslabones con piezas arrebatadas de los escenarios más simples de la cotidianidad dominicana hasta las conversaciones más inteligentemente elaboradas en trazos que dejan traslucir la vastedad de recursos de los que echó manos Ángel Garrido para dar a luz esta niña quinceañera bien cuidada, en la que, desde Fósforo con su dotes de líder, rodando a Bienvenido Pimentel, hombre recto y de cultura enciclopédica, a pesar de que nunca cruzó las fronteras de su pequeño pueblo, hasta llagar al personaje que coloca el punto a la historia, el autor hilvana entre párrafos y capítulos un lenguaje exquisito, realmente fino, ornamentado por recursos que aportaron los más grandes pensadores clásicos y modernos; los conocimientos de las disciplinas científicas, técnicas y religiosas con las más descabelladas, soeces y sórdidas ocurrencias, salidas obviamente, de las entrañas del mismísimo municipio de Sabana de la Mar.
La hija de Inmaculada Fuentes, la puta que se fue en yola a Puerto Rico, es un ejemplo claro del interesante híbrido que nos empuja con sutileza a la inevitable sonrisa, cuando no a la carcajada abrupta que escapa en momentos que todos te ven solo, sin sospechar que disfrutas de las conversaciones de esta hermosa mujer que, de diálogos de prostíbulos salta a otros tan distintos y sublimes como los que de filosofía sostiene en la universidad puertorriqueña que le da albergue como estudiante. Con maestría de veterano Garrido logra en su primera novela impresionar, por ello no temo decir que si encuentra caja de resonancia habrá que tomarle en cuenta como uno de nuestros grandes escritores aunque no escriba una letra más. No olvidemos a Juan Rulfo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario