(Carta al Comité Político)
En los últimos días dirigentes peledeístas han manifestado públicamente preocupación por la situación de inercia en que se encuentra nuestra organización política. Pienso que hacer uso de los medios de comunicación para llamar la atención sobre lo que nos ocurre, no es lo recomendable; sin embargo, el mismo estado de parálisis, de desmonte de las estructuras orgánicas que no permiten canalizar estas inquietudes desparramadas entre dirigentes de todos los niveles, lo justifican.
Y es que, a partir de la masificación que eliminó la formación de los militantes, este partido ha caído en un estado degenerativo que lo lleva a convertirse en una entidad similar al Partido Revolucionario Dominicano o al Reformista Social Cristiano, antítesis del proyecto que concibió Juan Bosch cuando el 1973, abandonó junto a un reducido número de compañeros, la organización que ayudara a construir en 1939, por considerar que había jugado ya su rol histórico.
La práctica clientelista nos ha arropado a pesar de que desde el 73 la combatimos porque en ella se conjugan el irrespeto a la dignidad del pueblo dominicano y los vicios que brotan de una parte de la sociedad compuesta en su mayoría por bajos pequeños burgueses que se enrolan en la actividad política para ascender socialmente como vía para alcanzar ascenso económico.
Nos fuimos abriendo y con ello abandonando nuestra mística, nuestros métodos de trabajo y, en una sociedad condenada al conocimiento para poder subsistir, sepultamos los círculos de estudio, las charlas, la revista Política: teoría y acción como órgano de debate ideológico, y en fin, nuestra fisonomía fue cambiando para ser cada vez más parecida a la del PRD con todo y el “entren to´” que nos ha servido para abultar una nómina de miembros de la que salen nuestros candidatos a puestos electivos que, en muchos casos, son una vergüenza.
El canibalismo caracteriza los procesos internos destinados a escoger los candidatos a puestos electivos; el dinero corre a borbotones y los más vivos, los que se pueden agenciar recursos económicos sin importar la procedencia, alcanzan las nominaciones por encima del compañero capaz y meritorio, por encima del militante que ve la política como un instrumento para servir a la sociedad y no a intereses extraños.
Pero lo peor es que durante los procesos internos para escoger la dirigencia partidaria, estos vivos que, forrados en dinero pueden comprar comités intermedios enteros, se les imponen a los verdaderos militantes, con la complicidad de altos dirigentes que valoran a los compañeros por los recursos económicos que puedan mover, la cantidad de gente que pueda aglutinar, sin importar que sean comprados como en carnicerías y, por último, y esto ya es escaso, por el nivel de influencia que puedan tener en los medios de comunicación.
En medio de este desorden mayúsculo, los comités de base no existen, son fantasmas aparecidos para manipular los procesos de votación internos y, en consecuencia, los comités intermedios, municipales y provinciales corren la misma suerte, porque son un fardo de papeles que algunos presidentes cargan debajo del brazo para negociar cualquier asunto.
El secretariado ha desaparecido porque las secretarías pasaron a ser feudos de los titulares que no las reúnen sino que de vez en cuando dan órdenes a los subsecretarios para que hagan tal o cual trabajo. Esto en honor a la verdad tiene sus excepciones, pues hay secretaría que aún con el sentido de propiedad que les dan sus titulares, mantienen cierto ritmo de trabajo. Pero aclaro que esto siempre ocurre en medio de unas relaciones entre reyes y peones, donde los últimos no pueden tocar al primero, contrario a como ocurría cuando los organismos y órganos del partido funcionaban y eran respetados, cuando las decisiones eran colectivas, producto de las discusiones abiertas y el voto.
El Comité Central ha pasado a ser una figura decorativa sustituida, en violación a las disposiciones estatutarias, por el Comité Político que de hecho se convirtió, de órgano, en organismo con poderes para intervenir en todo y decidir sobre todo, anulando el resto de la organización y esto con el agravante de que en años han puesto más empeño a los asuntos de gobierno que a los cuestiones partidarias.
Para estos días el CP, no dudo que con buena fe, creó unas comisiones especiales para evaluar la marcha del partido. Esto estaría maravilloso si con ello no se violara lo que establecen los estatutos que dan esas facultades al Comité Central. Pero además, estas comisiones vienen a sustituir a las secretarías del partido, con lo que se violan los procedimientos institucionales. ¡Esto resulta increíble! ¿Cómo podemos dinamizar el partido violando los mecanismos institucionales? ¿A dónde llegaremos si comenzamos, además de todo lo que nos ocurre, a crear comisiones que suplanten los órganos de trabajo del partido establecidos estatutariamente?
La combinación del derrumbe del muro berlinés con la apertura, la eliminación de los círculos de estudio y la desaparición de los órganos de difusión de nuestra organización, desdibujó nuestro perfil ideológico, por ello es común ver entre los miembros del partido militantes del liberalismo económico, izquierdistas que añoran la revolución bolchevique y centroizquierdistas convencidos de que nuestro partido debe adherirse a las corrientes que promueven la economía social de mercado.
Como partido no fijamos posición en torno a los grandes temas nacionales e internacionales, y cada cual, partiendo de su orientación ideológica, de sus simpatías, asume posiciones públicas que dejan en el desconcierto a amigos y simpatizantes nuestros que ven con espanto cómo el organizado y siempre orientado partido de Juan Bosch se va pareciendo al monstruo creado por Frankenstein, compuesto por partes de cadáveres diseccionados.
Por otro lado, hay mucha inquietud con relación a la renovación de las direcciones medias, municipales y provinciales, pues sus dirigentes están en situación de ilegitimidad desde hace años sin que esto llame la atención del CP, aunque, desde el CC hacia abajo, el asunto se torna preocupante.
No dudo que la impotencia llevara a algunos compañeros a desahogarse en los medios de comunicación, que este fuera un recurso extremo para llamar la atención y se comience a detener este acelerado proceso de deterioro que padecemos.
El PLD sigue siendo el instrumento político para continuar el proceso de transformación de nuestra sociedad impulsado desde nuestros gobiernos, pero debemos rescatarlo para que la desazón no nos encamine a la frustración por entender que fracasamos como partido y como dirigentes políticos que no supieron aprovechar la oportunidad que les dio la historia para redimir del atraso al pueblo dominicano.
Hay tereas pendientes con el país, pues los temas energético y de la educación nos han desbordado, y en un mundo de economías abiertas no podremos ser competitivos si no avanzamos en ellos para que no sean un obstáculo al desarrollo. Por ello creo que debemos rescatar el partido, para, como organización, ser un soporte del gobierno en la tarea de seguir empujando hacia el desarrollo sostenido.
No destruyamos el partido, no enterremos la esperanza, no matemos el futuro, no nos permitamos el fracaso, que la historia nos acecha.
Manolo Pichardo
Santo Domingo, D.N.
Noviembre 11 de 2008.-
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