Si hace años Nietzsche diagnosticó la muerte de Dios, hoy José Saramago ha hecho lo propio con la religión del mercado. "El capitalismo se suicidó", ha indicado el premio Nobel en una entrevista concedida al diario Público. A sus 86 años, el escritor sigue apostando por las nuevas generaciones en las que delega la revolución pendiente: "volver a la ética", aunque suene "antiguo". En su opinión, sólo ellas pueden regenerar el sistema.José Saramago se está recuperando de una larga convalecencia, pero vuelve con las pilas cargadas. El literato tuvo una neumonía que le mantuvo ingresado durante un par de meses. Ahora, no obstante, regresa a los ruedos con un libro nuevo que saldrá a las librerías mañana. "El viaje del elefante" es el título de su última obra, en la que se narra el viaje de este animal desde Lisboa hasta Viena. El motivo de su peregrinación es que "no tiene oficio ni beneficio, ni esperanza de provecho". Un leitmotiv totalmente capitalista al que Saramago se refiere como una "metáfora de la vida", si bien se desmarca de esta ideología. En su opinión, no somos lo que producimos, "somos lo que hacemos", lo cual "tiene un sentido más digno".
Descomposición del sistema Al hilo del sistema capitalista, el escritor admite que ha sufrido un "proceso de descomposición" del que "no nos dimos cuenta". "Las hipotecas basuras fueron el primer síntoma de lo que ocurrió", apunta. La degradación sistémica "incluso sorprendió a aquellos que defendían la idea peregrina del señor Fukuyama de que la historia se había acabado, que habíamos llegado a un punto en el que no habría cambios". En este aspecto, Saramago opina que la transformación que hace falta ahora mismo es aquella que permita "volver a la ética".
No basta con refundar el capitalismo El escritor reniega de la pretendida refundación del capitalismo, objetivo de la pasada cumbre de Washington. Refundar implica "cambiar algo para que todo siga igual", una reacción, por tanto, insuficiente: "el trauma ha sido suficiente como para pensar que con una mano de pintura no basta. No sé qué pasará, pero tengo claro que el capitalismo se suicidó", remarca. Sobre el futuro, tiene más incertidumbres que certezas. "Supongo que ocurrirá la creación de instrumentos de control para supervisar las operaciones financieras. Pero si no se acaban los paraísos fiscales, si no se aplica la tasa Tobin, etc… no sé qué pasará".
El poder de las generaciones Preguntado sobre si necesitamos a Marx, el literato admite que se le está "resucitando" y "reeditando". "Pero, ¿estaremos en condiciones de estudiar a Marx desde nuestra época?", inquiere retóricamente. Una vez más, traslada a las generaciones venideras la misión de regenerar el sistema. "Creo en las generaciones. Creo que hay generaciones capaces de crear, de generar y de construir. Si la generación a la que vosotros pertenecéis es capaz de tomar la decisión de reaccionar y de expresar las dudas que hay que mantener vivas, porque la seguridad es engañosa, podréis ser una de las generaciones necesarias. Yo no creo que la literatura salve nada, porque si pudiera hacerlo ya lo habría hecho. Todo eso quedó en el pasado y no cambió nada".
Descomposición del sistema Al hilo del sistema capitalista, el escritor admite que ha sufrido un "proceso de descomposición" del que "no nos dimos cuenta". "Las hipotecas basuras fueron el primer síntoma de lo que ocurrió", apunta. La degradación sistémica "incluso sorprendió a aquellos que defendían la idea peregrina del señor Fukuyama de que la historia se había acabado, que habíamos llegado a un punto en el que no habría cambios". En este aspecto, Saramago opina que la transformación que hace falta ahora mismo es aquella que permita "volver a la ética".
No basta con refundar el capitalismo El escritor reniega de la pretendida refundación del capitalismo, objetivo de la pasada cumbre de Washington. Refundar implica "cambiar algo para que todo siga igual", una reacción, por tanto, insuficiente: "el trauma ha sido suficiente como para pensar que con una mano de pintura no basta. No sé qué pasará, pero tengo claro que el capitalismo se suicidó", remarca. Sobre el futuro, tiene más incertidumbres que certezas. "Supongo que ocurrirá la creación de instrumentos de control para supervisar las operaciones financieras. Pero si no se acaban los paraísos fiscales, si no se aplica la tasa Tobin, etc… no sé qué pasará".
El poder de las generaciones Preguntado sobre si necesitamos a Marx, el literato admite que se le está "resucitando" y "reeditando". "Pero, ¿estaremos en condiciones de estudiar a Marx desde nuestra época?", inquiere retóricamente. Una vez más, traslada a las generaciones venideras la misión de regenerar el sistema. "Creo en las generaciones. Creo que hay generaciones capaces de crear, de generar y de construir. Si la generación a la que vosotros pertenecéis es capaz de tomar la decisión de reaccionar y de expresar las dudas que hay que mantener vivas, porque la seguridad es engañosa, podréis ser una de las generaciones necesarias. Yo no creo que la literatura salve nada, porque si pudiera hacerlo ya lo habría hecho. Todo eso quedó en el pasado y no cambió nada".
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