Por Manolo Pichardo
Listín Diario 15/11/2008.-
La noche en que se contaban los votos para definir cuál sería el nuevo presidente de los EE.UU, los medios de comunicación de aquel país proyectaron el triunfo de Barack Obama, refiriéndose a él como el primer presidente negro.
La noche en que se contaban los votos para definir cuál sería el nuevo presidente de los EE.UU, los medios de comunicación de aquel país proyectaron el triunfo de Barack Obama, refiriéndose a él como el primer presidente negro.
Viniendo de cadenas noticiosas estadounidenses no me sorprendió que se le definiera como negro, pues el racismo arraigado en aquella sociedad y expresado en la supremacía de los blancos, se resiste a aceptar que los hijos procreados entre éstos y los negros son mulatos.
Si no eres anglosajón puro, entonces, se te ubica como asiático, afroamericano y latino, sin importar que este último sea blanco, además de que se les niega el gentilicio de “americanos” que les pertenece sólo a ellos, como si el resto de América no fuera América.
El caso es que el presidente electo de los EE.UU es hijo de una blanca estadounidense y un negro keniano, por lo cual no es de una raza ni de la otra, es sencillamente, mulato. Un mulato criado en un hogar de blancos, con los hábitos y costumbres de éstos.
Si los negros asumieran la misma actitud de los blancos de negar la parte de la raza que les pertenece a un mulato, entonces podrían decir que Obama es el primer blanco que unifica el voto de los negros, porque resulta que en la historia electoral de aquella nación, nunca los afroamericanos se habían puesto de acuerdo para elegir, de forma casi unánime, a un candidato.
Los gringos son radicales con esto de las razas, porque para ellos no hay mestizos, que es la mezcla entre blancos e indígenas, ni zambos que es la el producto de la unión entre negros e indígenas, ni mulatos como ya he explicado; en fin, todas esas mezclas que conforman la población del resto de nuestra América, a la que siempre se le pone el apellido de Latina, para no entrar en confusiones, para que no haya espacio a la duda, para que quede claro que América es aquella y que por aquí somos sólo patío, patio trasero con bananas e hijos de accidentes históricos que nos colocan bajo sus órdenes, aunque esto comienza a cambiarlo el bloque progresista que avanza por el continente exigiendo una relación con respeto.
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