Especial para UMBRAL
14/12/2009.-
El siglo XXI llegó a la humanidad cargado de cambios sustanciales en todas las esferas de las sociedades nacionales. Dentro de esos cambios, el nuevo siglo trajo consigo el dominio del mercado sobre los sistemas de controles de las naciones y para esto se busca abolir las regulaciones aduaneras.
El mercado se ha entendido, como una actividad en la que entran en estrecha relación los ofertantes (productores y vendedores) y demandantes (consumidores, compradores) de un determinado bien o servicio. Esta relación se lleva cabo por medio de transacciones comerciales entre las partes.
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Pero hay áreas en las que nunca se concibió el dominio del mercado y ni siquiera la influencia de éste. Tal es el caso de la política partidaria y los sistemas de elección interna de los partidos. En estos sistemas lo que dominaba era el liderazgo, las habilidades políticas y la presencia de una significativa personalidad partidaria que obtenía apoyo.
Hoy, el mundo del sistema de partidos es otro en la República Dominicana , ya que las virtudes, los valores y las cualidades profesionales no es lo que se impone en este nuevo mundo político del país, en el que existe un abundante y pragmático mercado que corrompe a las organizaciones políticas en sus estructuras, sus dirigencias, sus principios y disciplinas.
Sólo pueden aspirar como candidatos a puestos dirigenciales, congresionales o municipales, aquellos miembros o advenedizos de los partidos que cuentan con un gran capital para comprar el votante, el voto es una mercancía que se vende al que más paga, y como se necesitan tantos votos para ganar una posición, cuando se gana, el puesto queda comprado por un alto costo.
Esto trae grandes implicaciones negativas como son: a) la conciencia política queda sin efecto; b) las posiciones las ganan, no los más idóneos, sino los que más dinero gastan; c) las instituciones pierden a los representantes más genuinos; d) la moral y la ética política quedan fuera del accionar político; e) al narcotráfico se le facilita su penetración a los partidos y a los poderes del Estado y los municipios; f) los intereses personales crean el caos en los partidos y sus sistemas de elección; g) los auténticos y diestros líderes y dirigentes son reemplazados por nuevos integrantes que no tienen formación política; h) al llegar a los puestos, los representantes sólo buscan prebendas personales; i) los proyectos de nación y de representación se ven afectados en su desarrollo y programación; j) la virtud política queda sin existencia, y k) el país se pierde los mejores talentos como representantes del Estado.
Cada día, las nuevas generaciones son más consumistas y para esto debe producirse más, no importa cómo. Lo importante es tener ganancias de lo que posee cada quien, si se posee el derecho al voto y con éste se puede obtener dinero mercadeándolo, la nueva moral del mercado lo permite, si es que existe esa moral.
Antes, los líderes, por medio de sus orientaciones y los partidos por sus ideologías, conducían a las masas mediante valores políticos y estas obedecían condicionadas en el mensaje que se le llevaba. Los derechos políticos eran actos de conciencia y simpatía con propósitos cívicos puestos al servicio de la organización política a la que se perteneciera o se simpatizara. Hoy los derechos políticos del ciudadano son una especie de mercancía en un mercado electoral de valores comerciales, sólo al servicio de la ganancia económica.
Todo esto no ha caído del cielo ni ha sido obra de la naturaleza, es el producto del llamado clientelismo político, al que preferimos llamarle “merclientelismo político”. Pero ese modo ha sido creado por los líderes y dirigentes de los partidos, y ha llegado tan lejos que hoy casi nadie posee calidad moral para combatirlo, pues quienes la tienen han sido desplazados de la primacía partidaria.
Se impone pues, una revisión rápida del curso que va tomando la política dominicana, pero no basada en las actitudes sólo de las masas populares, hay que empezar por la conducta de quienes han creado el merclientelismo político y quienes lo han permitido teniendo la facultad de evitarlo y no haciendo nada para ello.
La ley de partidos debe ser bien ponderada, el voto preferencial debe ser revisado, los controles partidarios deben volver al pasado y la formación de dirigentes políticos debe ser necesaria.
Como los partidos políticos son los que generan el personal administrativo del Estado, estos deben ser instituciones formales y morales, para no llevar a los órganos gubernativos personas no aptas para los cargos, que en vez de aportar servicios al país, se sirvan sólo de la nación como pasa con frecuencia.
No dejemos destruir las instituciones democráticas que sirven al Estado como fuente de los recursos políticos de administración pública, para que mañana no se nos bautice con el sobrenombre de “Estado fallido” o “Narco Estado”. Todavía hay tiempo.
El mercado se ha entendido, como una actividad en la que entran en estrecha relación los ofertantes (productores y vendedores) y demandantes (consumidores, compradores) de un determinado bien o servicio. Esta relación se lleva cabo por medio de transacciones comerciales entre las partes.
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Pero hay áreas en las que nunca se concibió el dominio del mercado y ni siquiera la influencia de éste. Tal es el caso de la política partidaria y los sistemas de elección interna de los partidos. En estos sistemas lo que dominaba era el liderazgo, las habilidades políticas y la presencia de una significativa personalidad partidaria que obtenía apoyo.
Hoy, el mundo del sistema de partidos es otro en la República Dominicana , ya que las virtudes, los valores y las cualidades profesionales no es lo que se impone en este nuevo mundo político del país, en el que existe un abundante y pragmático mercado que corrompe a las organizaciones políticas en sus estructuras, sus dirigencias, sus principios y disciplinas.
Sólo pueden aspirar como candidatos a puestos dirigenciales, congresionales o municipales, aquellos miembros o advenedizos de los partidos que cuentan con un gran capital para comprar el votante, el voto es una mercancía que se vende al que más paga, y como se necesitan tantos votos para ganar una posición, cuando se gana, el puesto queda comprado por un alto costo.
Esto trae grandes implicaciones negativas como son: a) la conciencia política queda sin efecto; b) las posiciones las ganan, no los más idóneos, sino los que más dinero gastan; c) las instituciones pierden a los representantes más genuinos; d) la moral y la ética política quedan fuera del accionar político; e) al narcotráfico se le facilita su penetración a los partidos y a los poderes del Estado y los municipios; f) los intereses personales crean el caos en los partidos y sus sistemas de elección; g) los auténticos y diestros líderes y dirigentes son reemplazados por nuevos integrantes que no tienen formación política; h) al llegar a los puestos, los representantes sólo buscan prebendas personales; i) los proyectos de nación y de representación se ven afectados en su desarrollo y programación; j) la virtud política queda sin existencia, y k) el país se pierde los mejores talentos como representantes del Estado.
Cada día, las nuevas generaciones son más consumistas y para esto debe producirse más, no importa cómo. Lo importante es tener ganancias de lo que posee cada quien, si se posee el derecho al voto y con éste se puede obtener dinero mercadeándolo, la nueva moral del mercado lo permite, si es que existe esa moral.
Antes, los líderes, por medio de sus orientaciones y los partidos por sus ideologías, conducían a las masas mediante valores políticos y estas obedecían condicionadas en el mensaje que se le llevaba. Los derechos políticos eran actos de conciencia y simpatía con propósitos cívicos puestos al servicio de la organización política a la que se perteneciera o se simpatizara. Hoy los derechos políticos del ciudadano son una especie de mercancía en un mercado electoral de valores comerciales, sólo al servicio de la ganancia económica.
Todo esto no ha caído del cielo ni ha sido obra de la naturaleza, es el producto del llamado clientelismo político, al que preferimos llamarle “merclientelismo político”. Pero ese modo ha sido creado por los líderes y dirigentes de los partidos, y ha llegado tan lejos que hoy casi nadie posee calidad moral para combatirlo, pues quienes la tienen han sido desplazados de la primacía partidaria.
Se impone pues, una revisión rápida del curso que va tomando la política dominicana, pero no basada en las actitudes sólo de las masas populares, hay que empezar por la conducta de quienes han creado el merclientelismo político y quienes lo han permitido teniendo la facultad de evitarlo y no haciendo nada para ello.
La ley de partidos debe ser bien ponderada, el voto preferencial debe ser revisado, los controles partidarios deben volver al pasado y la formación de dirigentes políticos debe ser necesaria.
Como los partidos políticos son los que generan el personal administrativo del Estado, estos deben ser instituciones formales y morales, para no llevar a los órganos gubernativos personas no aptas para los cargos, que en vez de aportar servicios al país, se sirvan sólo de la nación como pasa con frecuencia.
No dejemos destruir las instituciones democráticas que sirven al Estado como fuente de los recursos políticos de administración pública, para que mañana no se nos bautice con el sobrenombre de “Estado fallido” o “Narco Estado”. Todavía hay tiempo.
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