Listín Diario 18-12-2009.-
Obama comenzó a vender su discurso esperanzador desde la precandidatura a la presidencia por el partido demócrata y la mayoría lo compró, como lo comprarían luego los electores y un mundo harto del terror y la pavura de las acciones vesánicas de su antecesor. Alcanzado el poder “se enfrenta el mundo como es”, como dijera en su discurso de aceptación de Premio Nobel de la Paz, por eso empezó a tomar distancia de su mensaje de campaña; se supo entonces comandante de las fuerzas más poderosas del mundo y tomó conciencia de su verdadero rol para mantener la hegemonía de su país en el planeta sobre la base de su poderío militar.
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Por ello, “sin incurrir en un acto cínico”, como manifestó, aceptó el premio y justificó sus acciones bélicas al argumentar que con el método Gandhi los ejércitos de Hitler no se hubiesen vencido, y por ese sendero de justificaciones afirmó que “Estados Unidos nunca ha librado una guerra contra la democracia”, afirmación con la que se saltó algunos capítulos de sus políticas de agresión como el que vivimos los dominicanos en 1965 cuando sus marines nos invadieron para impedir el retorno a la democracia, después del golpe de Estado que promovieron para sepultarla.
En ese contexto, y como si la historia no dejara rastros, fue capaz de afirmar que “nuestros amigos más cercanos son los que protegen los derechos humanos”. Como hacía una especie de referencia histórica, la programada amnesia le llevó a olvidar a Pinochet, a Trujillo, a los Somoza y una larga lista de dictadores que torturaron, desaparecieron y asesinaron a miles de ciudadanos en todo el mundo con la ayuda de la CIA.
Más de 40 países fueron intervenidos por sus marines desde el siglo XIX para consolidar su hegemonía, para defender sus intereses económicos y políticos a costa de millones de vidas humanas, la mayoría civiles. Pero fue capaz de decir que “Estados Unidos ha ayudado a garantizar la seguridad mundial durante décadas con la sangre de nuestros ciudadanosÖHemos sobrellevado esta carga no porque queremos imponer nuestra voluntad”. De todo esto se desprende que así como las guerras preventivas son inmorales, el Nobel preventivo es una estafa y un desprestigio para la academia.
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Por ello, “sin incurrir en un acto cínico”, como manifestó, aceptó el premio y justificó sus acciones bélicas al argumentar que con el método Gandhi los ejércitos de Hitler no se hubiesen vencido, y por ese sendero de justificaciones afirmó que “Estados Unidos nunca ha librado una guerra contra la democracia”, afirmación con la que se saltó algunos capítulos de sus políticas de agresión como el que vivimos los dominicanos en 1965 cuando sus marines nos invadieron para impedir el retorno a la democracia, después del golpe de Estado que promovieron para sepultarla.
En ese contexto, y como si la historia no dejara rastros, fue capaz de afirmar que “nuestros amigos más cercanos son los que protegen los derechos humanos”. Como hacía una especie de referencia histórica, la programada amnesia le llevó a olvidar a Pinochet, a Trujillo, a los Somoza y una larga lista de dictadores que torturaron, desaparecieron y asesinaron a miles de ciudadanos en todo el mundo con la ayuda de la CIA.
Más de 40 países fueron intervenidos por sus marines desde el siglo XIX para consolidar su hegemonía, para defender sus intereses económicos y políticos a costa de millones de vidas humanas, la mayoría civiles. Pero fue capaz de decir que “Estados Unidos ha ayudado a garantizar la seguridad mundial durante décadas con la sangre de nuestros ciudadanosÖHemos sobrellevado esta carga no porque queremos imponer nuestra voluntad”. De todo esto se desprende que así como las guerras preventivas son inmorales, el Nobel preventivo es una estafa y un desprestigio para la academia.
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