Ciudad del Vaticano AP
Marzo 27 de 2010.-
El Vaticano enfrenta una de las crisis más graves de los tiempos modernos a medida que el escándalo de abusos sexuales se acerca al mismo papa Benedicto XVI, amenazando no sólo su legado sino el de su reverenciado predecesor.
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Benedicto asumió una posición mucho más enérgica en el caso de los abusos sexuales que Juan Pablo II cuando ascendió al papado hace cinco años, disciplinando a un clérigo favorito del pontífice anterior y alejando de la Iglesia a otros bajo una nueva política de ninguna tolerancia. Pero persiste la impresión de una Iglesia remisa y de un Papa responsable de permitir la permanencia en sus parroquias de sacerdotes pedófilos.
En un editorial publicado ayer, el National Catholic Reporter en Estados Unidos exhortó a Benedicto a aclarar su papel en el “mal manejo” de los casos de abusos sexuales, no solamente en la crisis actual sino durante sus funciones en los años 80 como arzobispo de Munich y después al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Todo se reduce a la cuestión de qué sabía el Papa y cuándo.
La respuesta casi seguramente determinará el destino del papado de Benedicto. A medida que se acerca la Semana Santa, el período más solemne del calendario cristiano, grupos de víctimas y otros reclaman que Benedicto acepte su responsabilidad personal. Y unos pocos dicen que debería renunciar. Algunos temen que la crisis aleje a los católicos de la Iglesia. Una encuesta en la Alemania natal del pontífice revela disgusto entre los católicos, mientras prevalece un profundo resentimiento en la otrora firmemente católica Irlanda. A medida que el clima se enrarece, el Vaticano muestra creciente impaciencia con sus denuncias de lo que considera una campaña para desprestigiar al Papa. L’Osservatore Romano, la publicación del Vaticano, dijo esta semana que había “una intención clara y despreciable” de atacar a Benedicto “a cualquier costo” con las recientes revelaciones sobre el modo en que el Vaticano manejó los abusos por parte de religiosos. Pero mientras la atención se centra en Benedicto, se plantea una cuestión quizás más espinosa acerca de cuánto sabía sobre los abusos sexuales el reverenciado Juan Pablo II, y si fue demasiado tolerante con los sacerdotes pedófilos. Juan Pablo presidía la Iglesia cuando estalló el escándalo de abusos sexuales en Estados Unidos en el 2002, y el Vaticano se vio inundado de quejas y demandas bajo su liderazgo. Pero durante la mayoría de sus 26 años en el papado, las diócesis individuales y no el Vaticano se responsabilizaron de investigarlo. El profesor Nick Cafardi, abogado experto en derecho canónico y civil, y ex titular de la junta revisora laica de los obispos estadounidenses que estudió los abusos, dijo que Benedicto fue “muy valiente” al revertir el apoyo vaticano de una organización plagada de escándalos y que Juan Pablo había defendido enérgicamente. Juan Pablo ya padecía de la enfermedad de Parkinson cuando estalló el escándalo en Estados Unidos, un factor que sus partidarios creen pudo haberle impedido darse cuenta de la magnitud del hecho. Cuando el cardenal Bernard Law fue el religioso más prominente en caer, al renunciar como arzobispo de Boston por el escándalo allí, Juan Pablo lo designó titular de una basílica romana y lo mantuvo en varios comités del Vaticano.
Zoom
Pruebas latentes
El papa Benedicto XVI nada hizo en 1980, cuando era arzobispo de Múnich, para impedir que un cura acusado de pedofilia retomara el ejercicio del sacerdocio en una nueva parroquia de Alemania sin someterse antes a una terapia, informó ayer el New York Times.
A fines de 1979, el cura Peter Hullermann fue suspendido en Essen, Alemania, debido a varias denuncias presentadas por padres que lo acusaban de pedofilia. Una evaluación siquiátrica destacó sus instintos pedófilos, relata el diario neoyorquino en su primera plana.
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Benedicto asumió una posición mucho más enérgica en el caso de los abusos sexuales que Juan Pablo II cuando ascendió al papado hace cinco años, disciplinando a un clérigo favorito del pontífice anterior y alejando de la Iglesia a otros bajo una nueva política de ninguna tolerancia. Pero persiste la impresión de una Iglesia remisa y de un Papa responsable de permitir la permanencia en sus parroquias de sacerdotes pedófilos.
En un editorial publicado ayer, el National Catholic Reporter en Estados Unidos exhortó a Benedicto a aclarar su papel en el “mal manejo” de los casos de abusos sexuales, no solamente en la crisis actual sino durante sus funciones en los años 80 como arzobispo de Munich y después al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Todo se reduce a la cuestión de qué sabía el Papa y cuándo.
La respuesta casi seguramente determinará el destino del papado de Benedicto. A medida que se acerca la Semana Santa, el período más solemne del calendario cristiano, grupos de víctimas y otros reclaman que Benedicto acepte su responsabilidad personal. Y unos pocos dicen que debería renunciar. Algunos temen que la crisis aleje a los católicos de la Iglesia. Una encuesta en la Alemania natal del pontífice revela disgusto entre los católicos, mientras prevalece un profundo resentimiento en la otrora firmemente católica Irlanda. A medida que el clima se enrarece, el Vaticano muestra creciente impaciencia con sus denuncias de lo que considera una campaña para desprestigiar al Papa. L’Osservatore Romano, la publicación del Vaticano, dijo esta semana que había “una intención clara y despreciable” de atacar a Benedicto “a cualquier costo” con las recientes revelaciones sobre el modo en que el Vaticano manejó los abusos por parte de religiosos. Pero mientras la atención se centra en Benedicto, se plantea una cuestión quizás más espinosa acerca de cuánto sabía sobre los abusos sexuales el reverenciado Juan Pablo II, y si fue demasiado tolerante con los sacerdotes pedófilos. Juan Pablo presidía la Iglesia cuando estalló el escándalo de abusos sexuales en Estados Unidos en el 2002, y el Vaticano se vio inundado de quejas y demandas bajo su liderazgo. Pero durante la mayoría de sus 26 años en el papado, las diócesis individuales y no el Vaticano se responsabilizaron de investigarlo. El profesor Nick Cafardi, abogado experto en derecho canónico y civil, y ex titular de la junta revisora laica de los obispos estadounidenses que estudió los abusos, dijo que Benedicto fue “muy valiente” al revertir el apoyo vaticano de una organización plagada de escándalos y que Juan Pablo había defendido enérgicamente. Juan Pablo ya padecía de la enfermedad de Parkinson cuando estalló el escándalo en Estados Unidos, un factor que sus partidarios creen pudo haberle impedido darse cuenta de la magnitud del hecho. Cuando el cardenal Bernard Law fue el religioso más prominente en caer, al renunciar como arzobispo de Boston por el escándalo allí, Juan Pablo lo designó titular de una basílica romana y lo mantuvo en varios comités del Vaticano.
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Pruebas latentes
El papa Benedicto XVI nada hizo en 1980, cuando era arzobispo de Múnich, para impedir que un cura acusado de pedofilia retomara el ejercicio del sacerdocio en una nueva parroquia de Alemania sin someterse antes a una terapia, informó ayer el New York Times.
A fines de 1979, el cura Peter Hullermann fue suspendido en Essen, Alemania, debido a varias denuncias presentadas por padres que lo acusaban de pedofilia. Una evaluación siquiátrica destacó sus instintos pedófilos, relata el diario neoyorquino en su primera plana.
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