24 de septiembre de 2009.-
Un nuevo fantasma recorre los salones de los gobiernos y de las lonjas de valores de los mercados más grandes del mundo: la deuda pública. En el paso de unos cuantos meses ha crecido de forma desmesurada hasta llegar a ser una burbuja apunto de estallar. Esto se agrega a las demás minas que amenazan a las finanzas internacionales, las cuales todavía no están subordinadas a ninguna regla ni control estricto.
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En Estados unidos la deuda pública del 2009 aumentará 2 billones de dólares, 22 por ciento en un año, para llegar alrededor de los 11 billones 500 mil dólares. El PIB de Estados Unidos se acerca a los 14 billones de dólares, pero en los primeros seis meses del año perdió otros 200 mil millones de dólares a causa de la depresión económica que cerró fábricas, crea desocupación y reduce las condiciones de vida de la gente. La incidencia de la deuda pública 82 por ciento del PIB estadounidense parece contenido, con respecto al monto de la deuda italiana del 115 por ciento, pero sería bueno no olvidar que Estados Unidos tiene también una deuda privada de otros 14 billones de dólares.
Se estima que en 2009, Europa llevará al mercado obligaciones por 800 mil millones de euros. En su mayor parte para resarcirse de los nuevos déficit. En Alemania la deuda pública aumentará cerca de 200 mil millones. En España el déficit es de 50 mil millones de euros en 7 meses y se teme que a finales de año pueda subir al 8 ó 10 por ciento del PIB. En Francia el ministro del presupuesto calcula un aumento de la deuda de 10 por ciento en 2009, cerca de los 130 mil millones de euros. En Inglaterra, con una deuda privada cercana al 115 por ciento del PIB, la prensa denuncia que, luego de las nacionalizaciones del Lloyds Bank y del Royal Bank of Scotland, el gobierno, al hacer suyos los títulos tóxicos, elevaría la deuda pública del 46 al 150 por ciento del PIB.
En Japón, la deuda pública ya es de 170 por ciento del PIB y aumentará este año algunos centenares de millones de dólares. En Italia, de enero a junio, la deuda pública aumentó 90 mil millones, para llegar a la cumbre de un billón, 752 mil millones, 200 millones. Las últimas proyecciones del FMI sobre la marcha de los países industrializados son todavía más oscuras. De ninguna forma es exagerado decir que el aumento de la deuda pública a escala mundial en 2009 llegará los 4 billones de dólares que se deberán pagar con la emisión de nuevos títulos del Estado.
No somos monetaristas que ven en la deuda pública una intromisión perniciosa del Estado en los asuntos económicos. Por el contrario, creemos que esta puede tener un efecto de estabilidad y de estimulo, pero sólo cuando se utiliza correctamente para sostener y promover los sectores de la economía real, empezando con las grandes obras de infraestructura que necesitan inversiones a largo plazo.
Al momento del estallido de la gran depresión del 29, la deuda pública estadounidense equivalía a 17 por ciento del PIB. En 1934 llegó a 40 por ciento, al 43 por ciento en 1938 y a 121 por ciento en 1946, por el gran empeño en la movilización militar y en la reconstrucción. Pero sostenía inversiones en la producción, inclusive en la militar, que podían tronarse positivas en el sector de la economía civil, por lo cual la deuda se absorbió paulatinamente.
En estos meses, en cambio, se ha creado deuda pública nueva, en mayor parte ni siquiera para mantener el gasto corriente, algo ya de por si problemático, sino para adquirir títulos tóxicos de los bancos. Sólo una pequeña parte se destinará a ayudar efectivamente a la economía productiva. A partir de la situación patológica estadounidense, mucho se preguntan cual será el efecto a mediano plazo de tanta deuda y tanta liquidez en la inflación.
Además, se estima que el año que viene Estados Unidos y Europa tendrán que refinanciar cantidades enormes de obligaciones vencidas por cerca de 3 billones de dólares y 300 mil millones de euros, respectivamente. Italia, también, en los 12 meses venideros tendrá que desembolsar otros 320 mil millones de varios títulos del Estado en vencimiento. Es difícil no imaginarse que dichos movimientos no provocarán turbulencias serias en los mercados y en las tasas de interés. La deuda pública y los títulos del Estado son instrumentos muy delicados y peligrosamente devastadores si se utilizan incorrectamente. El surgimiento de la crisis ha arriesgado a muchos gobiernos a hacer uso de modo erróneo, es decir, casi exclusivamente para salvar instituciones financieras en quiebra. La idea de que el Estado sea el prestamista de última instancia funciona y crea estabilidad si no se abusa. El incumplimiento de Argentina debería haber enseñado algo.
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En Estados unidos la deuda pública del 2009 aumentará 2 billones de dólares, 22 por ciento en un año, para llegar alrededor de los 11 billones 500 mil dólares. El PIB de Estados Unidos se acerca a los 14 billones de dólares, pero en los primeros seis meses del año perdió otros 200 mil millones de dólares a causa de la depresión económica que cerró fábricas, crea desocupación y reduce las condiciones de vida de la gente. La incidencia de la deuda pública 82 por ciento del PIB estadounidense parece contenido, con respecto al monto de la deuda italiana del 115 por ciento, pero sería bueno no olvidar que Estados Unidos tiene también una deuda privada de otros 14 billones de dólares.
Se estima que en 2009, Europa llevará al mercado obligaciones por 800 mil millones de euros. En su mayor parte para resarcirse de los nuevos déficit. En Alemania la deuda pública aumentará cerca de 200 mil millones. En España el déficit es de 50 mil millones de euros en 7 meses y se teme que a finales de año pueda subir al 8 ó 10 por ciento del PIB. En Francia el ministro del presupuesto calcula un aumento de la deuda de 10 por ciento en 2009, cerca de los 130 mil millones de euros. En Inglaterra, con una deuda privada cercana al 115 por ciento del PIB, la prensa denuncia que, luego de las nacionalizaciones del Lloyds Bank y del Royal Bank of Scotland, el gobierno, al hacer suyos los títulos tóxicos, elevaría la deuda pública del 46 al 150 por ciento del PIB.
En Japón, la deuda pública ya es de 170 por ciento del PIB y aumentará este año algunos centenares de millones de dólares. En Italia, de enero a junio, la deuda pública aumentó 90 mil millones, para llegar a la cumbre de un billón, 752 mil millones, 200 millones. Las últimas proyecciones del FMI sobre la marcha de los países industrializados son todavía más oscuras. De ninguna forma es exagerado decir que el aumento de la deuda pública a escala mundial en 2009 llegará los 4 billones de dólares que se deberán pagar con la emisión de nuevos títulos del Estado.
No somos monetaristas que ven en la deuda pública una intromisión perniciosa del Estado en los asuntos económicos. Por el contrario, creemos que esta puede tener un efecto de estabilidad y de estimulo, pero sólo cuando se utiliza correctamente para sostener y promover los sectores de la economía real, empezando con las grandes obras de infraestructura que necesitan inversiones a largo plazo.
Al momento del estallido de la gran depresión del 29, la deuda pública estadounidense equivalía a 17 por ciento del PIB. En 1934 llegó a 40 por ciento, al 43 por ciento en 1938 y a 121 por ciento en 1946, por el gran empeño en la movilización militar y en la reconstrucción. Pero sostenía inversiones en la producción, inclusive en la militar, que podían tronarse positivas en el sector de la economía civil, por lo cual la deuda se absorbió paulatinamente.
En estos meses, en cambio, se ha creado deuda pública nueva, en mayor parte ni siquiera para mantener el gasto corriente, algo ya de por si problemático, sino para adquirir títulos tóxicos de los bancos. Sólo una pequeña parte se destinará a ayudar efectivamente a la economía productiva. A partir de la situación patológica estadounidense, mucho se preguntan cual será el efecto a mediano plazo de tanta deuda y tanta liquidez en la inflación.
Además, se estima que el año que viene Estados Unidos y Europa tendrán que refinanciar cantidades enormes de obligaciones vencidas por cerca de 3 billones de dólares y 300 mil millones de euros, respectivamente. Italia, también, en los 12 meses venideros tendrá que desembolsar otros 320 mil millones de varios títulos del Estado en vencimiento. Es difícil no imaginarse que dichos movimientos no provocarán turbulencias serias en los mercados y en las tasas de interés. La deuda pública y los títulos del Estado son instrumentos muy delicados y peligrosamente devastadores si se utilizan incorrectamente. El surgimiento de la crisis ha arriesgado a muchos gobiernos a hacer uso de modo erróneo, es decir, casi exclusivamente para salvar instituciones financieras en quiebra. La idea de que el Estado sea el prestamista de última instancia funciona y crea estabilidad si no se abusa. El incumplimiento de Argentina debería haber enseñado algo.
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