Listín Diario 16/04/2010.-
Los atentados del 11/S que provocaron en EEUU pavura política y financiera, encaminaron a la economía de aquel país hacia el estancamiento, cuestión que intentó revertir la Reserva Federal llevando los tipos de interés a puntos tan bajos que desataron una burbuja inmobiliaria que detonó una crisis que los economistas comenzaron a asociar a un mal estructural que se venía gestando desde que el negocio de los commodities y todas las transacciones en bolsas se convertían en acciones ajenas a la economía real.
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El mundo lleno de papeles sin respaldo, de dólares falsos, se vio envuelto en una de las peores crisis que ha sufrido el capitalismo. Se comenzó a decir que era el inicio del fin del sistema que sustituyó con éxito el modo de producción feudal, pero resulta que en el Manifiesto Comunista redactado por los sustentadores del socialismo científico, Marx y Engels, escribieron que la burguesía, clase social dominante del sistema capitalista, “no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción”.
Partiendo de esta premisa estamos pues muy lejos del entierro de este modo de producción que al decir de ellos, los obreros, clase social que sólo vendía su fuerza de trabajo, serían el germen que lo destruiría para imponer en principio una dictadura proletaria que terminaría eliminando las clases sociales y, como consecuencia, el régimen de fuerza que les llevaría al control del Estado.
Para 1848, año en que se publica el Manifiesto se había avanzado del capitalismo rural y mercantil al capitalismo industrial, y Marx y Engels, creyendo que el capitalismo había alcanzado su clímax, afirmaron que "la burguesía, con el dominio de clase, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas”.
Por ello decidieron organizar a los obreros para la toma del poder a través del Partido Comunista sin sospechar que la incesante revolución de los instrumentos de producción se prolongaría hasta estos días, creando de la mano de la ciencia y la tecnología, nuevos trabajadores, nuevos sectores de clases, que como los trabajadores del conocimiento, desempeñan un papel que les hace convertir sus destrezas en factores de producción más decisivos que la fuerza tradicional de trabajo, la tierra y el propio capital. De eso saben China y Vietnam.
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El mundo lleno de papeles sin respaldo, de dólares falsos, se vio envuelto en una de las peores crisis que ha sufrido el capitalismo. Se comenzó a decir que era el inicio del fin del sistema que sustituyó con éxito el modo de producción feudal, pero resulta que en el Manifiesto Comunista redactado por los sustentadores del socialismo científico, Marx y Engels, escribieron que la burguesía, clase social dominante del sistema capitalista, “no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción”.
Partiendo de esta premisa estamos pues muy lejos del entierro de este modo de producción que al decir de ellos, los obreros, clase social que sólo vendía su fuerza de trabajo, serían el germen que lo destruiría para imponer en principio una dictadura proletaria que terminaría eliminando las clases sociales y, como consecuencia, el régimen de fuerza que les llevaría al control del Estado.
Para 1848, año en que se publica el Manifiesto se había avanzado del capitalismo rural y mercantil al capitalismo industrial, y Marx y Engels, creyendo que el capitalismo había alcanzado su clímax, afirmaron que "la burguesía, con el dominio de clase, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas”.
Por ello decidieron organizar a los obreros para la toma del poder a través del Partido Comunista sin sospechar que la incesante revolución de los instrumentos de producción se prolongaría hasta estos días, creando de la mano de la ciencia y la tecnología, nuevos trabajadores, nuevos sectores de clases, que como los trabajadores del conocimiento, desempeñan un papel que les hace convertir sus destrezas en factores de producción más decisivos que la fuerza tradicional de trabajo, la tierra y el propio capital. De eso saben China y Vietnam.
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