El País, 27 de junio de 2009
Michael Jackson ha sido la última incorporación a la larga lista de estrellas de la música que, sobrepasadas por su propio éxito, desaparecen de forma prematura. Su muerte, tan inesperada como previsible, pone el punto y final a una errática trayectoria vital que en las últimas décadas eclipsó sus éxitos artísticos. La muerte de Jackson es de libro: el misterio que envolvió toda su vida no ha sido ajeno a su muerte, y contribuirá sin duda a engrandecer su figura. O al menos a recuperar el lugar que merece en el olimpo de la música. Su muerte ha logrado lo que él no consiguió en vida: que la gente le recuerde como el irrepetible cantante y bailarín que era, quedando en un segundo plano sus excentricidades, sus operaciones de estética y las acusaciones de pederastia. Falleció a los 50 años. Foto: AFP
Michael Jackson ha sido la última incorporación a la larga lista de estrellas de la música que, sobrepasadas por su propio éxito, desaparecen de forma prematura. Su muerte, tan inesperada como previsible, pone el punto y final a una errática trayectoria vital que en las últimas décadas eclipsó sus éxitos artísticos. La muerte de Jackson es de libro: el misterio que envolvió toda su vida no ha sido ajeno a su muerte, y contribuirá sin duda a engrandecer su figura. O al menos a recuperar el lugar que merece en el olimpo de la música. Su muerte ha logrado lo que él no consiguió en vida: que la gente le recuerde como el irrepetible cantante y bailarín que era, quedando en un segundo plano sus excentricidades, sus operaciones de estética y las acusaciones de pederastia. Falleció a los 50 años. Foto: AFP
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