Washington, DC. 01/05/2010,-
Especial para UMBRAL.
Diadema de gracia para la cabeza de Mildred Guzmán y a un tiempo mismo collar para su cuello era la lluvia primaveral de los atascos del fin del mundo que al anocher del miércoles 21 de abril caía sin cesar sobre el campus románico flamenco de la Universidad de Georgetown y sobre el resto de la ciudad de Washington. Llovía a chaparrón deshecho sobre los árboles de Júpiter, los arces sacarinos, los acebos japoneses y sobre los doscientos cuarentiún árboles restantes del recinto amurallado
Diadema de gracia para la cabeza de Mildred Guzmán y a un tiempo mismo collar para su cuello era la lluvia primaveral de los atascos del fin del mundo que al anocher del miércoles 21 de abril caía sin cesar sobre el campus románico flamenco de la Universidad de Georgetown y sobre el resto de la ciudad de Washington. Llovía a chaparrón deshecho sobre los árboles de Júpiter, los arces sacarinos, los acebos japoneses y sobre los doscientos cuarentiún árboles restantes del recinto amurallado
A despecho de la lluvia la gente había empezado a llegar a la sala McHee porque en la academia washingtoniana como en las líneas aéreas las horas se marcan con dígitos que terminan en nueve. A las 5:29 peeme Ada Hernández y Paula Uribe disimulaban la gracia misteriosa de su aire caribe en la puntualidad inapelable de Georgetown: “Aquí se sentará el embajador Roberto Saladín; a su diestra la autora del libro que presentamos; allá la propia Paula, directora del Centro en tránsito hacia la diplomacia grande de la calle 23”. Era evidente que a la siniestra del embajador debía sentarse el escribidor de provincia propincuo a cargar con la camándula ingrata de escribir una crónica desleída de la elegancia de aquella noche.
Érase que no hace mucho tiempo hubo entre nosotros un hidalgo de los de pueblo en ristre, doctrina hincada en la historia patria, rocín partidista y galgo justiciero. Se llamaba Juan Bosch.
En su nombre habíamos desafiado el atasco de las cinco del chaparrón deshecho para asistir a la presentación en la Universidad de Georgetown del libro de Mildred Guzmán: El Bosch que yo conocí. Hace 20 años que habíamos girado junto al hoy presidente Leonel Fernández una visita al actual subsecretario de Estado Arturo Valenzuela para programar la charla que en un auditorio contiguo a la sala que usábamos la noche del miércoles había de ofrecer en la Universidad de Georgetown el propio Juan Bosch. La noche en que habló don Juan Mildred había permanecido de guardia en su oficina de la César Nicolás Penson, pero otra maestra española y republicana que al término de la Guerra Civil había pasado por Santo Domingo esperaría a don Juan a la entrada del auditorio de Georgetown para tributarle una cálida bienvenida. La noche de este miércoles 21 de abril de 2010 era la noche de Mildred.
Luego de la breve pero sentida introducción del embajador Saladín, Mildred había de valerse de citas precisas de su nuevo libro para exaltar las virtudes y aciertos de Juan Bosch. La consigna de la noche parecía precisa e inequívoca: aléjate cuanto antes de la persona que no admira y respeta en otra la honestidad, que de muy poco o nada ha de servirte su amistad. La justa valoración que de nuestro líder histórico y maestro eximio hiciera Mildred nos forzó a solicitarle a Paula Uribe un turno final de dos minutes para comprometernos en público con la escritura de un nuevo libro cuyo título, sin renunciar a la antonimia, parecería un parónimo del que aquella noche presentábamos: La Mildred que yo no conocía.
A continuación las palabras que en tal ocasión leímos:
Hay un país en el mundo/ colocado en el mismo trayecto del Sol, nos ha dicho por intentar una definición patria el poeta nacional dominicano Pedro Mir. Ese país atravesado en el mismo trayecto del Sol padeció entre 1930 y 1961 una larga y oprobiosa tiranía que desquició los cimientos éticos y morales del país dominicano. El poeta Mir, que con fulgurantes y vigorosas metáforas lo describe, había sido presentado al mundo literario dominicano de los años treinta del pasado siglo XX como nuestro poeta social.
Poco tiempo después de anunciada la parusía poética que acabamos de mencionar, tanto el presentador como el presentado iniciarían en Cuba un largo y tortuoso exilio político y literario. Hablamos de Juan Bosch y de Pedro Mir.
Y es del primero de estos dos literatos y patriotas dominicanos de quien Mildred Guzmán ha sido por 17 años secretaria personal. Y de ese hecho providencial en su vida le vienen a Mildred la nombradía y la sonrisa de oreja a oreja que hoy disfruta. El hecho no es para menos. Si la buena ventura de Mildred no la hubiera llevado al círculo íntimo de Juan Bosch, ninguno de nosotros la conocería hoy a ella; o a lo sumo un reducido número de nosotros la conoceríamos sólo como la hermana en Cristo que es ella en su vecindario y en su escuela.
El azar la puso a Mildred en el camino del dominicano más trascendente de todos los tiempos. Y por eso ha querido Mildred escribir el libro que hoy presentamos ante ustedes, pero que ya hace meses que es en República Dominicana un verdadero best-seller, a cuya puesta en circulación han asistido el jefe del Estado dominicano, el ministro de Hacienda, y otros altos cargos del gobierno y público en general. Tantísimo pesa en la República Dominicana y fuera de ella el nombre de Juan Bosch.
El trabajo de Mildred junto a don Juan le brindó a ella la oportunidad de codearse con las figuras de más alto vuelo literario en el continente Americano y más allá, como el incomparable poeta colombiano de la prosa y Nobel de literatura Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Nicolás Guillén, Carlos Fuentes, y muchos otros.
Todas esas para ella deslumbrantes experiencias aparecen de alguna manera recogidas en el libro El Bosch que yo conocí, un proyecto acariciado por Mildred durante largo tiempo. Mildred tenía razón. Válido es su testimonio de vida junto a Juan Bosch. En horas de la mañana de hoy, y a propósito de esta presentación en Georgetown University del libro de Mildred, nos comentaba el embajador Roberto Saladín acerca de uno de los estereotipos dinámicos fundamentales que desde la niñez de Juan Bosch regieron su conducta: la generosidad. Al embajador Saladín le sobran recursos retóricos para referirse al tema. Nosotros lo mencionamos sólo como ejemplo de uno de esos preciados estereotipos dinámicos fundamentales que rigieron siempre el ejemplar comportamiento humano del maestro eximio y líder histórico del pueblo dominicano.
Al honrar hoy la ejemplaridad de Juan Bosch, nos honramos a nosotros mismos.
Érase que no hace mucho tiempo hubo entre nosotros un hidalgo de los de pueblo en ristre, doctrina hincada en la historia patria, rocín partidista y galgo justiciero. Se llamaba Juan Bosch.
En su nombre habíamos desafiado el atasco de las cinco del chaparrón deshecho para asistir a la presentación en la Universidad de Georgetown del libro de Mildred Guzmán: El Bosch que yo conocí. Hace 20 años que habíamos girado junto al hoy presidente Leonel Fernández una visita al actual subsecretario de Estado Arturo Valenzuela para programar la charla que en un auditorio contiguo a la sala que usábamos la noche del miércoles había de ofrecer en la Universidad de Georgetown el propio Juan Bosch. La noche en que habló don Juan Mildred había permanecido de guardia en su oficina de la César Nicolás Penson, pero otra maestra española y republicana que al término de la Guerra Civil había pasado por Santo Domingo esperaría a don Juan a la entrada del auditorio de Georgetown para tributarle una cálida bienvenida. La noche de este miércoles 21 de abril de 2010 era la noche de Mildred.
Luego de la breve pero sentida introducción del embajador Saladín, Mildred había de valerse de citas precisas de su nuevo libro para exaltar las virtudes y aciertos de Juan Bosch. La consigna de la noche parecía precisa e inequívoca: aléjate cuanto antes de la persona que no admira y respeta en otra la honestidad, que de muy poco o nada ha de servirte su amistad. La justa valoración que de nuestro líder histórico y maestro eximio hiciera Mildred nos forzó a solicitarle a Paula Uribe un turno final de dos minutes para comprometernos en público con la escritura de un nuevo libro cuyo título, sin renunciar a la antonimia, parecería un parónimo del que aquella noche presentábamos: La Mildred que yo no conocía.
A continuación las palabras que en tal ocasión leímos:
Hay un país en el mundo/ colocado en el mismo trayecto del Sol, nos ha dicho por intentar una definición patria el poeta nacional dominicano Pedro Mir. Ese país atravesado en el mismo trayecto del Sol padeció entre 1930 y 1961 una larga y oprobiosa tiranía que desquició los cimientos éticos y morales del país dominicano. El poeta Mir, que con fulgurantes y vigorosas metáforas lo describe, había sido presentado al mundo literario dominicano de los años treinta del pasado siglo XX como nuestro poeta social.
Poco tiempo después de anunciada la parusía poética que acabamos de mencionar, tanto el presentador como el presentado iniciarían en Cuba un largo y tortuoso exilio político y literario. Hablamos de Juan Bosch y de Pedro Mir.
Y es del primero de estos dos literatos y patriotas dominicanos de quien Mildred Guzmán ha sido por 17 años secretaria personal. Y de ese hecho providencial en su vida le vienen a Mildred la nombradía y la sonrisa de oreja a oreja que hoy disfruta. El hecho no es para menos. Si la buena ventura de Mildred no la hubiera llevado al círculo íntimo de Juan Bosch, ninguno de nosotros la conocería hoy a ella; o a lo sumo un reducido número de nosotros la conoceríamos sólo como la hermana en Cristo que es ella en su vecindario y en su escuela.
El azar la puso a Mildred en el camino del dominicano más trascendente de todos los tiempos. Y por eso ha querido Mildred escribir el libro que hoy presentamos ante ustedes, pero que ya hace meses que es en República Dominicana un verdadero best-seller, a cuya puesta en circulación han asistido el jefe del Estado dominicano, el ministro de Hacienda, y otros altos cargos del gobierno y público en general. Tantísimo pesa en la República Dominicana y fuera de ella el nombre de Juan Bosch.
El trabajo de Mildred junto a don Juan le brindó a ella la oportunidad de codearse con las figuras de más alto vuelo literario en el continente Americano y más allá, como el incomparable poeta colombiano de la prosa y Nobel de literatura Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Nicolás Guillén, Carlos Fuentes, y muchos otros.
Todas esas para ella deslumbrantes experiencias aparecen de alguna manera recogidas en el libro El Bosch que yo conocí, un proyecto acariciado por Mildred durante largo tiempo. Mildred tenía razón. Válido es su testimonio de vida junto a Juan Bosch. En horas de la mañana de hoy, y a propósito de esta presentación en Georgetown University del libro de Mildred, nos comentaba el embajador Roberto Saladín acerca de uno de los estereotipos dinámicos fundamentales que desde la niñez de Juan Bosch regieron su conducta: la generosidad. Al embajador Saladín le sobran recursos retóricos para referirse al tema. Nosotros lo mencionamos sólo como ejemplo de uno de esos preciados estereotipos dinámicos fundamentales que rigieron siempre el ejemplar comportamiento humano del maestro eximio y líder histórico del pueblo dominicano.
Al honrar hoy la ejemplaridad de Juan Bosch, nos honramos a nosotros mismos.
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