Listín Diario 23/7/2010.-
El morbo, la especulación, la intriga, el chisme y la politiquería parecen dilatar el fin de la novela Figueroa Agosto. Da la impresión de estar entre las líneas de La caja oblonga con todo y su trágico Final, o La carta robada con los marañosos vericuetos que enredaron a los expertos en investigación, complicados en sus ordinarias técnicas, sin que se dieran cuenta que la solución siempre estuvo a la vista.
El morbo, la especulación, la intriga, el chisme y la politiquería parecen dilatar el fin de la novela Figueroa Agosto. Da la impresión de estar entre las líneas de La caja oblonga con todo y su trágico Final, o La carta robada con los marañosos vericuetos que enredaron a los expertos en investigación, complicados en sus ordinarias técnicas, sin que se dieran cuenta que la solución siempre estuvo a la vista.
Esto, sin embargo, no es literatura. No se trata de un Edgar Allan Poe volando entre el opio, el alcohol y la imaginación; es verdad cruda y sangrienta. Verdad que ha mantenido a nuestra sociedad aterrada, verdad que nadie sabe qué verdades oculta, verdad que no nos muestra cuáles son las mentiras; verdad, que por el hábito maniqueo, no llena la curiosidad de saber de quiénes son los sicarios, si de los malos o de los “buenos”.
Y uno quiere creer algunas cosas. Creer, por ejemplo, que los involucrados con el capo tiemblan como declaró recientemente el jefe de policías de Puerto Rico. Pero ocurre que tienen tanto tiempo temblando que se les ha olvidado porqué tiemblan. Es que desde el apresamiento del señor Quirino las autoridades (¿Tienen realmente autoridad?) vienen masticándole a la prensa vaticinios apocalípticos para el crimen organizado: “Caerán nombres que estremecerán al país”, han repetido.
Han hecho un rosario de estas expresiones que lucen más propagandísticas que serias. Con ellas procuran, quizás, mostrar la eficiencia que no se ve y que la gente resume en estas simples palabras: “De aquí se escapan y fuera los atrapan”. “Toño Leña”, José Figueroa Agosto y Sobeida Félix Morel, son botones suficientes para justificar esta especie de consigna contra la ineficiencia, ineptitud o ¿complicidad?
Que nada pasará cree la mayoría de los dominicanos asiéndose de frustrantes experiencias; pues ven todo confuso, como una orgía de tentáculos que enmaraña corbatas, uniformes, togas y birretes, curules, “tígueres”, macanas, ramos, escudos, banderas, callejas, avenidas, callejones, barrios, residenciales, casuchas, torres y mansiones. Como espectador no tengo más remedio que estar pendiente de esta apasionante y terrorífica novela con la esperanza de que no se convierta en una interminable saga que arrastre a toda la sociedad hacia el fango, hacia la podredumbre colectiva, hacia la “mexicanización”, hacia el terrorismo gansteril que envuelva en pavura a los que ven este país como destino seguro para invertir.
Es que todavía vamos bien, a pesar, como dicen los empresarios, de que nuestro modelo económico se agota, a pasar de que por ello los empleos que generamos son de baja calidad, a pesar de que no hemos conjurados las grandes desigualdades económicas y sociales, a pesar de que va lento el pago de la deuda social acumulada. Pero ocurre que si nos arropan las redes del crimen organizado no habrá valido de nada lo que hemos alcanzado y se esfumará el futuro.
Y uno quiere creer algunas cosas. Creer, por ejemplo, que los involucrados con el capo tiemblan como declaró recientemente el jefe de policías de Puerto Rico. Pero ocurre que tienen tanto tiempo temblando que se les ha olvidado porqué tiemblan. Es que desde el apresamiento del señor Quirino las autoridades (¿Tienen realmente autoridad?) vienen masticándole a la prensa vaticinios apocalípticos para el crimen organizado: “Caerán nombres que estremecerán al país”, han repetido.
Han hecho un rosario de estas expresiones que lucen más propagandísticas que serias. Con ellas procuran, quizás, mostrar la eficiencia que no se ve y que la gente resume en estas simples palabras: “De aquí se escapan y fuera los atrapan”. “Toño Leña”, José Figueroa Agosto y Sobeida Félix Morel, son botones suficientes para justificar esta especie de consigna contra la ineficiencia, ineptitud o ¿complicidad?
Que nada pasará cree la mayoría de los dominicanos asiéndose de frustrantes experiencias; pues ven todo confuso, como una orgía de tentáculos que enmaraña corbatas, uniformes, togas y birretes, curules, “tígueres”, macanas, ramos, escudos, banderas, callejas, avenidas, callejones, barrios, residenciales, casuchas, torres y mansiones. Como espectador no tengo más remedio que estar pendiente de esta apasionante y terrorífica novela con la esperanza de que no se convierta en una interminable saga que arrastre a toda la sociedad hacia el fango, hacia la podredumbre colectiva, hacia la “mexicanización”, hacia el terrorismo gansteril que envuelva en pavura a los que ven este país como destino seguro para invertir.
Es que todavía vamos bien, a pesar, como dicen los empresarios, de que nuestro modelo económico se agota, a pasar de que por ello los empleos que generamos son de baja calidad, a pesar de que no hemos conjurados las grandes desigualdades económicas y sociales, a pesar de que va lento el pago de la deuda social acumulada. Pero ocurre que si nos arropan las redes del crimen organizado no habrá valido de nada lo que hemos alcanzado y se esfumará el futuro.
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