Por Manolo Pichardo
Listín Diario
Para el año 1994 el fin de un ciclo biológico ponía término a otro de carácter político. Juan Bosch asistía a su última contienda electoral como candidato del Partido de la Liberación Dominicana y Joaquín Balaguer ponía en marcha su jugada final para tropezar con monitores nacionales y extranjeros. El tiempo corría como hacia un desconocido y letal horizonte sin retorno para dejarle libre el camino a Peña Gómez, porque para entonces la industria partidaria no había mostrado a la sociedad un producto capaz de competir con el líder del Partido Revolucionario Dominicano.
Listín Diario
Para el año 1994 el fin de un ciclo biológico ponía término a otro de carácter político. Juan Bosch asistía a su última contienda electoral como candidato del Partido de la Liberación Dominicana y Joaquín Balaguer ponía en marcha su jugada final para tropezar con monitores nacionales y extranjeros. El tiempo corría como hacia un desconocido y letal horizonte sin retorno para dejarle libre el camino a Peña Gómez, porque para entonces la industria partidaria no había mostrado a la sociedad un producto capaz de competir con el líder del Partido Revolucionario Dominicano.
Justo en el momento en que las puertas del tiempo se cierran para los dos grandes colosos políticos de la última mitad del pasado siglo, surge como de la nada Leonel Fernández, un joven de condiciones extraordinarias que sirvió de contrapeso al liderazgo de Peña Gómez y, con su discurso de centro izquierda, tuvo la habilidad de atraerse a los sectores conservadores que estuvieron bajo las orientaciones del caudillo de los Doce Años.
A Leonel no se le veía en el PLD como sustituto de Juan Bosch, pues dirigentes de una generación más cercana al líder parecían avanzar con más prisa hacia la toma del control partidario; sin embargo, la contienda interna para escoger al candidato a la presidencia de esa organización política dio la oportunidad al joven abogado de mostrar un discurso más a tono con una sociedad que demandaba un liderazgo diferente, ubicado en el contexto en que nuevos actores sociales, ajenos a las organizaciones políticas, son determinantes a la hora de construir un Estado moderno.
Con la solidez y fluidez de un discurso ornamentado con su vasta cultura general, se abrió espacio hasta ganar la Presidencia de la República, logrando una administración exitosa, en la que el crecimiento con baja inflación, la generación de empleos, la inversión en obras de infraestructuras, en educación, salud y la modernización de los servicios públicos, le mereció el elogio de organismos financieros internacionales que llevaron a definir como “el milagro dominicano” el producto de aquella gestión peledeísta, cuyo impacto repercutió en la disminución de la pobreza.
Salió de la presidencia con una alta popularidad, pero el PLD no pudo retener el gobierno en razón de que las fuerzas que le llevaron al poder fueron divididas, porque Balaguer, con casi cien años de edad, ponía como condición para reeditar la alianza denominada como “El Frente Patriótico” que él debía encabezar la boleta y que Danilo Medina, candidato a la presidencia por el partido morado, le acompañara en la vicepresidencia.
Tras el vendaval que azotó la economía dominicana durante la gestión siguiente, en la que se perdieron los empleos generados en la administración pasada, escapó la inversión extranjera, quebraron grandes, medianos y pequeños empresarios y se generó pobreza y pobreza extrema, volvió Leonel al poder y en los primeros meses la economía inició un espectacular proceso de recuperación, al punto que al evaluar el desempeño del primer año de gobierno escuché decir a un representante de los organismos financieros internacionales: “Hemos pasado de un círculo vicioso de incertidumbre a un círculo virtuoso de recuperación, crecimiento y esperanza”.
Leonel logra reelegirse en 2008 y la crisis alimentaria global es el primer escollo que debe enfrentar, pero no se supera la primera y llega la crisis financiera mundial; ambas las sortea con éxito, y como si fuera poco lleva a los foros internacionales propuestas orientadas a terminar con el mal estructural del que aún no se sacude el planeta.
Con ello sigue afianzando su liderazgo regional, manifiesto en la Cumbre de Río celebrada en el país, en la que reconcilió a los presidentes Correa, Chávez y Uribe, y en el papel que desempeñó en el SICA y la OEA frente al golpe de Estado perpetrado contra Manuel Zelaya, acciones que le merecieron el calificativo de “ancla del Caribe” por parte del Presidente alemán durante su visita al país europeo.
La construcción del Metro de Santo Domingo, mega proyecto destinado a conjurar la vieja situación de caos en el transporte público de pasajeros y la redacción de una nueva constitución ajustada a la realidad de una sociedad que se ha transformado desde 1966, son sus obras más importantes en tres períodos.
El nuevo Contrato Social, que a decir de algunos juristas latinoamericanos es la constitución más garantista de la región, prohíbe la reelección presidencial.
Sabe la sociedad, saben los constituyentes, sabe Leonel Fernández que, independientemente de las interpretaciones que se quieran hacer del texto para abrir una brecha a la reelección, el espíritu no reeleccionista primó a la hora de la redacción, por lo que el presidente, hombre inteligente que a fuerza de experiencia se ha convertido en un estadista, no enlodará las páginas que la historia está escribiendo sobre él, porque es consciente de que en el 2016 puede retornar para seguir añadiendo líneas que lo consagren como el Presidente que afianzó la institucionalidad democrática, impulsó la modernización y el desarrollo de la República Dominicana y la insertó en el concierto de naciones.
¿Puede tener el pueblo la última palabra? ¿Renegará el padre de esta Constitución moderna y garantista de su creación? Con el aparente resquicio que dejó abierto, Leonel inicia una movida que procura mantener a peones y alfiles evitando el vacío que se crea cuando el rey se va, y a las torres firmes, para que su edificio se mantenga en pie y sin ralladuras hasta el 2012 para ocuparlo de nuevo en el 2016.
A Leonel no se le veía en el PLD como sustituto de Juan Bosch, pues dirigentes de una generación más cercana al líder parecían avanzar con más prisa hacia la toma del control partidario; sin embargo, la contienda interna para escoger al candidato a la presidencia de esa organización política dio la oportunidad al joven abogado de mostrar un discurso más a tono con una sociedad que demandaba un liderazgo diferente, ubicado en el contexto en que nuevos actores sociales, ajenos a las organizaciones políticas, son determinantes a la hora de construir un Estado moderno.
Con la solidez y fluidez de un discurso ornamentado con su vasta cultura general, se abrió espacio hasta ganar la Presidencia de la República, logrando una administración exitosa, en la que el crecimiento con baja inflación, la generación de empleos, la inversión en obras de infraestructuras, en educación, salud y la modernización de los servicios públicos, le mereció el elogio de organismos financieros internacionales que llevaron a definir como “el milagro dominicano” el producto de aquella gestión peledeísta, cuyo impacto repercutió en la disminución de la pobreza.
Salió de la presidencia con una alta popularidad, pero el PLD no pudo retener el gobierno en razón de que las fuerzas que le llevaron al poder fueron divididas, porque Balaguer, con casi cien años de edad, ponía como condición para reeditar la alianza denominada como “El Frente Patriótico” que él debía encabezar la boleta y que Danilo Medina, candidato a la presidencia por el partido morado, le acompañara en la vicepresidencia.
Tras el vendaval que azotó la economía dominicana durante la gestión siguiente, en la que se perdieron los empleos generados en la administración pasada, escapó la inversión extranjera, quebraron grandes, medianos y pequeños empresarios y se generó pobreza y pobreza extrema, volvió Leonel al poder y en los primeros meses la economía inició un espectacular proceso de recuperación, al punto que al evaluar el desempeño del primer año de gobierno escuché decir a un representante de los organismos financieros internacionales: “Hemos pasado de un círculo vicioso de incertidumbre a un círculo virtuoso de recuperación, crecimiento y esperanza”.
Leonel logra reelegirse en 2008 y la crisis alimentaria global es el primer escollo que debe enfrentar, pero no se supera la primera y llega la crisis financiera mundial; ambas las sortea con éxito, y como si fuera poco lleva a los foros internacionales propuestas orientadas a terminar con el mal estructural del que aún no se sacude el planeta.
Con ello sigue afianzando su liderazgo regional, manifiesto en la Cumbre de Río celebrada en el país, en la que reconcilió a los presidentes Correa, Chávez y Uribe, y en el papel que desempeñó en el SICA y la OEA frente al golpe de Estado perpetrado contra Manuel Zelaya, acciones que le merecieron el calificativo de “ancla del Caribe” por parte del Presidente alemán durante su visita al país europeo.
La construcción del Metro de Santo Domingo, mega proyecto destinado a conjurar la vieja situación de caos en el transporte público de pasajeros y la redacción de una nueva constitución ajustada a la realidad de una sociedad que se ha transformado desde 1966, son sus obras más importantes en tres períodos.
El nuevo Contrato Social, que a decir de algunos juristas latinoamericanos es la constitución más garantista de la región, prohíbe la reelección presidencial.
Sabe la sociedad, saben los constituyentes, sabe Leonel Fernández que, independientemente de las interpretaciones que se quieran hacer del texto para abrir una brecha a la reelección, el espíritu no reeleccionista primó a la hora de la redacción, por lo que el presidente, hombre inteligente que a fuerza de experiencia se ha convertido en un estadista, no enlodará las páginas que la historia está escribiendo sobre él, porque es consciente de que en el 2016 puede retornar para seguir añadiendo líneas que lo consagren como el Presidente que afianzó la institucionalidad democrática, impulsó la modernización y el desarrollo de la República Dominicana y la insertó en el concierto de naciones.
¿Puede tener el pueblo la última palabra? ¿Renegará el padre de esta Constitución moderna y garantista de su creación? Con el aparente resquicio que dejó abierto, Leonel inicia una movida que procura mantener a peones y alfiles evitando el vacío que se crea cuando el rey se va, y a las torres firmes, para que su edificio se mantenga en pie y sin ralladuras hasta el 2012 para ocuparlo de nuevo en el 2016.
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