El País 17/06/2010.-
Aunque parezca complicado, hay un país en el que cantar el himno es casi más difícil que en España. El pasado 11 de junio Sudáfrica inauguró su Mundial y el himno nacional sonó ante millones de telespectadores en todo el mundo. ¿Cuántos se dieron cuenta de que las 80.000 personas que abarrotaban el estadio Soccer City de Johanesburgo tuvieron que cambiar hasta cinco veces de lengua para entonar la canción al unísono? ¿Cuántos sabían que Sudáfrica tiene 11 lenguas oficiales? ¿Sabías que entre esas nueve lenguas no se encuentra el korana, que según la Unesco no hablan más de seis personas y es un firme candidato a unirse a la lista de idiomas extintos? ¿Cómo sobrevive y cómo muere una lengua?
A principios de este año, medios de todo el mundo celebraron un funeral por el idioma bo cuando la última hablante de esa tribu de las islas Andamán (India) falleció a los 85 años. Sin embargo, la lingüista Colette Grinevald, con cuatro décadas de experiencia de trabajo con lenguas indígenas americanas, pone en duda el concepto de último hablante: "Es un mito para periodistas, nunca se sabe cuál es la última persona que habla una lengua porque los últimos hablantes se esconden al ser una lengua despreciada". Grinevald (Argel, 1947) recuerda los primeros manifiestos a favor del plurilingüismo en los 80 y asegura que los lingüistas llegaron "con 20 años de retraso respecto a los biólogos" en la defensa de la diversidad. De vuelta a 2010, los programas se han multiplicado, pero no está claro que la ayuda sea suficiente y los expertos estiman que más de la mitad de las 6.000 lenguas que se hablan en el mundo están amenazadas.
De Kurdistán a Nicaragua
"El programa Sorosoro se inició en junio de 2008 tras dos años de reflexión y preparación. Su finalidad es contribuir a la salvaguarda de las lenguas y las culturas en peligro a través de los medios audiovisuales" cuenta Rozenn Milin, directora de esta iniciativa de la Fundación Chirac, la organización creada por el ex presidente francés. Nacida hace medio siglo en la Bretaña francesa, en cuya lengua lanzó una televisión bilingüe pionera en Francia, Milin relata por correo electrónico que se concienció definitivamente sobre la diversidad cultural en un viaje al Kurdistán turco a principios de los 80: "Había un pueblo sin apenas electricidad con un único aparato de televisión en la plaza. Todos miraban el mismo programa: ¡la serie americana Dallas traducida al turco! Eso me provocó vértigo. Era como una señal de alarma".
En esa misma época, las señales de alarma del Kurdistán eran ya un grito desesperado en la selva centroamericana. Grinevald llegó en 1984 a Nicaragua, donde la revolución más linda del mundo cruzó su destino con el del pueblo rama, una comunidad que no llega al millar de personas. "Llegaron llorando al Gobierno sandinista porque habían perdido su lengua. La despreciaban tanto que la habían perdido", cuenta telefónicamente desde Lyon, en cuya Universidad da clases y forma parte del laboratorio Dinámica del Lenguaje. Como este pueblo indígena de la costa atlántica nicaragüense no hablaba castellano sino inglés criollo, los sandinistas pidieron ayuda a Grinevald, entonces profesora en la Universidad de Oregon (EE UU).
Un cuarto de siglo después, la hazaña profesional de Grinevald continúa. Su desprecio hacia "el hablante que asume un estatus por ser el último", le ha llevado a despreocuparse por saber si cuando llegó al territorio de los ramas había más o menos de cinco personas capaces de hablar en esa lengua de la familia chibcha. Lo importante es que dio con una: "Los hablantes se escondían, pero busqué y al final encontré una viejecita que la conocía muy bien y estaba dispuesta a enseñarla". De las conversaciones con Miss Nora (fallecida en 2001) hasta hoy, la situación ha cambiado mucho: "Todos quieren aprenderla. Quieren hablar por la calle y que otros los reconozcan como ramas. No es para expresarse sino por identidad, en eso hemos ganado la batalla".
Los jóvenes ramas, como sus padres, no hablan la lengua, pero chapurrean algunas expresiones. "Los europeos creen que rescatar es que vuelva a hablarse como lengua materna, pero hay pocos ejemplos de eso. Los más conocidos son el hebreo y el irlandés. Ambos son proyectos estatales con una inversión enorme", dice Grinevald. Más modesto es el proyecto Turkulka.net, un diccionario online de unas 3.500 palabras. "¡Hasta los japoneses pueden saber que existimos!", exclamaron los ramas al verlo por primera vez.
Divulgación en la Red
Todo ese trabajo no pasó desapercibido para Sorosoro, que cuenta con Grinevald en su consejo científico y que también ha encontrado en la Red una aliada. "Lo que defendemos, en el fondo, es la idea misma de diversidad, que es necesaria para el ser humano", señala Milin. Su punta de lanza es el portal Sorosoro.org (disponible en español) y que incorpora un canal en Youtube para ver los trabajos de sus equipos de campo. Vídeos como los que acompañan este artículo; en los que Jean Emile y Henriette nos enseñan a contar en punu o a decir los días de la semana en mpongwe, una de las más de 40 lenguas que conviven en Gabón y a la que las previsiones más optimistas atribuyen unos 4.000 hablantes. Sus oyentes potenciales se cuentan ahora, sin embargo, por millones.
La idea, como la de los numerosos recursos online de otras organizaciones similares, es convertir al potencial enemigo en aliado: la Unesco ha alertado en varias ocasiones del peligro para la uniformización cultural que supone Internet, donde el 90% de contenidos se escriben en apenas una docena de lenguas. Y es que la Red refleja lo que es la Humanidad. "Yo creo que alrededor de un 50% de las lenguas actuales no llegarán al siglo XXII", señala Carme Junyent desde la Universidad de Barcelona. Esta profesora de lingüística es una de las pioneras del estudio de lenguas amenazadas en España. En 1992, creó junto con unos alumnos el Grupo de Estudio de Lenguas Amenazadas.
Junyent, a la que cuesta localizar al teléfono en su despacho, describe una actividad frenética que les ha llevado a inventariar unas 300 lenguas con presencia en Cataluña , del catalán a hasta cinco variedades de chino aportadas por la inmigración. Un trabajo desbordante en un grupo de apenas siete personas que nació para promover el estudio de lenguas olvidadas en la facultad. "Fracasamos rotundamente en este sentido", reconoce sin sonar demasiado nostálgica, "en cambio hemos descubierto que en Cataluña se hablan muchas lenguas y se llevan a cabo iniciativas que las dignifican".
Intrínsecamente multilingües
Las palabras vergüenza y dignidad suenan continuamente en boca de las personas que saben cómo mueren las lenguas. Cómo sus hablantes las matan por vergüenza a usarlas en público. Cómo la presión de otra lengua dominante les hace creer que la suya es menos digna. Sobre esas situaciones recibió una inesperada lección Grinevald cuando estaba casada con un "americano monolingüe" y vivía en EE UU. Un día, su hijo mayor le dio patadas al salir del cole por hablarle en francés ante sus compañeros. La solución fue ampliar su horizonte: "Cuando cumplieron cuatro y seis años me llevé a mis hijos a Francia y vieron que allí todos hablaban francés. Vieron que yo no era una loca, sino francesa".
"Hay una pequeña falacia: todo el mundo piensa que es mejor hablar una lengua para comunicarse, pero hay casos que contradicen esto" señala Iraide Ibarretxe, profesora de la Universidad de Zaragoza, en la que organizó este mismo año un Curso de lenguas en peligro de desaparición y procesos de revitalización. Las contradicciones son fundamentalmente dos: la tendencia de las lenguas a diversificarse cuando crece la comunidad de hablantes -"La lengua es un ser vivo y va a ir cambiando. Ahora se habla de varios ingleses, no ya solo de británico o americano"- y las capacidades cognitivas del ser humano, que es "intrínsecamente multilingüe" como muestran los habitantes de países como India o Papúa-Nueva Guinea, donde todo el mundo maneja varias lenguas.
Ibarretxe, que es bilingüe en castellano y euskera, cuenta que el curso partió de la idea del otro profesor coordinador, Alberto Hijazo, al entrar en contacto con las lenguas indígenas de California, pero su contenido se adaptó a la situación española. "En Zaragoza estaba el maremágnum de la ley autonómica de lenguas, había mucha desinformación y se pensó que podía ser interesante". El aragonés, con unos 10.000 hablantes, es una de las cuatro lenguas de España que aparecen en el Atlas de la Unesco de lenguas en peligro, junto con asturiano, aranés y euskera. Tanto Junyent como Ibarretxe alertan de que estas iniciativas enmascaran una diversidad lingüística mayor. Para Grinevald, que se considera "medio baturra" porque aprendió español en Zaragoza y visita asiduamente Cataluña desde hace cuatro décadas, el problema de la defensa de lenguas minoritarias en Europa va más allá: "Es interesante que no se traduce en una solidaridad con las lenguas americanas, es una batalla entre élites europeas".
De Kurdistán a Nicaragua
"El programa Sorosoro se inició en junio de 2008 tras dos años de reflexión y preparación. Su finalidad es contribuir a la salvaguarda de las lenguas y las culturas en peligro a través de los medios audiovisuales" cuenta Rozenn Milin, directora de esta iniciativa de la Fundación Chirac, la organización creada por el ex presidente francés. Nacida hace medio siglo en la Bretaña francesa, en cuya lengua lanzó una televisión bilingüe pionera en Francia, Milin relata por correo electrónico que se concienció definitivamente sobre la diversidad cultural en un viaje al Kurdistán turco a principios de los 80: "Había un pueblo sin apenas electricidad con un único aparato de televisión en la plaza. Todos miraban el mismo programa: ¡la serie americana Dallas traducida al turco! Eso me provocó vértigo. Era como una señal de alarma".
En esa misma época, las señales de alarma del Kurdistán eran ya un grito desesperado en la selva centroamericana. Grinevald llegó en 1984 a Nicaragua, donde la revolución más linda del mundo cruzó su destino con el del pueblo rama, una comunidad que no llega al millar de personas. "Llegaron llorando al Gobierno sandinista porque habían perdido su lengua. La despreciaban tanto que la habían perdido", cuenta telefónicamente desde Lyon, en cuya Universidad da clases y forma parte del laboratorio Dinámica del Lenguaje. Como este pueblo indígena de la costa atlántica nicaragüense no hablaba castellano sino inglés criollo, los sandinistas pidieron ayuda a Grinevald, entonces profesora en la Universidad de Oregon (EE UU).
Un cuarto de siglo después, la hazaña profesional de Grinevald continúa. Su desprecio hacia "el hablante que asume un estatus por ser el último", le ha llevado a despreocuparse por saber si cuando llegó al territorio de los ramas había más o menos de cinco personas capaces de hablar en esa lengua de la familia chibcha. Lo importante es que dio con una: "Los hablantes se escondían, pero busqué y al final encontré una viejecita que la conocía muy bien y estaba dispuesta a enseñarla". De las conversaciones con Miss Nora (fallecida en 2001) hasta hoy, la situación ha cambiado mucho: "Todos quieren aprenderla. Quieren hablar por la calle y que otros los reconozcan como ramas. No es para expresarse sino por identidad, en eso hemos ganado la batalla".
Los jóvenes ramas, como sus padres, no hablan la lengua, pero chapurrean algunas expresiones. "Los europeos creen que rescatar es que vuelva a hablarse como lengua materna, pero hay pocos ejemplos de eso. Los más conocidos son el hebreo y el irlandés. Ambos son proyectos estatales con una inversión enorme", dice Grinevald. Más modesto es el proyecto Turkulka.net, un diccionario online de unas 3.500 palabras. "¡Hasta los japoneses pueden saber que existimos!", exclamaron los ramas al verlo por primera vez.
Divulgación en la Red
Todo ese trabajo no pasó desapercibido para Sorosoro, que cuenta con Grinevald en su consejo científico y que también ha encontrado en la Red una aliada. "Lo que defendemos, en el fondo, es la idea misma de diversidad, que es necesaria para el ser humano", señala Milin. Su punta de lanza es el portal Sorosoro.org (disponible en español) y que incorpora un canal en Youtube para ver los trabajos de sus equipos de campo. Vídeos como los que acompañan este artículo; en los que Jean Emile y Henriette nos enseñan a contar en punu o a decir los días de la semana en mpongwe, una de las más de 40 lenguas que conviven en Gabón y a la que las previsiones más optimistas atribuyen unos 4.000 hablantes. Sus oyentes potenciales se cuentan ahora, sin embargo, por millones.
La idea, como la de los numerosos recursos online de otras organizaciones similares, es convertir al potencial enemigo en aliado: la Unesco ha alertado en varias ocasiones del peligro para la uniformización cultural que supone Internet, donde el 90% de contenidos se escriben en apenas una docena de lenguas. Y es que la Red refleja lo que es la Humanidad. "Yo creo que alrededor de un 50% de las lenguas actuales no llegarán al siglo XXII", señala Carme Junyent desde la Universidad de Barcelona. Esta profesora de lingüística es una de las pioneras del estudio de lenguas amenazadas en España. En 1992, creó junto con unos alumnos el Grupo de Estudio de Lenguas Amenazadas.
Junyent, a la que cuesta localizar al teléfono en su despacho, describe una actividad frenética que les ha llevado a inventariar unas 300 lenguas con presencia en Cataluña , del catalán a hasta cinco variedades de chino aportadas por la inmigración. Un trabajo desbordante en un grupo de apenas siete personas que nació para promover el estudio de lenguas olvidadas en la facultad. "Fracasamos rotundamente en este sentido", reconoce sin sonar demasiado nostálgica, "en cambio hemos descubierto que en Cataluña se hablan muchas lenguas y se llevan a cabo iniciativas que las dignifican".
Intrínsecamente multilingües
Las palabras vergüenza y dignidad suenan continuamente en boca de las personas que saben cómo mueren las lenguas. Cómo sus hablantes las matan por vergüenza a usarlas en público. Cómo la presión de otra lengua dominante les hace creer que la suya es menos digna. Sobre esas situaciones recibió una inesperada lección Grinevald cuando estaba casada con un "americano monolingüe" y vivía en EE UU. Un día, su hijo mayor le dio patadas al salir del cole por hablarle en francés ante sus compañeros. La solución fue ampliar su horizonte: "Cuando cumplieron cuatro y seis años me llevé a mis hijos a Francia y vieron que allí todos hablaban francés. Vieron que yo no era una loca, sino francesa".
"Hay una pequeña falacia: todo el mundo piensa que es mejor hablar una lengua para comunicarse, pero hay casos que contradicen esto" señala Iraide Ibarretxe, profesora de la Universidad de Zaragoza, en la que organizó este mismo año un Curso de lenguas en peligro de desaparición y procesos de revitalización. Las contradicciones son fundamentalmente dos: la tendencia de las lenguas a diversificarse cuando crece la comunidad de hablantes -"La lengua es un ser vivo y va a ir cambiando. Ahora se habla de varios ingleses, no ya solo de británico o americano"- y las capacidades cognitivas del ser humano, que es "intrínsecamente multilingüe" como muestran los habitantes de países como India o Papúa-Nueva Guinea, donde todo el mundo maneja varias lenguas.
Ibarretxe, que es bilingüe en castellano y euskera, cuenta que el curso partió de la idea del otro profesor coordinador, Alberto Hijazo, al entrar en contacto con las lenguas indígenas de California, pero su contenido se adaptó a la situación española. "En Zaragoza estaba el maremágnum de la ley autonómica de lenguas, había mucha desinformación y se pensó que podía ser interesante". El aragonés, con unos 10.000 hablantes, es una de las cuatro lenguas de España que aparecen en el Atlas de la Unesco de lenguas en peligro, junto con asturiano, aranés y euskera. Tanto Junyent como Ibarretxe alertan de que estas iniciativas enmascaran una diversidad lingüística mayor. Para Grinevald, que se considera "medio baturra" porque aprendió español en Zaragoza y visita asiduamente Cataluña desde hace cuatro décadas, el problema de la defensa de lenguas minoritarias en Europa va más allá: "Es interesante que no se traduce en una solidaridad con las lenguas americanas, es una batalla entre élites europeas".
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