Listín Diario 25/06/2010.-
A casi mes y medio de las votaciones, la Junta Central Electoral no proclama los ganadores. Este hecho nos recuerda procesos electorales pasados en los que el sobresalto atrapaba a los partidos, a los votantes y los no votantes, sumiéndonos en una parálisis que afectaba la vida económica y social del país. Todos sabemos que aquello era la consecuencia de torneos marcados por los fraudes en que la institución responsable de montar y administrar esos eventos actuaba en complicidad con los beneficiarios de aquellas tramposerías que impedían nuestro fortalecimiento institucional.
La vigilancia doméstica y el monitoreo internacional nos empujaron a fortalecer y transparentar el tribunal de elecciones, que hoy cuenta con jueces honorables que se han ganado el respeto de los dominicanos de los diferentes niveles de la sociedad, por sus condiciones profesionales y apego al mandato de la ley. Los problemas derivados del proceso, no son por lo tanto responsabilidad de la Junta, sino de la ley electoral con voto preferencial, pensada quizás con la intención de convertir el proceso de elección de los candidatos y candidatas a cargos electivos, en más directo y democrático.
Esta ley, antes que venir a resolver un problema de déficit de democracia, ha venido a crear un escenario de enfrentamientos entre candidatos de la misma organización política que han convertido los procesos en verdaderos actos de canibalismo. Y ella, de la mano de la desidia de los partidos políticos para usar cedazos en los procesos de selección para las candidaturas, hace que los certámenes se conviertan en batallas gansteriles por las que corre el dinero sucio (y a veces lavado) con el que se compran votos y se venden candidaturas sin plataformas programáticas, discursos ni propuestas.
Ya ni los discursos demagógicos asoman, porque las palabras, sinceras o falsas, no tienen valor alguno frente al peso que corrompe a electores y cuadros políticos. Queda claro entonces que debemos repensar la ley electoral con todo y el voto preferencial, que las organizaciones políticas deben manejar con mayor responsabilidad el tema de sus militantes y candidatos, porque de lo contrario cavaremos la tumba del sistema de partidos en la República Dominicana para pena de la democracia, la gobernabilidad y el deseo de producir riquezas para repartirlas con equidad.
Esta ley, antes que venir a resolver un problema de déficit de democracia, ha venido a crear un escenario de enfrentamientos entre candidatos de la misma organización política que han convertido los procesos en verdaderos actos de canibalismo. Y ella, de la mano de la desidia de los partidos políticos para usar cedazos en los procesos de selección para las candidaturas, hace que los certámenes se conviertan en batallas gansteriles por las que corre el dinero sucio (y a veces lavado) con el que se compran votos y se venden candidaturas sin plataformas programáticas, discursos ni propuestas.
Ya ni los discursos demagógicos asoman, porque las palabras, sinceras o falsas, no tienen valor alguno frente al peso que corrompe a electores y cuadros políticos. Queda claro entonces que debemos repensar la ley electoral con todo y el voto preferencial, que las organizaciones políticas deben manejar con mayor responsabilidad el tema de sus militantes y candidatos, porque de lo contrario cavaremos la tumba del sistema de partidos en la República Dominicana para pena de la democracia, la gobernabilidad y el deseo de producir riquezas para repartirlas con equidad.
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