Por Manolo Pichardo
Listín Diario 01/05/2009
El colorido y la diversidad están presentes. Vale el esfuerzo de la Secretaría de Estado de Cultura por hacer de la Feria del Libro una actividad que congregue a los dominicanos en el interés de descubrir las letras, en algunos casos para el deleite del alma, que es el más atractivo y, en otros, para enredarse en el tortuoso afán de su cultivo programado y metódico en procura de seducir al conocimiento.
Yo prefiero leer por placer, aunque en todo caso, el ejercicio de engullir palabras estampadas en todo tipo de textos, lleva al lector, por inercia, a convivir con el conocimiento. Pero las voces escritas, por sus etimologías, acepciones, por sus transformaciones en el tiempo, por sus estrechos vínculos con el contexto, aunque busquen explicar formulas matemáticas, llevan en sus entrañas la belleza del arte.
La lectura pues, de forma simultánea, te divierte y enseña, te hace navegar en el placer de la fantasía y el misterioso mundo de los descubrimientos. Cuando leí “El general en su laberinto”, de García Márquez, por ese deseo inmenso de meterme en el mundo inmaterial del lenguaje literario, no pensé que años después, esta lectura me haría ahorrar un dinero al comprar algunas camisas para usar corbatas, cuyos cuellos resultaron pequeños para mi talla.
Pues resultó que recordé un episodio del libro en que el novelista colombiano, en su interés de humanizar a Simón Bolívar, contó que en los últimos días de su vida El Libertador enflaquecía de forma preocupante y su compañera debía correr los botones de los puños de sus camisas para que éstos le ajustaran; entonces, con mis camisas en las manos, me dije: “Sólo debo correr los botones de forma inversa hasta llegar a mi talla”. Así las pude conservar.
Hay poetas, novelistas y cuentistas que con palabras que representan figuras geométricas, han construido versos y prosas de indudable calidad estética, de indudable hermosura. La lectura es siempre útil y de eso está consciente José Rafael Lantigua, un secretario que sabe lo que tiene entre manos.
Yo prefiero leer por placer, aunque en todo caso, el ejercicio de engullir palabras estampadas en todo tipo de textos, lleva al lector, por inercia, a convivir con el conocimiento. Pero las voces escritas, por sus etimologías, acepciones, por sus transformaciones en el tiempo, por sus estrechos vínculos con el contexto, aunque busquen explicar formulas matemáticas, llevan en sus entrañas la belleza del arte.
La lectura pues, de forma simultánea, te divierte y enseña, te hace navegar en el placer de la fantasía y el misterioso mundo de los descubrimientos. Cuando leí “El general en su laberinto”, de García Márquez, por ese deseo inmenso de meterme en el mundo inmaterial del lenguaje literario, no pensé que años después, esta lectura me haría ahorrar un dinero al comprar algunas camisas para usar corbatas, cuyos cuellos resultaron pequeños para mi talla.
Pues resultó que recordé un episodio del libro en que el novelista colombiano, en su interés de humanizar a Simón Bolívar, contó que en los últimos días de su vida El Libertador enflaquecía de forma preocupante y su compañera debía correr los botones de los puños de sus camisas para que éstos le ajustaran; entonces, con mis camisas en las manos, me dije: “Sólo debo correr los botones de forma inversa hasta llegar a mi talla”. Así las pude conservar.
Hay poetas, novelistas y cuentistas que con palabras que representan figuras geométricas, han construido versos y prosas de indudable calidad estética, de indudable hermosura. La lectura es siempre útil y de eso está consciente José Rafael Lantigua, un secretario que sabe lo que tiene entre manos.
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