Por Mauricio Rabuffetti / AFP
Puerto Principe 25/07/2009.-
Cinco años después del inicio de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (Minustah) el país vive con mayor seguridad y la situación política, aunque frágil, es más estable, pero la mayoría de sus 9 millones de habitantes sigue en la más absoluta miseria.
Con más de 9,000 miembros (7,000 militares), la Minustah cumplió el 1ro. de junio su primer lustro, iniciado con una violenta recepción de parte de partidarios del ex presidente Jean Bertrand Aristide y pandillas de delincuentes y ex militares, y terminado con la aceptación de la gente de a pie.
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Las imágenes de automóviles ardiendo y linchamientos que recorrieron el mundo en 2004 no han desaparecido de la vida de los haitianos, pero ahora son esporádicas.
Todavía se observan rastros de aquellos combates: paredes perforadas por disparos, o ''puntos fuertes'', como los militares llaman a los sitios que arrebataron a las pandillas y que ahora ocupan para marcar presencia en zonas difíciles.
El actual es un equilibrio precario, y todos parecen saberlo. En voz alta o voz baja, los haitianos reconocen que las fuerzas oficiales --poco entrenadas y mal equipadas-- no serían capaces de mantener el orden.
Si los carros blancos con la inscripción ''UN'' (Naciones Unidas) dejan Haití, la barbarie podría volver a estallar, por cuenta de la violencia política siempre latente o de grupos de traficantes de drogas diseminados entre la población, cuyo accionar es hoy más discreto.
Es esta ''normalidad'' la que precisamente permite recorrer y ver de primera mano la terrible situación en la que vive la mayoría de los habitantes de Haití, el país más pobre de América y uno de los más pobres del mundo, donde no hay electricidad y el agua potable o una consulta con un médico son lujos que pocos pueden permitirse.
''Nosotros estamos aquí para asegurar una condición [de seguridad] de forma que otras agencias, otras instituciones, inclusive el gobierno, puedan y deban trabajar para llevar al país a una condición de autosustentabilidad, de forma que traiga resultado a una población que todavía continúa extremadamente miserable'', dijo el comandante militar de la Minustah, general brasileño Floriano Peixoto, a la AFP.
Pero ''la seguridad, aunque sea una condición fundamental para el desarrollo, no llena la barriga, no alimenta el hambre, no da empleo directo. Quien hace eso es el gobierno, son las instituciones del país'', afirmó Peixoto, para quien es indispensable el apoyo de la comunidad internacional para fomentar el desarrollo que permita ``sustentar esta condición de seguridad''.
El 14 de abril pasado, países donantes prometieron en Washington ayudar a Haití con $324 millones. Al 19 de junio, ni un dólar de ese total había llegado a un país en el que todo está por hacer, desde el saneamiento básico hasta los hospitales.
El 80 por ciento de la población haitiana vive con menos de $2 por día, la mortalidad infantil roza el 60 por ciento y el desempleo rebasa el 70 por ciento, según datos de la agencia central de inteligencia estadounidense (CIA) y la Minustah. La mayoría de las personas vive del comercio informal.
En un intento por aumentar el volumen de ayuda, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, apeló a la influencia y popularidad del ex presidente estadounidense Bill Clinton (1992-2000), a quien nombró en mayo como su enviado especial para Haití.
Mientras la ayuda llega en cuentagotas, las únicas obras con las que pueden contar los haitianos son las que realiza la Minustah: algunos puentes, tramos de carretera o depósitos de agua potable, cuyo objetivo principal es dar las condiciones para su propio trabajo, pero que también sirven a la población.
La Minustah tiene a su cargo no solo la seguridad interna sino también la vigilancia de fronteras, una tarea fundamental por la posición estratégica de la isla La Hispaniola, que Haití comparte con República Dominicana.
''Haití es un país de tránsito de droga, por mar o en aviones que llegan de Colombia y Venezuela. Aquí los aviones paran en pistas clandestinas, se reabastecen y siguen, con droga que tiene como destino EEUU, porque no les da la autonomía'', explicó una alta fuente de la Minustah.
Compuesta por efectivos de unas 50 nacionalidades, la Minustah vio su mandato renovado varias veces y permanecerá en Haití a priori hasta 2011, tal vez para ese momento con una misión volcada a la reconstrucción.
Puerto Principe 25/07/2009.-
Cinco años después del inicio de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (Minustah) el país vive con mayor seguridad y la situación política, aunque frágil, es más estable, pero la mayoría de sus 9 millones de habitantes sigue en la más absoluta miseria.
Con más de 9,000 miembros (7,000 militares), la Minustah cumplió el 1ro. de junio su primer lustro, iniciado con una violenta recepción de parte de partidarios del ex presidente Jean Bertrand Aristide y pandillas de delincuentes y ex militares, y terminado con la aceptación de la gente de a pie.
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Las imágenes de automóviles ardiendo y linchamientos que recorrieron el mundo en 2004 no han desaparecido de la vida de los haitianos, pero ahora son esporádicas.
Todavía se observan rastros de aquellos combates: paredes perforadas por disparos, o ''puntos fuertes'', como los militares llaman a los sitios que arrebataron a las pandillas y que ahora ocupan para marcar presencia en zonas difíciles.
El actual es un equilibrio precario, y todos parecen saberlo. En voz alta o voz baja, los haitianos reconocen que las fuerzas oficiales --poco entrenadas y mal equipadas-- no serían capaces de mantener el orden.
Si los carros blancos con la inscripción ''UN'' (Naciones Unidas) dejan Haití, la barbarie podría volver a estallar, por cuenta de la violencia política siempre latente o de grupos de traficantes de drogas diseminados entre la población, cuyo accionar es hoy más discreto.
Es esta ''normalidad'' la que precisamente permite recorrer y ver de primera mano la terrible situación en la que vive la mayoría de los habitantes de Haití, el país más pobre de América y uno de los más pobres del mundo, donde no hay electricidad y el agua potable o una consulta con un médico son lujos que pocos pueden permitirse.
''Nosotros estamos aquí para asegurar una condición [de seguridad] de forma que otras agencias, otras instituciones, inclusive el gobierno, puedan y deban trabajar para llevar al país a una condición de autosustentabilidad, de forma que traiga resultado a una población que todavía continúa extremadamente miserable'', dijo el comandante militar de la Minustah, general brasileño Floriano Peixoto, a la AFP.
Pero ''la seguridad, aunque sea una condición fundamental para el desarrollo, no llena la barriga, no alimenta el hambre, no da empleo directo. Quien hace eso es el gobierno, son las instituciones del país'', afirmó Peixoto, para quien es indispensable el apoyo de la comunidad internacional para fomentar el desarrollo que permita ``sustentar esta condición de seguridad''.
El 14 de abril pasado, países donantes prometieron en Washington ayudar a Haití con $324 millones. Al 19 de junio, ni un dólar de ese total había llegado a un país en el que todo está por hacer, desde el saneamiento básico hasta los hospitales.
El 80 por ciento de la población haitiana vive con menos de $2 por día, la mortalidad infantil roza el 60 por ciento y el desempleo rebasa el 70 por ciento, según datos de la agencia central de inteligencia estadounidense (CIA) y la Minustah. La mayoría de las personas vive del comercio informal.
En un intento por aumentar el volumen de ayuda, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, apeló a la influencia y popularidad del ex presidente estadounidense Bill Clinton (1992-2000), a quien nombró en mayo como su enviado especial para Haití.
Mientras la ayuda llega en cuentagotas, las únicas obras con las que pueden contar los haitianos son las que realiza la Minustah: algunos puentes, tramos de carretera o depósitos de agua potable, cuyo objetivo principal es dar las condiciones para su propio trabajo, pero que también sirven a la población.
La Minustah tiene a su cargo no solo la seguridad interna sino también la vigilancia de fronteras, una tarea fundamental por la posición estratégica de la isla La Hispaniola, que Haití comparte con República Dominicana.
''Haití es un país de tránsito de droga, por mar o en aviones que llegan de Colombia y Venezuela. Aquí los aviones paran en pistas clandestinas, se reabastecen y siguen, con droga que tiene como destino EEUU, porque no les da la autonomía'', explicó una alta fuente de la Minustah.
Compuesta por efectivos de unas 50 nacionalidades, la Minustah vio su mandato renovado varias veces y permanecerá en Haití a priori hasta 2011, tal vez para ese momento con una misión volcada a la reconstrucción.
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