BBC Mundo 04/07/2009.-
El manejo de la crisis política hondureña puede ser una buena oportunidad para calibrar el alcance práctico de las expresiones de buena voluntad y deseos de cambios de política hacia América Latina que ha hecho el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
Hasta ahora muchos analistas habían considerado que el camino de los cambios por venir pasaba por La Habana por aquello de que la política hacia Cuba marcaría una pauta contiental.
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Por obra del golpe contra el presidente Manuel Zelaya ese camino se desvió hacia Tegucigalpa, donde muchos estiman que podría dejar legados aún más importantes.
Por lo pronto la Casa Blanca sorprendió a más de uno, al rechazar inmediatamente la manera como fue sacado del poder el depuesto presidente Zelaya y negarle oxígeno diplomático al cuestionado gobierno nombrado por el Congreso.
Haciendo una -para muchos impensable- causa común con países como Nicaragua, Cuba o Venezuela, Washington ha condenado la acción contra Zelaya y exigido su inmediata restitución, al igual que ha hecho el resto de la comunidad internacional.
Sin embargo, Washington se ha cuidado bien de no destacar demasiado dentro del grupo y ha dejado que sea la Organización de Estados Americanos (OEA), la que encabeze la ofensiva diplomática, al menos en una primera fase.
Golpe sin apellido
Esta es una oportunidad única para el gobierno Obama para de una manera notable demostrar al resto del mundo y a América Latina que la era Bush se acabó y que EE.UU. no simpatiza con un regreso a las duras condiciones de los gobiernos militares de los ‘80
Larry Birnes, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos
Para Washington el cambio no sólo estaría en condenar sin ambages cualquier interrupción del orden constitucional sino en no aparecer demasiado “intervencionista” en un área que tradicionalmente se ha considerado el “patio trasero” de la Casa Blanca.
Eso a pesar de que algunos dentro de la llamada “izquierda liberal” estadounidense verían moralmente justificada una acción militar para desalojar a los “golpistas” hondureños del poder.
En la acera del frente, los más conservadores consideran antinatura la asociación con los “enemigos” cubanos, nicaraguenses o venezolanos en la defensa de un mandatario que ha acercado a Honduras a esos gobiernos izquierdistas y “antiestadounidenses”, reduciendo la tradicional influencia de Washington en el itsmo centroamericano.
Sin embargo la comunión no es total y la Casa Blanca se diferencia de sus circunstanciales socios al hablar sólo de la ilegalidad de la salida de Zelaya y al no apellidar como “militar” al golpe.
Una de las razones puede ser porque eso implicaría la suspensión automática de varios programas de cooperación entre EE.UU. y Honduras, algunos de ellos vinculados al Desafío del Milenio de Naciones Unidas para la reducción de la pobreza.
¿Qué puede hacer Washington?
La OEA se convirtió en un actor protagónico en el manejo de la crisis hondureña.
EE.UU. no ha retirado a su embajador en Tegucigalpa como han hecho algunos países. Por lo pronto sólo ha suspendido los planes de cooperación militar y ha dejado latente la vaga amenaza de “aislar” al gobierno interino de Roberto Micheletti.
“Washington sólo puede hacer una cosa y es mostrar su solididaridad con el resto del mundo”, aseguró a BBC Mundo, Larry Birnes, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos, un centro de estudios de la capital estadounidense.
“Esta es una oportunidad única para el gobierno Obama para de una manera notable demostrar al resto del mundo y a América Latina que la era Bush se acabó y que EE.UU. no simpatiza con un regreso a las duras condiciones de los gobiernos militares de los ‘80”, afirma Byrnes.
Pero otros consideran “injusto” con el pueblo hondureño que en defensa de la democracia se busque reestablecer a Zelaya en el poder, a quien juzgan como el primer responsable de la crisis.
Para éstos, la causa de la democracia continental no está siendo bien servida con la manera como Washington está actuando en la crisis.
“EE.UU. se encuentra ahora en la misma liga de Fidel Castro y de Hugo Chávez” se lamenta en un artículo publicado este viernes en el New York Daily News, James Kirchick, un analista de tendencia conservadora.
Kirchick compara la respuesta estadounidense en defensa de la democracia hondureña con la reciente experiencia tras las elecciones presidenciales en Irán, cuando Washington se cuidó de no apoyar demasiado explícitamente a la oposición que denunciaba un supuesto fraude electoral.
“Mientras nos distanciamos de las fuerzas democrática en Irán bajo el disfraz de respeto a la sobernaía de ese gobierno, hemos estado muy dispuestos a meternos en la política doméstica de Honduras. Y lo peor, hemos terminado en el lado equivocado” escribe Kirchnick.
Percepciones indelebles
El complejo militar industrial, la extrema derecha estadounidense está apoyando a los golpistas y están desafiando al propio Obama
Hugo Chávez, presidente de Venezuela
Pese a sus amables palabras y a algunos indicios de cambio hacia el hemisferio Obama bien podría encontrarse con el gran problema de que las percepciones suelen ser difíciles de cambiar.
Así, a pesar de las fuertes declaraciones y su respaldo a la restitución de Zelaya, EE.UU. sigue generando muchas dudas en la región, más aún si hay “varios EE.UU.” como aseguró el presidente venezolano Hugo Chávez.
Si bien suele ser el vocero más radical cuando se trata de hablar de asuntos que involucran a Washington, Chávez quizá resume las sospechas de algunos de que, de alguna manera, los “golpistas” hondureños están siendo animados desde el norte del continente.
“Son los EE.UU. los que los apoyan. No digo que Obama (esté apoyando el golpe). Es que hay varios EE.UU.”, aseguró Chávez este jueves en su nuevo programa de televisión Aló Presidente Teórico.
“El complejo militar industrial, la extrema derecha estadounidense está apoyando a los golpistas y están desafiando al propio Obama” afirmó Chávez, quien aseguró que se trata de una “prueba de fuego” para el presidente estadounidense.
Más allá de ese tipo de sospechas, justificadas o no, la crisis hondureña podrá dar una medida de cuán diferente es la política de Obama hacia la región y sobre todo de cúan efectiva pueda ser.
No se trata sólo de ser diferente y actuar más amablemente, sino de dejar establecido si la comunidad interamericana podrá contar en Washington a un aliado que ponga su peso a trabajar favor de la mayor democratización y el progreso del resto del continente.
Hasta ahora muchos analistas habían considerado que el camino de los cambios por venir pasaba por La Habana por aquello de que la política hacia Cuba marcaría una pauta contiental.
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Por obra del golpe contra el presidente Manuel Zelaya ese camino se desvió hacia Tegucigalpa, donde muchos estiman que podría dejar legados aún más importantes.
Por lo pronto la Casa Blanca sorprendió a más de uno, al rechazar inmediatamente la manera como fue sacado del poder el depuesto presidente Zelaya y negarle oxígeno diplomático al cuestionado gobierno nombrado por el Congreso.
Haciendo una -para muchos impensable- causa común con países como Nicaragua, Cuba o Venezuela, Washington ha condenado la acción contra Zelaya y exigido su inmediata restitución, al igual que ha hecho el resto de la comunidad internacional.
Sin embargo, Washington se ha cuidado bien de no destacar demasiado dentro del grupo y ha dejado que sea la Organización de Estados Americanos (OEA), la que encabeze la ofensiva diplomática, al menos en una primera fase.
Golpe sin apellido
Esta es una oportunidad única para el gobierno Obama para de una manera notable demostrar al resto del mundo y a América Latina que la era Bush se acabó y que EE.UU. no simpatiza con un regreso a las duras condiciones de los gobiernos militares de los ‘80
Larry Birnes, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos
Para Washington el cambio no sólo estaría en condenar sin ambages cualquier interrupción del orden constitucional sino en no aparecer demasiado “intervencionista” en un área que tradicionalmente se ha considerado el “patio trasero” de la Casa Blanca.
Eso a pesar de que algunos dentro de la llamada “izquierda liberal” estadounidense verían moralmente justificada una acción militar para desalojar a los “golpistas” hondureños del poder.
En la acera del frente, los más conservadores consideran antinatura la asociación con los “enemigos” cubanos, nicaraguenses o venezolanos en la defensa de un mandatario que ha acercado a Honduras a esos gobiernos izquierdistas y “antiestadounidenses”, reduciendo la tradicional influencia de Washington en el itsmo centroamericano.
Sin embargo la comunión no es total y la Casa Blanca se diferencia de sus circunstanciales socios al hablar sólo de la ilegalidad de la salida de Zelaya y al no apellidar como “militar” al golpe.
Una de las razones puede ser porque eso implicaría la suspensión automática de varios programas de cooperación entre EE.UU. y Honduras, algunos de ellos vinculados al Desafío del Milenio de Naciones Unidas para la reducción de la pobreza.
¿Qué puede hacer Washington?
La OEA se convirtió en un actor protagónico en el manejo de la crisis hondureña.
EE.UU. no ha retirado a su embajador en Tegucigalpa como han hecho algunos países. Por lo pronto sólo ha suspendido los planes de cooperación militar y ha dejado latente la vaga amenaza de “aislar” al gobierno interino de Roberto Micheletti.
“Washington sólo puede hacer una cosa y es mostrar su solididaridad con el resto del mundo”, aseguró a BBC Mundo, Larry Birnes, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos, un centro de estudios de la capital estadounidense.
“Esta es una oportunidad única para el gobierno Obama para de una manera notable demostrar al resto del mundo y a América Latina que la era Bush se acabó y que EE.UU. no simpatiza con un regreso a las duras condiciones de los gobiernos militares de los ‘80”, afirma Byrnes.
Pero otros consideran “injusto” con el pueblo hondureño que en defensa de la democracia se busque reestablecer a Zelaya en el poder, a quien juzgan como el primer responsable de la crisis.
Para éstos, la causa de la democracia continental no está siendo bien servida con la manera como Washington está actuando en la crisis.
“EE.UU. se encuentra ahora en la misma liga de Fidel Castro y de Hugo Chávez” se lamenta en un artículo publicado este viernes en el New York Daily News, James Kirchick, un analista de tendencia conservadora.
Kirchick compara la respuesta estadounidense en defensa de la democracia hondureña con la reciente experiencia tras las elecciones presidenciales en Irán, cuando Washington se cuidó de no apoyar demasiado explícitamente a la oposición que denunciaba un supuesto fraude electoral.
“Mientras nos distanciamos de las fuerzas democrática en Irán bajo el disfraz de respeto a la sobernaía de ese gobierno, hemos estado muy dispuestos a meternos en la política doméstica de Honduras. Y lo peor, hemos terminado en el lado equivocado” escribe Kirchnick.
Percepciones indelebles
El complejo militar industrial, la extrema derecha estadounidense está apoyando a los golpistas y están desafiando al propio Obama
Hugo Chávez, presidente de Venezuela
Pese a sus amables palabras y a algunos indicios de cambio hacia el hemisferio Obama bien podría encontrarse con el gran problema de que las percepciones suelen ser difíciles de cambiar.
Así, a pesar de las fuertes declaraciones y su respaldo a la restitución de Zelaya, EE.UU. sigue generando muchas dudas en la región, más aún si hay “varios EE.UU.” como aseguró el presidente venezolano Hugo Chávez.
Si bien suele ser el vocero más radical cuando se trata de hablar de asuntos que involucran a Washington, Chávez quizá resume las sospechas de algunos de que, de alguna manera, los “golpistas” hondureños están siendo animados desde el norte del continente.
“Son los EE.UU. los que los apoyan. No digo que Obama (esté apoyando el golpe). Es que hay varios EE.UU.”, aseguró Chávez este jueves en su nuevo programa de televisión Aló Presidente Teórico.
“El complejo militar industrial, la extrema derecha estadounidense está apoyando a los golpistas y están desafiando al propio Obama” afirmó Chávez, quien aseguró que se trata de una “prueba de fuego” para el presidente estadounidense.
Más allá de ese tipo de sospechas, justificadas o no, la crisis hondureña podrá dar una medida de cuán diferente es la política de Obama hacia la región y sobre todo de cúan efectiva pueda ser.
No se trata sólo de ser diferente y actuar más amablemente, sino de dejar establecido si la comunidad interamericana podrá contar en Washington a un aliado que ponga su peso a trabajar favor de la mayor democratización y el progreso del resto del continente.
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