Listín Diario 31/07/2009.- El sábado, visto como el último día de la semana, era aprovechado por los niños mandaderos o muchachas del servicio que durante toda la semana se amontonaban en las pulperías, ventorrillos o colmados, con el fin de abastecerse de pan, verduras y demás insumos para la alimentación diaria, la limpieza de la casa e incluso la cerveza y el ron, presentes y prestos para acompañar en la alegría, la tristeza, la tragedia y la bancarrota, era esperado para pedir, y a veces exigir, la ñapa. Se hizo costumbre dar la ñapa el sábado, una especie de propina o premio por mantenerte como cliente y que nunca era en metálico, sino de las provisiones de menor valor existentes en el negocio. Los caramelos de menta eran los preferidos; yo me inclinaba siempre por un tomate Barceló que era mucho pedir, pero mi capacidad negociadora se imponía ante el asombro de mis amigos que debían conformarse con lo clásico.
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Los dependientes en muchos casos no esperaban la solicitud y los adolescentes, queriendo pasarse de listos reclamaban más de una vez exclamando con cierta autoridad: ¡“hoy es sábado”! Esta palabra de importancia sabática en el país y reservada para designar en las familias numerosas al que le tocó pegar el grito de parto en la cola, es un americanismo que enriquece el castellano y que probablemente sea un producto corrompido de la voz yapa que volaba por los cielos de nuestro continente antes que los europeos comenzaran a tragar y vomitar, a matar y enterrar, o quizás a enriquecer, las raíces de nuestras culturas.
Era parte del cuerpo léxico quechua y andaba de boca en boca, de oído en oído y de lengua en lengua por Los Andes envolviendo en ella el mismo concepto que embutimos en ñapa. Ya la yapa o ñapa salió de los colmados y sus iguales porque el país cambió, ahora son los grandes supermercados los que para mantener la fidelidad clientelar recurren a impersonales recurso que van sacando de competencia a los pequeños negocios en los barrios y con ello sepultan también aquella cultura sabática y citadina de la muchachada y “el servicio”.
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Los dependientes en muchos casos no esperaban la solicitud y los adolescentes, queriendo pasarse de listos reclamaban más de una vez exclamando con cierta autoridad: ¡“hoy es sábado”! Esta palabra de importancia sabática en el país y reservada para designar en las familias numerosas al que le tocó pegar el grito de parto en la cola, es un americanismo que enriquece el castellano y que probablemente sea un producto corrompido de la voz yapa que volaba por los cielos de nuestro continente antes que los europeos comenzaran a tragar y vomitar, a matar y enterrar, o quizás a enriquecer, las raíces de nuestras culturas.
Era parte del cuerpo léxico quechua y andaba de boca en boca, de oído en oído y de lengua en lengua por Los Andes envolviendo en ella el mismo concepto que embutimos en ñapa. Ya la yapa o ñapa salió de los colmados y sus iguales porque el país cambió, ahora son los grandes supermercados los que para mantener la fidelidad clientelar recurren a impersonales recurso que van sacando de competencia a los pequeños negocios en los barrios y con ello sepultan también aquella cultura sabática y citadina de la muchachada y “el servicio”.
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