viernes, 6 de junio de 2008

Discurso del presidente Leonel Fernández en la FAO




Desde hace algunos meses los pueblos del mundo se ven amenazados por el incremento en los precios de los productos alimenticios. Los principales perjudicados son los consumidores de rentas bajas y medias de los países en desarrollo, los cuales destinan la mayor parte de sus ingresos a la adquisición de comestibles.

Es por ello que la FAO ha actuado de manera responsable y oportuna al convocar una conferencia de alto nivel para reflexionar sobre los factores globales que amenazan la seguridad alimentaria de sus estados miembros, y para examinar posibles respuestas a una crisis capaz de generar tensiones sociales y políticas.

Felicito, pues, al Director General, Dr. Jacques Diouf por esta afortunada iniciativa. Una prioridad fundamental de todo gobierno consiste en diseñar políticas públicas que garanticen a todos los ciudadanos el acceso permanente a una cantidad suficiente de alimentos nutritivos que permitan desarrollar una vida sana y activa. El derecho humano a la alimentación está consagrado en la Constitución Dominicana. Alcanzar la seguridad alimentaria constituye una obligación esencial del Estado.

La consigna que distingue nuestra gestión de gobierno es simple. Reza así: "Comer es Primero". En República Dominicana hemos tomado medidas concretas. Hemos otorgado apoyos directos a productores de leche, de arroz, de pollo, huevos, ajo, habichuelas, y en fin, de todo aquello que forma parte de la canasta básica familiar. Hemos suministrado insumos para incentivar la productividad. Hemos procedido a modernizar nuestras infraestructuras agroalimentarias, y en estos momentos estamos impulsando un plan nacional de competitividad.

De igual manera, próximamente procederemos a ejecutar un plan nacional de producción de etanol a partir de la caña de azúcar, el cual es compatible con la estrategia de seguridad alimentaria y sostenibilidad ambiental de nuestro país, al tiempo que reducirá nuestra dependencia de combustibles fósiles. Gracias a estas políticas el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, ha indicado, de manera generosa, que República Dominicana goza de las condiciones para convertirse, en el corto a mediano plazo, en el granero del Caribe.

Somos de la idea de que la actual crisis en los precios de los alimentos puede convertirse en una gran oportunidad para el sector productivo nacional, el cual, por vez primera podrá, en base a la producción nacional, sustituir la importación de productos agropecuarios provenientes del mercado internacional. Lo único que podría conspirar contra esa posibilidad de convertir la actual crisis en los precios de los alimentos en una oportunidad, es el sostenimiento de políticas proteccionistas y de subsidios generalizados a la producción y exportación de productos agropecuarios en los países desarrollados.

Albergamos la esperanza de que en la continuación de las negociaciones de la Ronda Doha, la sensatez y el sentido de justicia prevalezcan, para de esa manera, realmente, diseñar políticas orientadas a la reducción del hambre y la pobreza. Obviamente, para superar la actual situación de crisis de precios de los alimentos las naciones en vías de desarrollo no podemos actuar en forma aislada. Se requiere del concurso generoso y solidario de la comunidad internacional.

Saludamos la iniciativa del Banco Mundial, de otros organismos multilaterales y de distintas naciones desarrolladas, de crear un fondo especial para asistir a los países más afectados por la crisis alimentaria. Consideramos, sin embargo, que los recursos financieros inicialmente contemplados, resultan insuficientes para atender las necesidades derivadas de una situación que exhibe características de catástrofe mundial.

Aunque apreciamos la iniciativa, nos llama a preocupación que tan sólo diez millones de dólares han sido asignados a nuestra hermana República de Haití, la cual, como consecuencia de esta crisis tuvo que contemplar la presencia de multitudes airadas en las calles, que pedían comer, al tiempo de presenciar, de manera impotente y aterradora, la disolución del gabinete de gobierno.

La actual crisis en los precios de los alimentos es parte de una crisis de mayor dimensión. En estos momentos, nos encontramos inmersos en la más profunda crisis del capitalismo global desde la época de la Gran Depresión. Además de la crisis alimentaria, vivimos en la actualidad una crisis económica, una crisis financiera, una crisis de paradigmas, una crisis social, una crisis ecológica, y como acaba de demostrar el caso de Haití y de otras naciones del mundo, podríamos estar en el umbral de una crisis de gobernabilidad democrática.

Todo esto aún puede ser revertido. No estamos ante la inevitabilidad de un colapso, pero su reversión va a requerir de dos conceptos fundamentales que hoy parecen estar ausentes del discurso y de la práctica de la comunidad internacional: cooperación y solidaridad. Si en las naciones desarrolladas se sigue considerando que solamente a través de la búsqueda insaciable del lucro, de la especulación, de la codicia, de la ostentación, de la avaricia, de la arrogancia y de la falta de sensibilidad ante los problemas de los demás, se podrá seguir acumulando riquezas y poder, entonces, sin duda alguna, podríamos vaticinar que lo que se producirá será una crisis del modelo de civilización.

Los Estados Miembros del Sistema de Naciones Unidas debemos asumir nuestra responsabilidad colectiva y alcanzar acuerdos integrales de solidaridad y cooperación internacionales. Para avanzar en esa dirección, lo primero que se requiere es crear un Fondo de Solidaridad Global que permita a los países más vulnerables disponer de recursos suficientes para encarar la factura petrolera y adoptar programas de sostenibilidad de la producción agrícola.

Esos fondos se pueden constituir con el cumplimiento del compromiso consagrado en la Cumbre Social de Copenhague, de 1995, de destinar el 0.7 por ciento del producto interno bruto a la Cooperación Oficial para el Desarrollo. De igual manera, de los excedentes financieros generados por el boom petrolero en los países productores y exportadores de hidrocarburos, los cuales podrían servir para colocar préstamos en términos concesionales, como ocurrió durante la década de los setenta.

Hay un conjunto de ideas adicionales acerca de cómo nutrir con recursos financieros frescos los fondos de cooperación y solidaridad a que hemos hecho referencia. Reconocemos que algunas de estas ideas son controversiales y polémicas y que no siempre son bien vistas por la comunidad internacional. Sin embargo, proponemos ante esta conferencia de alto nivel que el grupo de trabajo de Naciones Unidas sobre la crisis alimentaria, creado por su Secretario General, Ban Ki-Moon, examine, sin prejuicio y en forma amplia, todas las alternativas posibles de financiación para la superación de la crisis.

Se hace imprescindible que además de la declaración final que emane de esta cumbre, se elabore un plan de acción de emergencia que contenga los lineamientos generales que sirva de guía para enfrentar con éxito la actual situación de agobio mundial.

Distinguidos colegas, señor Director General de la FAO: no escapa a nuestro conocimiento que en estos momentos nos sentimos abrumados y angustiados por la situación de crisis que actualmente nos afecta. No permitamos que esa situación nos aplaste o nos aniquile. La humanidad cuenta hoy día con los conocimientos, la tecnología y los recursos para superarla. La historia nos ha enseñado que todos los cambios estelares que se han producido en beneficio de los pueblos, generalmente han estado precedidos por grandes cataclismos. De la oscuridad, ha surgido la luz; y en esta ocasión, lo único que verdaderamente se necesita para que la luz resplandezca sobre todo el planeta es hacer de la globalización un acto de solidaridad.

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