sábado, 23 de octubre de 2010

¿Una reforma constitucional?

Por Manolo Pichardo
Listín Diario 22/10/2010.-
A menos de un año de promulgada la nueva Constitución de la República, el doctor Mario Vinicio Castillo ha propuesto una consulta popular que autorice la modifi cación del artículo 124 de nuestra carta sustantiva, de suerte que el presidente Leonel Fernández pueda optar por un nuevo mandato como andan reclamando algunos funcionarios públicos que deberían estar concentrados en trabajar, a los fi nes de que el Gobierno continúe impulsando políticas de desarrollo para que el mandatario dominicano termine con los niveles de popularidad de Lula y Bachelet.
Seguir Leyendo... ¿Qué buscan los funcionarios que promueven una nueva reelección del Presidente? ¿Mostrar lealtad para preservar sus posiciones en la administración pública por los próximos dos años? Es posible, pero sé que Vincho Castillo no anda en esa onda y es muy probable que su propuesta procure dejar claramente establecido que abrir un espacio a la reelección mediante interpretaciones acomodadas, encontrará difi - cultades y dejará traumas. Lo hace porque él es un hombre que ha mostrado aprecio por el mandatario y sabe que si se abriera la brecha por la vía de la manipulación, la fi gura histórica de Leonel se convertiría en una caricatura.
El presidente Fernández no es dado a navegar contra la corriente, en medio de la bruma o las tormentas que amenacen con desguazar sus aspiraciones. Por eso, cuando terminaba su primer período de gobierno y fue conminado por Amable Aristy Castro a “ponerse los pantalones” con la imprudente idea de que se aventurara a reformar la Constitución para quedarse por 4 años más, se negó. Su olfato político le mostró que no estaban dadas las condiciones para una nueva postulación a la Presidencia de la República.
Un hombre de la condiciones de Leonel sabe ver más allá de la curva. Uno como Vincho también; ambos saben que una aventura reeleccionista borraría la estela de logros tangibles en benefi cio de una sociedad que ha caminado hacia la modernidad con un franco esfuerzo por combatir la pobreza, y como consecuencia, mejorar las condiciones materiales de existencia del pueblo dominicano.
La propuesta de Vincho, es una forma delicada de plantear las difi cultades que enfrenta la reelección, porque a poco de redactarse la nueva constitución, no hay manera de reformarla sin que la sociedad se sienta timada o burlada.
Es más leal el que cuida la fi gura histórica de Leonel que el que se vende como fi el sin reparar que la chapucería que promueven dejaría al mandatario en tan malas condiciones que no se podrá reelegir ahora y se le cerraría el camino para volver en el 2016 como muchos entendemos.

martes, 19 de octubre de 2010

Dilma con 57%, Serra, 43%: Encuesta Vox Populi

Brasil 19/10/2010.-
La candidata presidencial oficialista se aseguraría el triunfo en el balotaje de fin de mes con un 57 por ciento de votos positivos frente a 43 de su contendiente, José Serra, según una encuesta difundida hoy. El PT acusó al partido del candidato Serra, de apoyar una campaña de la Iglesia que llama a no votar por Dilma Rousseff por ser proaborto.
La consulta, elaborada por la encuestadora Vox Populi, marca un crecimiento de cuatro puntos porcentuales para la aspirante oficialista respecto de anteriores mediciones, que la daban triunfadora pero con 53 por ciento de votos positivos.
La nueva compulsa indica que Rousseff alcanza el 51 por ciento de intenciones de voto, frente a 39 por ciento de Serra, reflejó Ansa.
Sin embargo, cuando esos datos se consideran en el universo de votos positivos -que es el que se toma para la segunda vuelta del 31 de octubre- la candidata del oficialista PT sube a 57 por ciento, y el tucano se estabiliza en 43 por ciento.

domingo, 17 de octubre de 2010

La prueba de pertinencia de la Reserva Federal

Por Joseph Stiglitz
Con los tipos de interés cercanos a cero, la Reserva Federal de los Estados Unidos y otros bancos centrales están esforzándose por seguir siendo pertinentes. La última flecha en su carcaj se llama distensión cuantitativa y es probable que resulte casi tan ineficaz para reactivar la economía de los EE.UU. como cualquiera de los demás procedimientos a que la Reserva Federal ha recurrido en los últimos años. Peor aún: es probable que la distensión cuantitativa cueste a los contribuyentes un dineral y, además, menoscabe la eficacia de la Reserva Federal en los próximos años.
Seguir Leyendo... John Maynard Keyes sostuvo que la política monetaria fue ineficaz durante la Gran Depresión. Los bancos centrales son mejores para contener la exuberancia irracional de los mercados durante una burbuja –limitar la disponibilidad de crédito o aumentar los tipos de interés para frenar la economía– que para fomentar la inversión en una recesión. Esa es la razón por la que una buena política monetaria va encaminada a prevenir el surgimiento de las burbujas.
Pero la Reserva Federal, apresada durante más de dos decenios por fundamentalistas del mercado y por los intereses de Wall Street, no sólo no puso límites, sino que, además, hizo de animadora y, después de haber desempeñado un papel fundamental en la creación del embrollo actual, ahora está intentando recuperar su prestigio.
En 2001, la reducción de los tipos de interés “pareció” funcionar, pero no como debería haberlo hecho. En lugar de espolear la inversión en instalaciones y equipo, los bajos tipos de interés inflaron una burbuja inmobiliaria, lo que permitió una orgía de consumo, con lo que se creó deuda sin los activos correspondientes, y fomentó una inversión excesiva en propiedad inmobiliaria, cuyo resultado fue un exceso de capacidad que se tardará años en eliminar.
Lo mejor que se puede decir de la política monetaria de los últimos años es que impidió los resultados más nefastos que podría haber tenido el desplome de Lehman Brothers, pero a nadie se le ocurriría afirmar que la reducción de los tipos de interés a corto plazo espoleó la inversión. De hecho, los préstamos a las empresas –en particular a las pequeñas– siguen siendo, tanto en los EE.UU. como en Europa, claramente inferiores a los niveles anteriores a la crisis. La Reserva Federal y el Banco Central Europeo no han hecho nada a ese respecto.
Parecen seguir siendo entusiastas de los modelos habituales de política monetaria, en los que lo único que los bancos centrales deben hacer para que la economía funcione es reducir los tipos de interés. Los modelos habituales no predijeron la crisis, pero las ideas malas tardan en morir. De modo que, si bien la reducción a casi cero de los tipos de intereses de las letras del tesoro a corto plazo no ha dado resultado, la esperanza es que la reducción de los tipos de interés a largo plazo espolee la economía. Las posibilidades de que así sea son casi nulas.
Las empresas grandes están inundadas de liquidez, por lo que una ligera reducción de los tipos de interés no será un gran cambio para ellas, y la reducción de los tipos que el Estado paga no ha redundado en unos tipos de interés menores para las muchas empresas pequeñas que tienen problemas de financiación.
Más pertinente es la disponibilidad de préstamos. En vista de que tantos bancos de los EE.UU. son vulnerables, es probable que siga habiendo una limitación de los préstamos. Además, la mayoría de los préstamos que reciben las empresas pequeñas tienen una garantía prendaria, pero el valor de la forma más común de garantía, la propiedad inmobiliaria, se ha desplomado.
Las medidas adoptadas por el gobierno de Obama para abordar el mercado inmobiliario han sido un fracaso estrepitoso y tal vez sólo hayan conseguido aplazar bajadas mayores, pero ni siquiera los optimistas creen que los precios de la propiedad inmobiliaria vayan a aumentar en gran medida en un futuro inmediato. En una palabra, la distensión cuantitativa –la reducción de los tipos de interés a largo plazo mediante la compra de bonos e hipotecas a largo plazo– apenas servirá para estimular a las empresas directamente.
Sin embargo, puede ayudar de dos formas. Una de ellas forma parte de la estrategia de devaluación competitiva por parte de los Estados Unidos. Oficialmente, en este país se sigue hablando de las virtudes de un dólar fuerte, pero la reducción de los tipos de interés debilita el tipo de cambio. Ya lo consideremos una manipulación de la divisa o una consecuencia accidental de unos tipos de interés inferiores, carece de importancia. El caso es que un dólar más débil a consecuencia de unos tipos de interés inferiores brinda a los EE.UU. una ligera ventaja competitiva en el comercio.
Entretanto, cuando los inversores buscan un rendimiento mayor fuera de los EE.UU., la riada de dinero que ha abandonado el dólar ha hecho aumentar los tipos de cambio en los mercados en ascenso de todo el mundo. Dichos mercados lo saben y están inquietos –el Brasil ha expresado vehementemente su preocupación– no sólo por el mayor valor de su divisa, sino también por la afluencia de riesgos monetarios que alimentan las burbujas de activos o desencadenan la inflación.
La reacción normal de los bancos centrales de los mercados en ascenso ante las burbujas o la inflación sería la de aumentar los tipos de interés, con lo que incrementarían aún más el valor de sus divisas. Así, pues, la política de los EE.UU. está asestando un doble golpe a la devaluación competitiva: debilitando el dólar y “obligando” a los competidores a fortalecer sus divisas (si bien algunos están adoptando medidas en sentido contrario, poniendo barreras a la afluencia a corto plazo e interviniendo más directamente en los mercados de divisas).
La segunda forma como la distensión cuantitativa podría tener un ligero efecto es reduciendo los tipos de las hipotecas, lo que contribuiría a sostener los precios de la propiedad inmobiliaria. De modo que la distensión cuantitativa produciría algunos efectos –probablemente débiles– en los balances.
Pero los costos potencialmente importantes contrarrestan esos pequeños beneficios. La Reserva Federal ha comprado hipotecas por un importe de un billón de dólares, cuyo valor bajará cuando la economía se recupere, razón por la cual nadie del sector privado quiere comprarlas precisamente.
El Gobierno puede fingir que no ha experimentado una pérdida de capital, porque, a diferencia de los bancos, no está obligado a utilizar una contabilidad ajustada al valor del mercado, pero nadie debe dejarse engañar, aun cuando la Reserva Federal mantenga los bonos hasta su vencimiento. El intento de velar porque no se reconozcan las pérdidas podría infundir a la Reserva Federal la tentación de depender excesivamente de instrumentos de política monetaria costosos, inciertos y no puestos a prueba, como el de pagar tipos de interés elevados por las reservas para inducir a los bancos a no prestar.
Está bien que la Reserva Federal esté intentando enmendar su nefasta actuación anterior a la crisis. Lamentablemente, dista de estar claro que haya abandonado la concepción y los modelos que no mantuvieron la economía dentro de un rumbo uniforme antes... y volverán a fracasar con seguridad. Los errores anteriores de la Reserva Federal resultaron extraordinariamente costosos. Lo mismo ocurrirá con los nuevos, aún cuando la Reserva Federal se esfuerce por ocultar la etiqueta del precio.


Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor de Economía en la Universidad de Columbia. Este mes se publicará la edición de bolsillo de su libro “Freefall: Free Markets and the Sinking of the World Economy” (Caída libre. Los mercados libres y el hundimiento de la economía mundial). Copyright: Project Syndicate, 2010. www.project-syndicate.org Traducido del inglés por Carlos Manzano.

sábado, 9 de octubre de 2010

Mario, un señor de Manhattan

Vargas Llosa busca el anonimato y la vuelta a la calma en Nueva York al día siguiente de la vorágine del premio - El lunes retomará las clases en Princeton
Antonio Caño - Nueva York
El País 09/10/2010.-
Apenas doblar la esquina del Instituto Cervantes, concluidas las entrevistas, felicitaciones y fotografías, Mario Vargas Llosa era ya uno más en esta jungla sin dueño. Cuando se sentó a comer unos huevos benedict en P. J. Clarke's nadie se fijó en él, excepto una pareja de turistas españoles que le pidió un autógrafo sin saber siquiera que lo estaba firmando el flamante premio Nobel de Literatura. No es fácil volver a la normalidad después de un acontecimiento así. Probablemente, aunque él lo intente, las cosas no volverán a ser ya nunca igual.
Seguir Leyendo... Como escritor, Mario Vargas Llosa se verá amenazado por las expectativas desbordadas; como conciencia crítica de la sociedad sentirá posiblemente el peso de una responsabilidad multiplicada por diez.
Pero promete intentarlo, y Nueva York es el lugar idóneo para hacerlo. "Esta es una gran ciudad para recuperar la modestia, aquí no se reconoce a nadie", admite el escritor. Aquí, un premio Nobel no se libra del trato displicente del indio que gobierna el deli de la esquina. Aquí no hay éxito que te salve de regresar el lunes al trabajo. Vargas Llosa tendrá que volver, por tanto, a las aulas de Princeton para completar su curso de literatura, en el fondo lo que más le apetece después de esta vorágine, sumergirse de nuevo en los libros y descubrirle a los alumnos las lecturas que marcaron su vida.
Este fin de semana previo es, en todo caso, una oportunidad para la recapitulación. Vargas Llosa lo hace un rato en voz alta para EL PAÍS. "En estas horas me he acordado mucho de mi madre, una gran lectora, que seguramente me contagió esa afición, de mi abuelo materno, Pedro, que escribía unos versitos que le hacían mucha ilusión y a quien yo siempre miraba con admiración".
"Me acuerdo de cuando empecé en esto. ¡Quién me iba a decir a mí que acabaría como he acabado! Yo jamás pensé que me ganaría la vida como escritor, jamás pensé siquiera que fueran a editarme un primer libro. Yo creía que la edición me la tendría que pagar yo y que lo leerían apenas un grupito de amigos".
Y continúa: "Y ya ves, aquí estoy, gracias entre otras cosas a que he tenido mucha suerte en la vida". Suerte para encontrar las ayudas necesarias, "sobre todo en España", recuerda. Suerte, por ejemplo, para cruzarse con Carlos Barral, "que peleó como nadie con la censura de entonces para publicar La ciudad y los perros", o con Carmen Balcells, "que creía más en mí que yo mismo". Y aquí está, en efecto, en la portada de The New York Times, convertido en "el escritor que examina los peligros del poder y la corrupción en América Latina". Enorme plataforma y enorme gloria, pero Vargas Llosa quiere relativizar ese logro. "No es lo más importante que me ha pasado en la vida". "Mi matrimonio es más importante, mi familia es más importante. Mi familia es mi vida, siento protección en mi familia. Algunos amigos. Ese aliento vital que recibes de tu entorno íntimo es lo más importante. Siento gran felicidad por este premio, pero no es mayor que la que sentí al ver editado mi primer libro por una pequeña editorial de Barcelona que llevaban un grupo de médicos aficionados a los cuentos; tenía el nombre de uno de los médicos, Roca".
Vargas Llosa pone mucho énfasis en estas horas en los aspectos más privados de su vida y parece pensar que lo otro, lo más público, lo que ha provocado a veces una cierta distorsión de su imagen, es secundario, casi irrelevante. Jamás cambiaría, por ejemplo, su Nobel o su obra literaria por la presidencia de Perú. "Yo quise ser presidente porque el Perú se venía abajo. Fue sobre todo un sacrificio. Cuando perdí no me entristecí, no fue una tragedia, como sí sería una tragedia una enfermedad que me impidiese escribir".
Escribir es, por tanto, lo que quiere seguir haciendo y de la forma más discreta posible. Escribir sobre España, por ejemplo; no lo descarta. El autor se sorprende de que, aunque ha dedicado a España decenas de artículos, su segunda patria no esté presente en su trabajo de ficción, el grueso de su obra. "Seguramente es porque las experiencias de la adolescencia y la juventud son las que más marcan la personalidad, seguramente es porque en España no he tenido traumas y en el Perú sí, y los traumas son el alimento principal de un escritor".
Mario Vargas Llosa ha vivido menos tiempo en su país natal que en España, pero fue allí donde trató con su padre, donde conoció la violencia, la complejidad de una sociedad diversa y conflictiva, fue allí donde se le inoculó el veneno de la política del que nunca se ha liberado.
Siempre pensó que no le darían el Nobel por sus ideas políticas y es consciente del papel que juega en esa materia. "Cuando Zapatero me ha llamado para felicitarme me ha dicho que he conseguido la extraña proeza de que, por una vez, la izquierda y la derecha estén de acuerdo con mi premio en España". Quizá ahora, con el Nobel y los años, el personaje controvertido se transforme en un factor de cohesión. Quién sabe.
Lo que sí sabe es que va a seguir comprometido y conectado intelectualmente con su tiempo. Eso le plantea en estos momentos el reto de las nuevas tecnologías. "Yo sigo prendido del periodismo de antaño", reconoce. Y confiesa que si sus artículos de EL PAÍS apareciesen solo en edición digital, él se sentiría "frustrado". "No me gustaría, sentiría que me faltaba algo".

Erre que erre al narrar

Por Ángel Garrido
A la memoria de dos juanes eternos: Bosch y Santamaría,
como se comprenderá(*)

Comoquiera que se peine la Virgen del narrador que un párrafo empieza, le faltará agua. Lloverá poco. Peinarse la Virgen en el trópico caribe comporta la idea de lloviznar de manera breve en día soleado. Lo mismo le ocurre al novelista que ha puesto punto y aparte: tiene que ejercitarse en la respiración diafragmática y tomar aliento. Ocasiones habrá en que necesitará documentarse sobre varios aspectos del tema que trata para confundir al adversario, que no es otro que el lector exigente que le abandonará al primer descuido.

Seguir Leyendo... Acaba de sucederme lo que siempre temo, pues si bien es cierto que no escribo en este instante una novela, también lo es que necesito transmitirles a ustedes con la mayor claridad y con la mayor honestidad posible lo poquito que sobre el oficio he aprendido. ¿Qué les he transmitido en lo que dicho llevo hoy? Tal vez, con mucha dicha, la idea de la total precariedad de recursos poéticos y artísticos en sentido general de todo buen narrador. Si poseyera tales recursos sería sin duda un buen poeta, la más alta categoría alcanzable por escritor de carne y huesos.

Como por desventura no es el narrador un poeta nato, necesita alimentarse de la poesía popular. El mandato narrativo surge de la resaca del narrador. Es producto de sus borracheras con el ron público de la palabra ajena. No es, como se piensa a menudo, el simple relato de que Pedro abrió con sigilo la puerta lateral. Dentro de la sala a duras penas iluminada por los últimos rayos del crepúsculo lo esperaba su descorazonada amada sentenciada a muerte por el parte inmisericorde de su médico de cabecera. No. En lo dicho habrá a lo sumo noticia, y la noticia bien dicha es trabajo de los buenos reporteros, cuyo innegable talento los conduce a menudo al mundo de la literatura.

No es importante si lo oí en mi pubertad o en mi temprana adolescencia. Cuando fuera que oyera yo de labios de Gordita Rodríguez en una acera de mi pueblo aquella perla de la sorna y del asombro sabanalamarinos, de poco me serviría sin varios decenios de esfuerzos denodados para poder pulir la piedrita y engastarla en prenda literaria. Se trata sólo de la natural y grácil reacción de Gordita ante la audacia soez de un piropo ajeno dirigido a otra compueblana nuestra:”¡Ay, pero lo tierno del chiquillo! Niño: por favor cópiamelo para aprendérmelo”.

Pocos años más tarde, en el Pueblo Abajo sabanalamarino, Manapié oiría en el umbral del colmado de la esquina de labios de otra compueblana adolescente la peor insolencia de su vida, al influjo de la cual había de invocar la acción de la Divina Providencia en beneficio del futuro ético de la niña. Al oír menuda insolencia de labios de la adolescente cruel, se mordería Manapié los suyos antes de exclamar con voz grave y pausada: “¡Muchachita que ha de salir puta, Dios mediante!”

No importa el día ni la hora. Importa sí el impacto de la ocurrencia en la imaginación del narrador, que buena falta le hará novela abajo. El novelista no puede inventarse la vida, so pena de que la vida por él inventada no se parezca demasiado a la vida que transcurre en la esquina en este instante.

Yo he leído hará más de un decenio que en la asombrosa Bogotá de Colombia los ingenieros del ingenio humano se habían valido de gatos hidráulicos gigantescos para desplazar de una esquina a otra un edificio de varios pisos. Una noticia de fábula, pero demasiado distante de mí para que sea la mudanza de mi vida. La mudanza de mi vida es la de la vivienda de mis tíos Urania y Urbano allá en Sabana de la Mar. Una casa de madera techada de zinc que se desplaza calle abajo montada sobre pivotes bastos y circulares como postes del tendido eléctrico. Es el raso de la mano abierta, el aspaviento de feria de mi primo mayor Cipriano Antonio que por el hueco de la ventana trasera prodigaba adioses sin dueño ni destino ante el asombro de circo de los parroquianos impávidos. La casa de madera y zinc de mis tíos se mudaba de manzana y en mi pueblo marino no había al alcance de la vista antecedentes de tal hecho.

Tampoco tenía antecedentes en los anales del municipio la delegación de su propio rostro que acabo llevara Enrique el del Pueblo Viejo. Había sucedido en los albores del cuarto decenio del pasado siglo XX. La llamada carta de ruta que como documento de identidad personal existía para la época de referencia, había de ser sustituido por la cédula personal de identidad. El alcalde municipal había convocado con tales fines una reunión en el cabildo local: “Para que pueda ser expedida una cédula”, les aclaró el alcalde, “se precisa de un retrato reciente del usuario”. El fotógrafo más cercano a Sabana de la Mar en el año 1932 estaba en el pueblo de Sánchez, y hasta allá tenía que viajar en barco el interesado para hacerse retratar.

No era cosa de echar de menos si el representante fotográfico propuesto por Enrique el del Pueblo Viejo se parecía a él tantísimo como pudiera el talentoso Julio Sabala parecerse a Julio Iglesias. Tampoco importaba tanto el total desconocimiento de Enrique en el año 1932 de lo que significaba el sustantivo retrato. Importaba en cambio el candor y la honestidad de su propuesta: “Yo no podré viajar a Sánchez, señor alcalde, pero lo aseguro que me haré representar”, aseveró.

Entonces, ahí está la materia susceptible de ser novelada. Pero qué cosa porque ahí no está aún la novela, de la misma manera que en las fundas de cemento, las varillas, la arena, los azulejos y la madera aún no está la casa. Hay que aprender la técnica que nos permite valernos de esos materiales para construir la casa. O de las penas, de las alegrías, de las vivencias propias y ajenas, y sobre todo de las palabras para poder escribir la novela.

Ya hemos hablado del carácter inevitable de los recursos poéticos en la novela. Debió ser el pintor Edgar Degas quien en su siglo XIX llegó hasta el poeta Stéphne Mallarmé con la inquietud de que quería escribir poesía y que en adelanto tenía ya algunas ideas:

--Estupendo –le aclaró el poeta— pero la poesía no se hace con ideas sino con palabras.

A quien tenga ya ideas para escribir una novela, sólo le faltan las palabras.


El material poético en el edificio de la novela


De lo que dicho llevamos se colige que el novelista no alcanza la excelsa categoría del poeta. Sin embargo, ¡sublime antinomia!, la novela que carece de poesía jamás sobrevivirá el escarnio de los siglos.

Los novelistas modernos compartimos la manía de referirnos a Miguel de Cervantes Saavedra. La máxima latina es milenaria: “El abuso no quita el uso”. Por inapropiada que pueda parecer en poesía la certeza física, la imagen fotográfica podría adornar la parábola: si el lente del novelista no retrata la belleza oculta en las palabras, se vuelve cuesta arriba la lectura de su prosa.

Hemos mencionado a Cervantes. Ande usted y pregúntele a los dioses del Olimpo por qué podemos escribir en tan sólo tres oraciones, obviadas las consabidas dudas acerca del lugar y de la fecha de su nacimiento, la biografía de Miguel de Cervantes Saavedra: “Nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547, escribió El Quijote, y murió con aceptable certeza en Madrid el 23 de abril de 1616”. Riquísima en hechos memorables fue la vida del novelista más admirable de la humanidad, ¿pero para qué decir más en el momento de biografiarlo?

Sería que no basta acaso para biografiarse a sí mismo la gracia y el tino poético de quien describe a un andante caballero medieval armado de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Y a renglón seguido lo alimenta de una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, y algún palomino de añadidura los domingos, los cuales consumían las tres partes de su hacienda. Y el resto de ella lo remataban sus prendas de vestir, descritas todas con igual gracejo y fiesta poética.

Jóvenes poetas y narradores que la presente leyeren, una preguntita indiscreta: ¿Y por qué calendario se regía Cervantes? No les parece a ustedes una semana rara que iba de las más noches, es decir, de las noches correspondientes a los días que el mismo Cervantes a poco andar ha de llamar de entresemana, a los sábados, para devolverse a los viernes y devolverse nueva vez a los domingos.

Y otra pregunta retórica. No tienen que responderla en el acto. Tómenla consigo y respóndasela ustedes mismos en su hontanar anímico: ¿Estaba Cervantes borracho cuando empezó a escribir su novela, o había por el contrario remontado ya en el primer párrafo de su obra maestra el albur de la poesía?

(Lo lamento en el alma. ¿Y qué mento? Mento santo. ¿Y qué santo? Santo Tomás.
Que justo de la sapientia cordis o sabiduría del corazón atribuida a la doctrina cristiana de Santo Tomás de Aquino quiero hablarles. Esa sabiduría del corazón anida sin duda en el ánimo y en la intuición de los poetas mayores. Por eso le es dado a Cervantes escribir un poema en prosa cuyo número total de páginas, medido en cientos de ellas, varía en función de las introducciones, prólogos, aclaraciones y notas al calce de la edición que en su casa tenga usted.)

Edith Grossman, traductora al inglés afortunada del Amor en los tiempos del cólera, cuando hubo de embarcarse por fin en una ambiciosa y noble traducción de El Quijote, contó con típico asombro neoyorquino que al verla Gabriel García Márquez después de saberla inmersa en tan grande empresa le enrostró su infidelidad: “Me cuentan que me pegas los cuernos con Cervantes”, le socaliñó el hermano colombiano del gigante de Alcalá de Henares.

Se empobrecería de manera sensible nuestro parnaso sin esos gemelos de siglos y patrias chicas distantes entre sí. Pero a nadie se le ocurriría leer este trabajo sólo para vernos hacerles justicia a tan celebradas grandezas literarias. Estamos para aprender de ellos: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar la tarde remota en que su abuelo lo llevó a conocer el hielo”.

O si le cediéramos la palabra al trillizo mexicano de los gemelos arriba indicados: “Llegué a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”.

¿Qué demonios exorcizan en nosotros estos brujos de la palabra escrita? ¿Cómo la gallarda péndola de estos hombres ha transfigurado en poesía los aspectos más crueles y los más gratos de su propia realidad?

Las penas y las alegrías del narrador hechas literatura
El novelista que no acumula vida, dependerá demasiado de la imaginación. Pero ése no sería ni por asomo su mayor defecto. Su defecto narrativo estriba en lo que los españoles llaman pasotismo, y los puertorriqueños, en una metáfora llena de grises y sugestiva hasta la linde última, lo comparan con un pato bajo la lluvia: la vida le ha resbalado a ese novelista como le resbala al pato el agua bajo la lluvia. Al pasota, supongo, ha de costarle enorme trabajo novelar la vida. De la misma manera que al que no es amable por naturaleza y se mete a candidato, se ve en su peor traje cuando tiene que interesarse de corazón por sus votantes.

Yo quería ser justo este verano cuando el colectivo literario que me ha invitado a esta charla en Nueva York estuvo en Washington, DC. Mientras nos dirigíamos hacia el Busboy and Poets de la calle 14 a la presentación del libro Mujeres de palabra (y hombres raros, según el poeta Jorge Piña) el embajador Roberto Saladín había quedado fascinado por la gracia femenina de un poema en el que la poeta se declara demasiada mujer para su hombre. Y debo contarles además que el embajador Saladín, por un compromiso previo con su nieto Sebastián, se había perdido la lectura que de dicho hiciera en nuestra casa uno de los hombres raros que acompañaron hasta Washington a las mujeres de palabra.

¡Qué pena que se perdiera Roberto Saladín el gesto histriónico y gallardo del hombre raro que al final de la lectura del poema lanzó sobre la grama reseca del verano de Virginia el poemario recién leído!

Ya lueguito, cuando llegó el triste momento de la despedida y quisimos ofrecerles a los poetas una cerveza de despedida, Karina Rieke me preguntaba si me había impresionado la lectura de los poemas que en la tarde del día anterior había hecho ella. Al comenzar esta historia puse de manifiesto mi intención de ser justo: “Quiero decir, Karina, que la poesía y el pan se quedan para siempre como han salido del horno”.

Karina empuñó entonces una de las servilletas de tela que bien dobladas sobre la mesa del restaurante contenía un juego de cubiertos. Con suma delicadeza desenvolvió la servilleta y empuñó por el mango el cuchillo de metal: “Di la verdad, Ángel: ¿No te impresionó mi lectura?” Puesto yo contra el cuchillo de Karina y el espaldar de mi silla, sólo contaba con la benevolencia de Jorge Piña y de Jacqueline Guilamo, comensales a la misma mesa pero en extremos opuestos, para desarmar a esta mujer de palabra fácil y cuchillo al ristre.

Lo cuento de pasaditas, pero jamás novelaría en fecha reciente el susto de aquella mañana. Acumulo cuitas y alegrías para reflejarlas letra a letra en mi novela de turno, pero las letras hay que secarlas, hay que cernerlas, hay sacudirlas en batea grande y hay que medirlas por buen cajón.


(*) Todos convendríamos en que sin el primero de los dos juanes que menciono no habría segundo. Pero el segundo se nos ha ido apenas, y a destiempo. Se entenderá entonces que luego de la salvedad de rigor hablemos del segundo. La narrativa con fines literarios en sentido estricto no era el oficio de Juan Francisco Santamaría. Pero la circunstancia conmovedora de que durante dos semanas consecutivas oscilara mi ánimo entre el compromiso público de esta charla en NYC y el lecho de muerte del compañero egregio y amigo entrañable me obliga sin remisión a la dedicatoria póstuma con relación a él, como cerraría el concepto el maestro común que menciono. Durante el breve lapso ilusorio que medió entre las dos últimas recidivas implacables de su quebranto cruel, la voz familiar y querida del propio Juan Francisco irrumpió tenue y afectiva del otro lado del auricular inalámbrico: “Soy Juan Francisco, compañero Ángel: todavía no me voy”. Por un mandato del corazón, y también como un mecanismo subconsciente de defensa para no desplomarme del todo, compartí por correo-e mi ilusión de supervivencia con Lola, con Andrea, con Aurora y con varios amigos y compañeros íntimos.

El compañero Manolo Pichardo, más cerca desde el punto de vista físico del amigo enfermo, y cónyuge aquél de médico, en tono reflexivo llamó a capítulo mi ilusión de larga distancia: “Ángel, pero yo he conversado con Ydalma y las cosas no son como te ha dicho Juan. Luego de los dos derrames cerebrales, Juan ya no es candidato a transplante de hígado”. Se me desplomó el mundo entre los pies y llamé por teléfono a los jóvenes poetas y narradores de NYC para explicarles que ante tal situación yo no podría leer en público la charla que por invitación de ellos había escrito.

Cumplo hoy con el deber de publicarla en nombre de Juan Francisco Santamaría, el amigo noble y generoso que en ausencia nuestra hizo suya junto a otros compañeros la presentación en Funglode de nuestra novela Génesis si acaso; que además la entregó en persona a cuanto lector pudo, que llevó a España de su propia mano los primeros 74 ejemplares de mi novela que allende los mares circularon, y que sin ser editor de la misma no se cansó nunca de encontrarle nuevos nichos de lectores. Parecería un acto más de generosidad de Juan Francisco, y sin duda lo fue. Pero también fue más, y lo que más fue no cabe en esta nota al calce. Lo explicaré en otra ocasión. Pero puedo adelantar que para que una persona que no sea editor ni distribuidor de un libro te regale sin cesar lectores a lo largo de los meses y de los años, se necesita un Juan Bosch, o que a éste le sobreviva un Juan Francisco Santamaría. A ambos, por fortuna, le sobreviven muchos deudos. A ellos les debo y les agradezco. Y le agradezco a la humanidad que los ha prohijado y los ha contenido.

La objetividad periodística

Por Manolo Pichardo
Listín Diario 08/10/2010.-
Es difícil que un comunicador social por esfuerzo que haga sea completamente objetivo; a veces la formación da el prisma para mirar el hecho noticioso, por ello, el punto de mira de un acontecimiento puede estar marcado por la estructura de valores que forma el pensamiento del profesional de la pluma y la palabra, y por esto puede ocurrir que sobre un mismo suceso, como es frecuente, se den distintas versiones.
Seguir Leyendo... La objetividad en el ejercicio de la comunicación es más fácil de sostener cuando se trata de narrar o describir un hecho, siempre y cuando se le conozca con exactitud y se sea testigo de él. Pero cuando el comunicador agrega juicios de valor a la noticia el terreno se torna resbaladizo, porque entonces el ángulo desde donde se comenta está preñado de las convicciones, a veces profundas, que por demás varían de un individuo a otro.
Con frecuencia el periodista comprometido públicamente con alguna causa, sea ésta religiosa, política o de la que fuere, tiene más credibilidad que algunos que se manifi estan imparciales, pues resulta que el que asume un compromiso es visto como un comunicador que agrega juicios de valor a sus comentarios aferrado a las convicciones que defi nen su conducta frente a la vida; el confeso imparcial, como no lo es en realidad, está amarrado a un código de valores que trata de ocultar pero que revela en la pasión de sus juicios.
A pesar de lo anterior, y conscientes de ello, hay comunicadores que luchan para vencer la tentación de sucumbir a la ausencia de objetividad, pero como su trabajo es hablar, y hablar mucho, o escribir profusamente, se les salen, de vez en cuando, en las peroratas que fl uyen a tropel, los refajos.
Como estudié periodismo inspirado en algunos veteranos comunicadores, entre los que están Víctor Grimaldi, Huchi Lora y los hermanos Herasme Peña, me apenó escuchar del autor de Tintero más o menos esto: “Señor Ottone, lo único bueno que ha hecho este gobierno es invitarlo al país para que nos hable de estas cosas tan interesantes”.
Entrevistaba a Ernesto Ottone, sociólogo chileno, profesor universitario y funcionario de la CEPAL que invitó el Ministerio de Economía y Planifi cación para hablar en diferentes escenarios sobre la democracia y el desarrollo en América Latina.
Yo pienso que el país no es un paraíso, pero de ahí a lo expresado por el prestigioso comunicador, hay una gran distancia. Con esas palabras la objetividad se descompuso.
Y me apena porque mi profesor no merece perder la credibilidad que se ha ganado en muchos años de trabajo duro y riesgoso, siempre intentando ser objetivo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

PLD, PRD y PRSC anuncian acuerdos en el PARLACEN

El Nuevo Diario
06/10/2010.-
PLD, PRD Y PRSC anuncian acuerdos en el PARLACEN Temístocles Montas, miembro del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana manifestó este martes que el acuerdo a que se arribó de los diputados del Parlamento Centro Americano y del Caribe (PARLACEN) a favor de la alternabilidad en las posiciones dirigenciales de esa entidad, pone de manifiesto la consolidación del proceso democrático en el país. Montás se expresó en esos términos durante la firma de un acuerdo del bloque de diputados del PLD y aliados, el PRD y aliados y el Partido Reformista Social Cristianos que decidieron a través de un pacto alternar sus funciones al frente de la entidad regional, con miras a coordinar las acciones en los años ulteriores.
Seguir Leyendo... “Es evidencia de que democráticamente estamos madurando”, subrayó el también Ministro de Economía Planificación y Desarrollo del Poder Ejecutivo al valorar de que partidos de la oposición y del gobierno se puedan poner de acuerdo
Felicitó el hecho de que cuando es preciso ponerse de acuerdo los líderes de los partidos lo hacen y ponen por encima los intereses del país que los partidarios.
El acuerdo consiste en que el diputado Tony Raful Tejada, del PRD, será escogido como candidato a la Vicepresidencia, y el diputado Franklin De la Cruz, del PLD, lo será candidato a la Secretaría del PARLACEN en las elecciones que se efectuarán en ese mes de octubre y que comprenden el período 2011-2012
También se acordó que el período 2011-2012, el diputado Manolo Pichardo, del PLD, será el candidato a la Presidencia del PARLACEN, mientras la Secretaría de la ocupará el diputado que sea designado por el bloque de organizaciones que encabeza el PRD.
Es importante señalar que a partir del 2011 la República Dominicana asumirá por primera vez la presidencia del Parlamento Centroamericano (PARLACEN)
De su lado, Peggy Cabral del Partido Revolucionario Dominicano PRD saludó también la iniciativa de los diputados parlamentarios ya que la alternabilidad de estos y sus funciones constituyen un paso de avance en la gobernabilidad del país.
Dijo que favorece la manera cómo el país se pone de acuerdo cuando se tratan temas y situaciones importantes como esta, comentó.
“En realidad cuando se desea llegar a un bien común y esta es una demostración. El Partido Revolucionario Dominicano avala este acuerdo y lo felicita porque ha decidido en cosas fundamentales”, subrayó.
En una breve participación, el secretario general del Partido Reformista Social Cristiano, Rogelio Genao, saludó la decisión de los parlamentario y resaltó el papel de esa organización que pese a sacar un solo diputado es el que inclina la balanza para el lado blanco y morado que obtuvieron 10 cada uno.
El acuerdo fue rubricado por Temístocles Montas, Manolo Pichardo y Franklin de la Cruz por el PLD; Peggy Cabral, Tony Raful y Ana María Acevedo por el PRD, así como por Ramón Rogelio Genao por el PRSC.
Franklin de la Cruz, Manolo Pichardo, Tony Raful y Ana María Acevedo son diputados ante el Parlacen.

domingo, 3 de octubre de 2010

Las telefónicas y el jamón

Por Manolo Pichardo
Listín Diario 01/10/2010.-
Hace algunos días platicaba con Bjorling, mi hijo, acerca de cómo, en medio de la excitación por la tecnología la gente cae sin darse cuenta en las engañifas de las empresas que se manejan en el negocio de la Internet y la telefonía móvil, mientras las instituciones del Estado, impotentes por no contar con un instrumento legal para que los usuarios no sean timados, se limitan a denunciar con cierta timidez los abusos.
Seguir Leyendo... Es sabido que el Indotel denunció la práctica de los prestadores de servicios de Internet, de vender una velocidad que ninguna empresa en el país puede brindar, pero que cobran porque además de la fiebre por estar conectado, el consumidor dominicano no tiene cultura de reclamar sus derechos, quizá por la historia de indefensión que ha envuelto a la sociedad.
Ninguna institución pública ni privada, sin embargo, a reparado en el hecho de que con los teléfonos prepagos, las empresas de telecomunicaciones dedicadas al negocio se están apropiando del dinero de los que recargan y no llegan a utilizar los minutos comprados.
La cuestión funciona de la siguiente manera: Si un usuario del servicio compra 100 minutos y consume durante el mes 90, los 10 restantes se le cargarán a los 100 minutos que comprará el mes próximo. Así, a la hora de recargar tendrá 110 minutos; pero resulta que si en ese mes sólo consume 100 minutos, los 10 agregados del mes anterior pasan a manos de la empresa, porque usted tendrá “derecho” a consumir los 100 nuevos, no los viejos. Fíjense que los 10 minutos que se pierden ya fueron pagados por el usuario.
A todo este cuento de los celulares prepagados el heredero de mis deudas agregó el comentario siguiente: “Esto de los teléfonos con tarjeta se parece a un individuo que va a un supermercado y compra un jamón bajo las condiciones contractuales de consumirlo en un mes, porque si al cumplirse ese tiempo no se lo ha acabado irían por el embutido, o lo que quedase de él, para ofertarlo a otro cliente”.
Los guatemaltecos padecieron de este timo durante un tiempo y los consumidores acudieron al Congreso buscando amparo para sus bolsillos y lo encontraron, pues me cuentan que se elaboró un proyecto de ley que obligaba a las telefónicas a mantener los minutos comprados por el usuario hasta que éste decidiera consumirlos. El proyecto no se llegó a aprobar, pues las telefónicas decidieron, para evitar que los ciudadanos conocieran el “concón” de sus negocios, no apropiarse de lo que compran los usuarios, por lo que los minutos ya no se vencen. Y para colmo, un día por semana ofrecen el triple saldo: Si recargas con 25 quetzales, recibes 75; si 50, te beneficiarás de 150. La doble ñapa se agregará según la recarga.
Aquí tendremos que trabajar la ley. ¡Vamos por ella!