sábado, 29 de noviembre de 2008

Deng Xiaoping y Mijail Gorbachov



Por Manolo Pichardo
Listín Diario 29/11/2008.-
Lenin construyó un Estado socialista forzando las teorías de Marx que plantean que ese sistema se establecería allí donde el capitalismo estuviera más desarrollado. Stalin, su sustituto, encontró un país que, en algunos lugares remotos, se daban aún relaciones de producción de tipo feudal.
Utilizó, además de su inteligencia, las fuerzas represivas para industrializar el país movilizando desde el campo a millones de ciudadanos que se convirtieron en obreros citadinos y, en poco tiempo la URSS se convirtió en un poderoso imperio que lideró a Europa del Este, rivalizando por décadas con EEUU que estuvo al frente del polo capitalista.
El liderazgo soviético no llegó por causalidad pues el papel desempañado por el Ejército Rojo, sus aportes indiscutibles en el conflicto en que aportaron 22 millones de vidas, ganando las batallas más decisivas a las fuerzas de Hitler y sus aliados, le dieron el prestigio y liderazgo que ejerció. Khrushchov intentó reformar y no pudo. El modelo soviético se fue agotando y llegó a su punto crítico durante los últimos años de Brezniev.
Andropov llegó y murió sin que definiera nada en torno a lo que encontró, pero asumió al poder Mijail Gorbachov que, con su perestroika y glasnost, intentó reinventar el socialismo, haciéndolo más democrático y transparente. Fracasó en su intento presionado e infiltrado por occidente.
Su falta de carácter dejó que fuerzas sociales manipuladas desde fuera, dieran el tiro de gracia al régimen que agonizaba llevándose de paso a toda Europa del Este.
Se buscaba extender el efecto dominó y Deng sintió también las presiones, pero llevó las reformas a su estilo, por lo que no le tembló el pulso para aplastar al movimiento estudiantil en la plaza de Tiananmen.
El gran reformador que antes de estos acontecimientos había iniciado las reformas desde el campo, dio impulso a su proyecto abriendo la economía a la inversión privada, iniciándose con ello la acumulación originaria de capital que está convirtiendo a China en la nación más poderosa del mundo.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Liderazgo pobre

Por Manolo Pichardo
Listín Diario 22/11/2008.-
En mi adolescencia era un apasionado de los debates políticos. Seguir las declaraciones de Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez y Joaquín Balaguer o escucharles debatir sobre los problemas nacionales e internacionales entusiasmaba. La izquierda tradicional, como solía decir el fundador del PLD, aportaba al entusiasmo, siempre recitando citas de Mao, Lenin, Marx, Trotsky, Enver Hoxha o creando, siempre sustentado en el marxismo, todo un armazón teórico para justificar posiciones muchas veces alocadas. El asunto es que las ideas estaban a la mano, no sólo en los partidos y las universidades sino en los clubes y las esquinas, en las mismas que hoy se distribuyen los idiotizantes estupefacientes.
Lo curioso es que el nivel de instrucción del pueblo dominicano era minúsculamente inferior al que ha alcanzado para estos días en que Milagros Ortiz, Hugo Tolentino Dipp, Tony Raful, Ivelisse Prats y el resto de los pensadores del PRD no tienen posibilidades de optar para presidir el partido, pues el puesto parece estar reservado para el marketing y el dinero que ha sido capaz de suplantar los cerebros de aquella organización, como ocurrió con la candidatura a la presidencia de la República en el 2000 para desgracia de todos. En el PRSC la cosa es peor, pues ya vivimos el circo del torneo electoral pasado que pretende instalarse ahora en la dirección política de la organización. Allí el cerebro anclado en la Máximo Gómez 25 atrofió a los demás que no pudieron crear perfiles presidenciables ni de cuadros partidarios capaces de arrastrar y enloquecer con discursos a su militancia.
En el PLD las cosas son distintas, tiene cerebros como en el PRD, con la diferencia de que son más y hasta hoy no les han permitido a los bufones alzarse con el cetro ni la corona del partido ni el país, aunque éstos acechan y avanzan peligrosamente cerrándoles el paso a los que están en el banco, esperando el turno al bate. Lo malo es que, para lograrlo, seducen a los dirigentes de mayor nivel como si pescaran en río revuelto.

sábado, 22 de noviembre de 2008

La preocupante situación del PLD





(Carta al Comité Político)

En los últimos días dirigentes peledeístas han manifestado públicamente preocupación por la situación de inercia en que se encuentra nuestra organización política. Pienso que hacer uso de los medios de comunicación para llamar la atención sobre lo que nos ocurre, no es lo recomendable; sin embargo, el mismo estado de parálisis, de desmonte de las estructuras orgánicas que no permiten canalizar estas inquietudes desparramadas entre dirigentes de todos los niveles, lo justifican.

Y es que, a partir de la masificación que eliminó la formación de los militantes, este partido ha caído en un estado degenerativo que lo lleva a convertirse en una entidad similar al Partido Revolucionario Dominicano o al Reformista Social Cristiano, antítesis del proyecto que concibió Juan Bosch cuando el 1973, abandonó junto a un reducido número de compañeros, la organización que ayudara a construir en 1939, por considerar que había jugado ya su rol histórico.

La práctica clientelista nos ha arropado a pesar de que desde el 73 la combatimos porque en ella se conjugan el irrespeto a la dignidad del pueblo dominicano y los vicios que brotan de una parte de la sociedad compuesta en su mayoría por bajos pequeños burgueses que se enrolan en la actividad política para ascender socialmente como vía para alcanzar ascenso económico.

Nos fuimos abriendo y con ello abandonando nuestra mística, nuestros métodos de trabajo y, en una sociedad condenada al conocimiento para poder subsistir, sepultamos los círculos de estudio, las charlas, la revista Política: teoría y acción como órgano de debate ideológico, y en fin, nuestra fisonomía fue cambiando para ser cada vez más parecida a la del PRD con todo y el “entren to´” que nos ha servido para abultar una nómina de miembros de la que salen nuestros candidatos a puestos electivos que, en muchos casos, son una vergüenza.

El canibalismo caracteriza los procesos internos destinados a escoger los candidatos a puestos electivos; el dinero corre a borbotones y los más vivos, los que se pueden agenciar recursos económicos sin importar la procedencia, alcanzan las nominaciones por encima del compañero capaz y meritorio, por encima del militante que ve la política como un instrumento para servir a la sociedad y no a intereses extraños.

Pero lo peor es que durante los procesos internos para escoger la dirigencia partidaria, estos vivos que, forrados en dinero pueden comprar comités intermedios enteros, se les imponen a los verdaderos militantes, con la complicidad de altos dirigentes que valoran a los compañeros por los recursos económicos que puedan mover, la cantidad de gente que pueda aglutinar, sin importar que sean comprados como en carnicerías y, por último, y esto ya es escaso, por el nivel de influencia que puedan tener en los medios de comunicación.

En medio de este desorden mayúsculo, los comités de base no existen, son fantasmas aparecidos para manipular los procesos de votación internos y, en consecuencia, los comités intermedios, municipales y provinciales corren la misma suerte, porque son un fardo de papeles que algunos presidentes cargan debajo del brazo para negociar cualquier asunto.

El secretariado ha desaparecido porque las secretarías pasaron a ser feudos de los titulares que no las reúnen sino que de vez en cuando dan órdenes a los subsecretarios para que hagan tal o cual trabajo. Esto en honor a la verdad tiene sus excepciones, pues hay secretaría que aún con el sentido de propiedad que les dan sus titulares, mantienen cierto ritmo de trabajo. Pero aclaro que esto siempre ocurre en medio de unas relaciones entre reyes y peones, donde los últimos no pueden tocar al primero, contrario a como ocurría cuando los organismos y órganos del partido funcionaban y eran respetados, cuando las decisiones eran colectivas, producto de las discusiones abiertas y el voto.

El Comité Central ha pasado a ser una figura decorativa sustituida, en violación a las disposiciones estatutarias, por el Comité Político que de hecho se convirtió, de órgano, en organismo con poderes para intervenir en todo y decidir sobre todo, anulando el resto de la organización y esto con el agravante de que en años han puesto más empeño a los asuntos de gobierno que a los cuestiones partidarias.

Para estos días el CP, no dudo que con buena fe, creó unas comisiones especiales para evaluar la marcha del partido. Esto estaría maravilloso si con ello no se violara lo que establecen los estatutos que dan esas facultades al Comité Central. Pero además, estas comisiones vienen a sustituir a las secretarías del partido, con lo que se violan los procedimientos institucionales. ¡Esto resulta increíble! ¿Cómo podemos dinamizar el partido violando los mecanismos institucionales? ¿A dónde llegaremos si comenzamos, además de todo lo que nos ocurre, a crear comisiones que suplanten los órganos de trabajo del partido establecidos estatutariamente?

La combinación del derrumbe del muro berlinés con la apertura, la eliminación de los círculos de estudio y la desaparición de los órganos de difusión de nuestra organización, desdibujó nuestro perfil ideológico, por ello es común ver entre los miembros del partido militantes del liberalismo económico, izquierdistas que añoran la revolución bolchevique y centroizquierdistas convencidos de que nuestro partido debe adherirse a las corrientes que promueven la economía social de mercado.

Como partido no fijamos posición en torno a los grandes temas nacionales e internacionales, y cada cual, partiendo de su orientación ideológica, de sus simpatías, asume posiciones públicas que dejan en el desconcierto a amigos y simpatizantes nuestros que ven con espanto cómo el organizado y siempre orientado partido de Juan Bosch se va pareciendo al monstruo creado por Frankenstein, compuesto por partes de cadáveres diseccionados.

Por otro lado, hay mucha inquietud con relación a la renovación de las direcciones medias, municipales y provinciales, pues sus dirigentes están en situación de ilegitimidad desde hace años sin que esto llame la atención del CP, aunque, desde el CC hacia abajo, el asunto se torna preocupante.

No dudo que la impotencia llevara a algunos compañeros a desahogarse en los medios de comunicación, que este fuera un recurso extremo para llamar la atención y se comience a detener este acelerado proceso de deterioro que padecemos.

El PLD sigue siendo el instrumento político para continuar el proceso de transformación de nuestra sociedad impulsado desde nuestros gobiernos, pero debemos rescatarlo para que la desazón no nos encamine a la frustración por entender que fracasamos como partido y como dirigentes políticos que no supieron aprovechar la oportunidad que les dio la historia para redimir del atraso al pueblo dominicano.

Hay tereas pendientes con el país, pues los temas energético y de la educación nos han desbordado, y en un mundo de economías abiertas no podremos ser competitivos si no avanzamos en ellos para que no sean un obstáculo al desarrollo. Por ello creo que debemos rescatar el partido, para, como organización, ser un soporte del gobierno en la tarea de seguir empujando hacia el desarrollo sostenido.

No destruyamos el partido, no enterremos la esperanza, no matemos el futuro, no nos permitamos el fracaso, que la historia nos acecha.

Manolo Pichardo
Santo Domingo, D.N.
Noviembre 11 de 2008.-

viernes, 21 de noviembre de 2008

Saramago proclama el "suicidio" del capitalismo




Si hace años Nietzsche diagnosticó la muerte de Dios, hoy José Saramago ha hecho lo propio con la religión del mercado. "El capitalismo se suicidó", ha indicado el premio Nobel en una entrevista concedida al diario Público. A sus 86 años, el escritor sigue apostando por las nuevas generaciones en las que delega la revolución pendiente: "volver a la ética", aunque suene "antiguo". En su opinión, sólo ellas pueden regenerar el sistema.José Saramago se está recuperando de una larga convalecencia, pero vuelve con las pilas cargadas. El literato tuvo una neumonía que le mantuvo ingresado durante un par de meses. Ahora, no obstante, regresa a los ruedos con un libro nuevo que saldrá a las librerías mañana. "El viaje del elefante" es el título de su última obra, en la que se narra el viaje de este animal desde Lisboa hasta Viena. El motivo de su peregrinación es que "no tiene oficio ni beneficio, ni esperanza de provecho". Un leitmotiv totalmente capitalista al que Saramago se refiere como una "metáfora de la vida", si bien se desmarca de esta ideología. En su opinión, no somos lo que producimos, "somos lo que hacemos", lo cual "tiene un sentido más digno".
Descomposición del sistema Al hilo del sistema capitalista, el escritor admite que ha sufrido un "proceso de descomposición" del que "no nos dimos cuenta". "Las hipotecas basuras fueron el primer síntoma de lo que ocurrió", apunta. La degradación sistémica "incluso sorprendió a aquellos que defendían la idea peregrina del señor Fukuyama de que la historia se había acabado, que habíamos llegado a un punto en el que no habría cambios". En este aspecto, Saramago opina que la transformación que hace falta ahora mismo es aquella que permita "volver a la ética".
No basta con refundar el capitalismo El escritor reniega de la pretendida refundación del capitalismo, objetivo de la pasada cumbre de Washington. Refundar implica "cambiar algo para que todo siga igual", una reacción, por tanto, insuficiente: "el trauma ha sido suficiente como para pensar que con una mano de pintura no basta. No sé qué pasará, pero tengo claro que el capitalismo se suicidó", remarca. Sobre el futuro, tiene más incertidumbres que certezas. "Supongo que ocurrirá la creación de instrumentos de control para supervisar las operaciones financieras. Pero si no se acaban los paraísos fiscales, si no se aplica la tasa Tobin, etc… no sé qué pasará".
El poder de las generaciones Preguntado sobre si necesitamos a Marx, el literato admite que se le está "resucitando" y "reeditando". "Pero, ¿estaremos en condiciones de estudiar a Marx desde nuestra época?", inquiere retóricamente. Una vez más, traslada a las generaciones venideras la misión de regenerar el sistema. "Creo en las generaciones. Creo que hay generaciones capaces de crear, de generar y de construir. Si la generación a la que vosotros pertenecéis es capaz de tomar la decisión de reaccionar y de expresar las dudas que hay que mantener vivas, porque la seguridad es engañosa, podréis ser una de las generaciones necesarias. Yo no creo que la literatura salve nada, porque si pudiera hacerlo ya lo habría hecho. Todo eso quedó en el pasado y no cambió nada".


EL PLURAL.COM

domingo, 16 de noviembre de 2008

¿Dónde se han metido los neoliberales?

Por LUIS DONCEL - El País 16/11/2008

Los economistas que abogaban por desregular el sector financiero se debaten ahora entre admitir su error o defender los mismos postulados

"Es demasiado pronto para pronunciarme". El ex primer ministro chino Zhou Enlai echó mano de la sorna para responder en París a una pregunta sobre las consecuencias de la Revolución Francesa de 1789. No ocurre lo mismo en la primera crisis global del capitalismo. Casi todos los analistas consideran que no es pronto para atribuir la catástrofe a una excesiva permisividad en los mercados aderezado por el exceso de liquidez y la avaricia de unos cuantos superejecutivos de entidades financieras.
Pero la unanimidad no es total. Algunas voces que, ya sea con la etiqueta de neoliberales o de neocons, han apostado en los últimos años por las bajadas de impuestos -sobre todo si beneficiaban a los que más ganan- y por dejar al mercado que campara a sus anchas creen que la falta de regulación no es la culpable.
"Los demócratas se equivocan al culpar de la crisis a la desregulación de los servicios financieros. En todo caso, este sector ha vivido desde los años ochenta un incremento de reglas", opina Peter Wallison, un destacado miembro del American Enterprise Institute, uno de los think tanks conservadores que en los últimos años han influido más en los despachos enmoquetados del Capitolio, el Pentágono y la Casa Blanca.
Los mismos que se las apañaron en los ochenta, con la llegada de Ronald Reagan y Margaret Thatcher al poder en EE UU y el Reino Unido, para convertir unas ideas muy minoritarias en dogma dominante que contagió hasta a los Gobiernos de centro-izquierda se ven ahora obligados a recolocarse ante la nueva coyuntura. La frase de Thatcher que certificaba que la sociedad no existe se convirtió en su grito de guerra. Unos, los menos, admiten ahora haber cometido algún error y apuestan por cambiar el chip. Pero la mayoría considera que el problema no ha sido la adopción de medidas liberales, si no su aplicación incorrecta.
"Me he pasado al otro bando", reconoce Rafael Pampillón. De donde venía este doctor en Economía es del bando de los que recomiendan siempre desregular e introducir más mercado. Pampillón señala que ha fallado la supervisión bancaria y que el sistema de incentivos para colocar hipotecas a todo coste ha causado serios perjuicios.
"No vamos a un sistema distinto del capitalista. Pero el enfermo tiene que salir de la UVI y es necesario una medicina muy, muy cara. Hay que bajar los impuestos para que las familias puedan consumir y ahorrar más; y aumentar el gasto público", añade. ¿Y de los resabios de su antigua ideología? "Es verdad que el sector privado es más eficiente, pero no es momento de pensar en eficiencia. Es un momento trágico".
Entre los autocríticos destaca uno por encima de todos. El hombre antes considerado como gurú intocable y responsable de la época de mayor bonanza de la historia, y al que ahora se apunta como el culpable del naufragio que vivimos: el ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan.
A muchos supieron a poco las palabras que pronunció el pasado mes en el Capitolio, pero el reconocimiento de que se equivocó "parcialmente" al valorar los riesgos asociados a los derivados (productos financieros cuyo valor se basa en el precio de otro activo) sonó como el anuncio del final de una época.
Y si Greenspan infravaloró los riesgos de mantener los tipos de interés bajo mínimos entre 2002 y 2004 y de promover productos de ingeniería financiera no fue por falta de avisos. Uno le llegó del inversor y multimillonario Warren Buffet, que hace cinco años definió los derivados como "armas financieras de destrucción masiva que entrañaban peligros que, aunque estén latentes, pueden llegar a ser mortíferos".
El catedrático de la Universidad neoyorquina de Columbia Xavier Sala-i-Martín, un convencido de las bondades de la economía liberal de mercado, niega que el problema radique en la falta de regulación. "Las dos instituciones más reguladas del planeta, Freddie Mac y Fannie Mae, son las que primero se han venido abajo. Y los dos sectores con más problemas, el inmobiliario y el bancario, son los que más normativas tenían. No es que no hubiera regulación, sino que estaba equivocada", opina.
Sala-i-Martín detecta el peligro de que los gobernantes se lancen ahora a tomar decisiones que podrían haber impedido esta crisis -ya inevitable-, pero que no lo hará con las próximas, ya que no saben por dónde van a venir.
"La innovación financiera ha funcionado bastante bien. Se ha prestado dinero para crear Google, Microsoft, y Facebook, empresas que un sistema bancario tradicional nunca habría financiado. No veremos la segunda generación de googles si se crea un sistema con demasiada aversión al riesgo. No se puede tirar el sistema a la basura".
Sala-i-Martín, premio Juan Carlos I de Economía en 2004, defiende un sistema bicéfalo con una banca tradicional que financie actividades seguras y garantizada por el Gobierno, y un segundo brazo inversor de alto riesgo, con una regulación mínima, y capaz de innovar. "Sin este sector, no se financiarán nuevas tecnologías", concluye.
Pedro Schwartz prefiere desligarse de las etiquetas: "La ideología es bastante pesada. Facilita las pinturas en blanco y negro", comenta. Este liberal convencido apunta a los tipos de interés excesivamente bajos como los responsables. Schwartz niega que las soluciones que se están planteando (bajadas de tipos y aumento del gasto público) vayan a sacarnos del agujero, y pone el ejemplo de Japón en los años ochenta. "Dicen que hay que volver a Keynes. Pero dudo mucho que Keynes aprobara estas medidas. Hay que pasar por una pequeña recesión, de la que saldremos", concluye.
En España, los políticos han aprovechado la coyuntura para reafirmarse en sus trincheras. Mientras los socialistas han culpado de la crisis a "la revolución conservadora de Thatcher y Reagan a la que se subió Aznar", la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, recomendó para salir de la crisis "las recetas liberales clásicas: austeridad en el gasto público y bajada de impuestos".
Lo indudable es que las decisiones, o indecisiones, de unos Gobiernos que presumían de liberalizar todo lo que tocaban van a salir caras a sus ciudadanos. Los planes de rescate aprobados en Europa y EE UU rozan ya los tres billones de euros. Y la duda es si, cuando las cosas vuelvan a ir bien, estos mismos Gobiernos bajarán impuestos a las empresas, siguiendo el dogma liberal de que si ellas tienen beneficios, éstos llegarán a toda la sociedad.
... y ahora
- Alan Greenspan (octubre de 2008): "Estoy conmocionado por la magnitud del maremoto crediticio. Me equivoqué parcialmente. La crisis es más grande de lo que podría haber imaginado nunca ".
- Henry Paulson (noviembre de 2008): "He llegado a la conclusión de que la medida más eficaz y más rápida para mejorar el mercado de crédito es entrar en los bancos comprando sus acciones".
Antes decían...
- Alan Greenspan (2003): "Los derivados han sido un vehículo extraordinariamente útil para transferir el riesgo de las personas que no deberían asumirlo a las que están dispuestas y son capaces de hacerlo. Sería un error regular estos productos".
- Henry Paulson: El secretario del Tesoro de EE UU, nombrado en 2006, se pronunció al principio de su mandato en contra de la "excesiva regulación" del sector financiero.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Obama: ¿blanco, negro o mulato?



Por Manolo Pichardo
Listín Diario 15/11/2008.-

La noche en que se contaban los votos para definir cuál sería el nuevo presidente de los EE.UU, los medios de comunicación de aquel país proyectaron el triunfo de Barack Obama, refiriéndose a él como el primer presidente negro.
Viniendo de cadenas noticiosas estadounidenses no me sorprendió que se le definiera como negro, pues el racismo arraigado en aquella sociedad y expresado en la supremacía de los blancos, se resiste a aceptar que los hijos procreados entre éstos y los negros son mulatos.
Si no eres anglosajón puro, entonces, se te ubica como asiático, afroamericano y latino, sin importar que este último sea blanco, además de que se les niega el gentilicio de “americanos” que les pertenece sólo a ellos, como si el resto de América no fuera América.
El caso es que el presidente electo de los EE.UU es hijo de una blanca estadounidense y un negro keniano, por lo cual no es de una raza ni de la otra, es sencillamente, mulato. Un mulato criado en un hogar de blancos, con los hábitos y costumbres de éstos.
Si los negros asumieran la misma actitud de los blancos de negar la parte de la raza que les pertenece a un mulato, entonces podrían decir que Obama es el primer blanco que unifica el voto de los negros, porque resulta que en la historia electoral de aquella nación, nunca los afroamericanos se habían puesto de acuerdo para elegir, de forma casi unánime, a un candidato.
Los gringos son radicales con esto de las razas, porque para ellos no hay mestizos, que es la mezcla entre blancos e indígenas, ni zambos que es la el producto de la unión entre negros e indígenas, ni mulatos como ya he explicado; en fin, todas esas mezclas que conforman la población del resto de nuestra América, a la que siempre se le pone el apellido de Latina, para no entrar en confusiones, para que no haya espacio a la duda, para que quede claro que América es aquella y que por aquí somos sólo patío, patio trasero con bananas e hijos de accidentes históricos que nos colocan bajo sus órdenes, aunque esto comienza a cambiarlo el bloque progresista que avanza por el continente exigiendo una relación con respeto.

El legado de Hegel: La oposición entre la derecha y la izquierda hegeliana


Por: Luis O. Brea Franco
Areíto de Hoy 15/11/2008.-
En un apunte del diario de Chernishevski, de principio del 1850, se revela la gran crisis religiosa que desgarra su espíritu.
El trance se origina en la lectura y reflexión de un libro de un filósofo alemán contemporáneo suyo. El pensador es Ludwig Feuerbach (1804-1872), quien era, quizás, en ese momento, el más conocido discípulo de Hegel y pertenecía a la corriente de “los jóvenes hegelianos” o de “la izquierda hegeliana”. El libro en cuestión se titula: “La esencia del cristianismo”.
Chernishevski escribe: “En lo concerniente a la religión no sé que decir. En este momento no estoy seguro de si estoy convencido de la existencia de Dios, de la inmortalidad del alma y de todo lo que se deriva de esto. En teoría, me inclinaría más por no creer; empero, en lo personal me siento inseguro, sin una convicción firme y sin la voluntad necesaria para romper con la visión tradicional en que he sido educado. Si fuese valiente en la negación, sería un seguidor de Feuerbach.”
En otra anotación del mismo año, del 15 de septiembre, encontramos que se ha producido una profunda mutación; confiesa Chernishevski: “El escepticismo en materia religiosa ha alcanzado un punto tal que podría decir sin temor, que soy devoto, con toda mi alma, de la doctrina de Feuerbach.”
¿Qué tenía de esencial y decisivo para su propio tiempo el pensamiento de Feuerbach: de qué trataba, de dónde provenían las bases de su reflexión y, de qué manera pudo llegar a transformar y enriquecer la fase formativa del joven Chernishevski hasta causar en él una vaporización de sus arraigadas creencias cristianas? Estas son cuestiones que debemos responder, pero primero, estimo, debemos hacernos una idea de los que significa hablar de “derecha o izquierda” hegeliana.
Como es sabido, los discípulos de Hegel, después de su muerte acaecida en 1831, se dividen en dos grupos firmemente contrapuestos con respecto a las posibilidades de interpretar y de apropiarse de la herencia filosófica dejada por el maestro. Nacen así las diferenciaciones que caracterizarían a la “derecha” y a la “izquierda” hegeliana.
En efecto, los discípulos de Hegel se agruparán en lo adelante según asuman cuál debe ser el papel de la filosofía con respecto a lo que debe considerarse como “la realidad”, como el fundamento de la religión, de la historia, del ordenamiento social y político y sobre cuál es la función de la crítica filosófica. La “derecha” hegeliana se concentra en continuar el desarrollo del sistema elaborado por el maestro, y toma como referente categórico las dos últimas obras publicadas por Hegel, “La filosofía del derecho” y “La filosofía de la religión”, presentadas ambas en 1821. En ellas su autor intenta justificar el “status quo” histórico, político y social alcanzado por el represivo reino de Prusia por esos años.
Los discípulos de la derecha asumen estos aspectos como los elementos centrales del núcleo fundamental del pensamiento del maestro. Esto los conduce a privilegiar su teoría de la historia –que legitima el pasado y lo que de este deriva-; los lleva a concebir como punto de arribo y culminación del sistema -donde se “cumple la unidad inmediata de la esencia interna y de la existencia externa, como “la realidad” en sentido «enfático» de la palabra”, según lo expresa Hegel en “La lógica”- el Estado prusiano y la religión oficial del Estado -tomados en su sentido actual, es decir, como son en 1821. Tales serían, para ellos, los aspectos esenciales de la realidad.
Esta visión utiliza el pensamiento del filósofo para legitimar una situación histórica específica. Termina la filosofía hegeliana concibiendo como el paradigma cumplido de la realidad de la vida política, religiosa y económica un tipo de Estado, históricamente determinado: el burgués prusiano y sus instituciones; una religión específica, la protestante y un modo económico de producción, el capitalista.
Hay un aforismo donde el filósofo condensa los resultados alcanzados por su reflexión durante este período; aparece en el prólogo de “La filosofía del derecho”, y servirá para marcar la diferencia entre la derecha y la izquierda hegeliana, según se lo interprete: “Todo lo real es racional, todo lo racional es real”.
Para la derecha hegeliana el sentido del enunciado trasluce en lo que la primera parte de la expresión indica. Es decir, lo real -en cuanto actualidad, esto es, lo histórico al 1821- está representado por unas instituciones concretas vigentes: las estructuras del Estado prusiano y sus instituciones religiosas y sociales. Estas, por ser consecuencias de la historia vienen a representar la realidad plena, y por ello deben considerarse como “la concreta realización de lo racional en el mundo”.
Si aceptamos este enfoque, esto quiere decir que tendríamos que considerar como correcto y deseable permanecer en el estado de cosas existente, puesto que al ser éste “racional”, viene a manifestarse como el estado de cosas que representa lo verdadero, lo coherente.
Vendría a ser lo más adecuado con la finalidad racional en cuanto sería la más avanzada realización de lo racional y, en si mismo, debería concebirse como lo mejor, lo más logrado y perfecto. Por ello mismo sería de considerar como lo históricamente insuperable. Esta situación vendría a revelarse como el estatus final y la culminación de la historia.
Para los jóvenes hegelianos, o hegelianos de izquierda, por otra parte, lo que es fundamental de la herencia hegeliana es el punto de vista crítico. Lo determinante que Hegel trae al mundo sería su método, la dialéctica. Por esto recalcan, del enunciado señalado más arriba, la segunda parte, es decir, que para ellos lo que hay que destacar como la enseñanza capital del maestro es que la razón es fundamentalmente crítica, y sólo será real y verdadero lo que así se determine a partir de la crítica. Por ello consideran, que la razón en cuanto crítica siempre está en movimiento, nunca descansa ni se conforma con los resultados alcanzados, siempre está despierta y dispuesta a someter al análisis y a la discusión todos los resultados alcanzados.
La actitud y la capacidad crítica es, para ellos, el concreto y productivo legado hegeliano. Para los jóvenes hegelianos lo esencial de Hegel es la dialéctica y por ello se dedicarán a perfeccionarla y a aplicarla a los más diversos ámbitos de realidad.
En síntesis: Al ingresar a la universidad, Chernishevski se topa con el libro “La esencia del cristianismo” de Ludwig Feuerbach, discípulo de Hegel y líder de los hegelianos de izquierda. El pensador ruso termina por rendirse a la argumentación de Feuerbach y abandona el cristianismo. Para ilustrar al lector se explica lo que se entiende con la expresión “derecha” o “izquierda” hegeliana y las diferencias históricas de ambas visiones del pensamiento de Hegel.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Morir en el escenario



Por María Cristina Rodríguez
Hoy 13/11/2008.-
La muerte el lunes en pleno escenario de la legendaria cantante sudafricana Miriam Makeba causó pena y dolor en todo el mundo.
Diversas celebridades del planeta externaron su pesar por el trágico suceso y reconocieron las nobles cualidades de la intérprete del exitoso tema “Pata Pata”.
La cantante llegó a ser homenajeada en distintas ocasiones por su labor humanitaria, lucha que mantuvo hasta el último momento de su vida.
Algunas personas interpretan que morir en la acción de lo que a uno le gusta hacer es una virtud.
Así piensa el compatriota de la fallecida artista, Nelson Mandela, quien refirió que “es justo que Mamá Africa haya muerto en el escenario”, dando a entender con ello que es un privilegio finalizar una trayectoria de vida de esa manera.
Otros artistas han tenido igual suerte que Makeba, entre ellos el cantante ecuatoriano Olimpo Cárdenas, que dio vida a los temas “Nuestro juramento” y “Fatalidad”. Falleció hace 17 años encima de una tarima mientras se presentaba en Colombia.
El actor británico Jimmy Justice, autor de composiciones y arreglista de obras para musicales de Broadway, entre ellas “Hello Dolly”, conocido también como “el actor más veterano de la Revista Negra”, murió en 2007 de un infarto, haciendo lo que más le apasionaba: actuar.
Sobre el padre de la comedia francesa, el actor y dramaturgo Moliere, se dice lo mismo, aunque su muerte ha confundido a los historiadores.Supuestamente, la muerte de quien fuera considerado por la Iglesia Católica como “un cómico inmoral” ocurrió mientras interpretaba un personaje de su propia creación: “El enfermo imaginario”.
Otra versión asegura que decidió dejar la puesta en escena y fue a morir a su casa.
HAY MAS
A la lista de quienes han dicho que morirán cantando se agregan los cantantes españoles David Bisbal y Julio Iglesias y el mexicano Alejandro Fernández.
Iglesias le declaró a la agencia Efe mientras se presentaba en Argentina, que cantará hasta el último momento de su vida y que no se retirará de la música.
El intérprete de “Me dediqué a perderte”, en un concierto en su país natal, le dijo al público: “me voy a morir cantando”.
LO CONTRARIO
Nada de escenario. La merenguera dominicana Milly Quezada, el cantautor cubano Silvio Rodríguez y el argentino Sandro de América, preferirían tener un final diferente. Recientemente, Quezada le confesó a ¡Alegría! que no quisiera morir en un escenario. Silvio dice que respeta a los artistas que dan la vida por su música, y a Sandro le gustaría morir en su cama.
MIRIAM MAKEBA
Los restos mortales de la cantante sudafricana fallecida a los 76 años en Italia, llegaron ayer por la mañana al aeropuerto internacional de Johannesburgo, indicó la radio pública SAFM.
El féretro fue trasladado por Air France. Según el ministerio sudafricano de Relaciones Exteriores, varios funcionarios del gobierno debían reunirse con la familia de “Mamá África” para recibir los restos de la cantante.
Makeba vivió 31 años en Estados Unidos y Guinea , por aparecer en una cinta que denunciaba la segregación de razas en Sudáfrica.

Cerrando el agujero negro


JC Malone

Listín Diario 11/14/2008
NUEVA YORK.- Entre los principales aportes del presidente Bush a la antología de la infamia, la devaluación humana y el derecho pre-jurásico, está el “Centro de Investigación Guantánamo”. Es una versión evolucionada del infierno de Dante, la Bastilla francesa y el Gulag soviético. Extirpar esa tumoración del ordenamiento internacional contemporáneo está entre las prioridades iniciales del presidente electo Barack Obama.
Ningún ser humano debe considerarse libre en un mundo donde funcione Guantánamo, el perfecto adefesio moral, político y judicial. En ese agujero negro entre los códigos, el tiempo, el espacio, la historia y la conciencia humana, hay unos 200 hombres cumpliendo una cadena perpetua secreta y no declarada. Su “arresto-condena” fue decidido por un secreto comandante, por razones tan secretas como las evidencias para mantenerlos en “interrogación”. Entre ellos hay honestos e inocentes padres de familia. Obama libertará a una parte y enviará otros a cortes criminales o tribunales militares.
Según Bush estos individuos no pueden ser liberados ni juzgados en corte alguna porque son muy peligrosos. El “razonamiento” parece ser, si hay algo “racional” en todo esto, que los recluidos en Guantánamo son una subespecie evolucionada de un tipo de delincuente humano. Ellos cometieron, pensaron cometer o pueden cometer delitos tan horrendos que no están condenados en ningún código del mundo, por eso no hay jueces capaces de juzgarlos. El destino ineludible de esos parroquianos será pudrirse en Guantánamo hasta que “evolucionemos” como especie y sociedad para desarrollar códigos y jueces que puedan juzgarlos.
Guantánamo, el “Departamento de Seguridad Interna” y la “Guerra Contra el Terrorismo”, son hijos legítimos de la fornicación ilegítima entre la Iglesia y el Estado. Nacieron del concubinato entre fundamentalistas cristianos y ultraderechistas políticos que controlaron la administración Bush. Cerrar Guantánamo inicia el desmantelamiento de toda esa estructura del horror y el sin sentido.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Obama cerraría ciclo oscuro y demencial


Por Manolo Pichardo
Listín Diario 08/11/2008
Cuando inició la campaña por la nominación presidencial en los Estados Unidos, y el aspirante Barack Obama mostraba un empuje que ponía en aprietos el triunfo de Hillary Clinton, los simpatizantes de ésta argumentaban, con el propósito de desinflar al hoy presidente electo de aquel país, que la cadena de triunfos de su rival respondía a una estrategia de los republicanos para influir en la escogencia de un candidato frágil, fácil de derrotar en la carrera hacia la Casa Blanca.
Nunca pensé que este “análisis” propalado por todos los medios disponibles para hacer entrar en “razón” a los militantes demócratas atrapados en la magia de Obama, surtiría efecto alguno. En el momento más alto de este debate recordé en esta columna que durante la compaña interna del PLD en 1995, en la que aspiraban a la nominación presidencial, los doctores Leonel Fernández, un joven desconocido entonces, Euclides Gutiérrez Félix y Norge Botello; estos últimos, dirigentes de mucho peso en la organización política y en la sociedad, denunciaban ante la militancia peledeísta que las organizaciones sociales y los medios de comunicación proclives al PRD aupaban al primero en el entendido de que sería un candidato fácil de derrotar.
Pero resultó que todo aquello ayudó a apuntalar una precandidatura que se convertiría en un fenómeno electoral que arrasó con una generación de políticos que gravitaron durante 50 años en la sociedad. Argumenté con relación a lo de Obama, que si lo “denunciado” por los seguidores de Hillary respondía a hechos ciertos, los republicanos estaban construyendo una candidatura enemiga tan fuerte que no podrían derrotar luego, porque el hombre mostraba condiciones que no tenía el que ya resultaba como claro candidato oficialista.
Como pensé, los Clinton no pudieron convencer a los demócratas y ahora Obama es el presidente electo de los EE.UU, y tiene el reto de recuperar la economía de su país, de contribuir con hacer del planeta un hogar más seguro, sepultando la arrogancia del unilateralismo que han impuesto, y de continuar en su contribución para que aquella sociedad se siga abriendo a la tolerancia; y así, con él, se comenzaría a cerrar un ciclo oscuro y demencial.

jueves, 6 de noviembre de 2008

América vuelve a ser América


Por JUAN LUIS CEBRIÁN de El País 06/11/2008

Comienza el fin de la pesadilla, aunque nos quede aún mucho camino por recorrer. La victoria de Barack Hussein Obama en las elecciones presidenciales de Estados Unidos ha de poner punto final a uno de los periodos más tenebrosos de la historia del mundo, en donde la gobernación de los necios, cuando no la de los canallas, se ha impuesto por doquier.

El balance final de la gestión de George W. Bush al frente de los destinos de su país no puede resultar más desastroso. Ha empobrecido la economía mundial; ha generado dos terribles contiendas armadas para las que no se ve solución inminente y que han provocado innumerables víctimas; ha canonizado la tortura; ha vulnerado repetidamente la legalidad internacional y ha destruido el prestigio de América. El mundo es peor después de Bush, es decir, por culpa de Bush. Nos deja un legado tan miserable moral y materialmente que pasará al menos una década antes de que podamos recuperarnos de la postración actual. Ésa es la dura tarea que le aguarda al primer afroamericano titular de la Casa Blanca.
Los errores del presidente Bush no resultan sólo de sus parvas condiciones para el ejercicio del poder, sino, sobre todo, de la reiterada aplicación de una doctrina injustamente apellidada de liberal que ha subvertido los principios de la democracia en nombre de su defensa. Desde la ideología neoconservadora se ha intentado imponer la democracia a sangre y fuego; se ha debilitado el papel de las instituciones; se han agudizado las diferencias sociales; se ha multiplicado la división y la crispación interna; se ha abdicado del diálogo y se ha renunciado al multilateralismo. Finalmente se ha arruinado a millones de familias trabajadoras y se ha permitido que un puñado de banqueros rapaces pusiera en peligro el sistema de pagos mundial, ante la impasibilidad, o gracias a la complicidad, de muchos gobernantes. La tarea de Naciones Unidas ha sido boicoteada, mientras en sus tribunas los representantes de Bush mentían descaradamente para justificar la agresión armada contra Irak, un país regido por una detestable dictadura pero que no constituía amenaza alguna para la paz mundial. Si finalmente se lograra instalar allí un régimen estable y democrático, habría sido a costa de las vidas de cientos de miles de ciudadanos inocentes y de varios miles de soldados estadounidenses. Éste es el balance del que son directamente responsables los señores Bush, Blair y Aznar, y por el que todavía esperamos que muestre arrepentimiento el actual presidente de la Comisión Europea, anfitrión complaciente del triunvirato que ordenó la invasión.
La victoria de Obama se produce en momentos de extraordinaria gravedad para la gobernanza mundial. Lo que comenzó como una crisis de la banca norteamericana, producida por el uso y abuso de productos derivados sin ningún tipo de control, ha terminado por convertirse en algo muy cercano a una depresión económica general. Millones de desempleados se incorporan a las filas del paro mientras cierran miles de empresas, la banca es nacionalizada en muchos países y el dinero de los contribuyentes corre a salvar el sistema financiero. Ni una sola de las instituciones encargadas de que la catástrofe no se hubiera llegado a producir -¿para qué hablar de quienes las dirigen?- supo evitarla, ni tampoco ha sabido reaccionar en forma y tiempo ante la tormenta que se nos venía encima.
Algunos pueden suponer que esta acumulación de problemas políticos y económicos es solamente casual, o fruto de una coincidencia. Responde sin embargo a un hecho fácilmente constatable: la globalización, impulsada a la velocidad de la luz por las nuevas tecnologías, se ha impuesto de manera descontrolada y, cuando se la ha querido gobernar, se intentó hacerlo desde una mentalidad imperial y un poco histriónica. La actual no es una de las clásicas crisis cíclicas del capitalismo, sino un nuevo aviso, el más serio de todos hasta el momento, de que asistimos a un cambio de paradigma en el que los problemas planetarios no pueden ser resueltos por las instituciones nacionales o locales, y en el que el embeleco del unilateralismo ha fenecido estrepitosamente. El Estado ha recuperado un inesperado protagonismo como apagafuegos de la situación, pero los Estados por sí solos, por grandes y poderosos que sean, no bastarán para poner orden en la convivencia mundial si no se reforma e impulsa el papel de las agencias globales (Fondo Monetario, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio) y el sistema de las Naciones Unidas. La emergencia de nuevos actores (China, India, Brasil), la decadencia del liderazgo de Occidente, el creciente desconcierto de la Unión Europea, la irrisión que provocan tantos expertos económicos, incapaces de predecir o evitar los descalabros y absortos a la hora de buscar soluciones, son cuestiones que agitan hoy las opiniones públicas de muchos países. El desprestigio del modelo de crecimiento y de los estándares morales impuestos por los neocons americanos es total. Deberían aprenderlo los neoconcitos españoles que todavía pululan por los aledaños de la oposición al Gobierno.
La elección de Barack Obama responde a un sentimiento de hartazgo y desconsuelo de la población americana que comparten muchas sociedades de otros continentes. Es, también, una respuesta generacional, una protesta de los jóvenes contra la autosatisfacción culpable de las clases dirigentes. La construcción de algo parecido a un modelo de gobernanza mundial no puede dedicarse sólo, ni principalmente, a la ordenación del sistema financiero. Los poderosos del mundo han de hacer algo para superar las desigualdades y desequilibrios sociales crecientes, tanto en el interior de los países como en la escena internacional, so pena de condenar nuestras democracias a la inestabilidad y la inseguridad.
Es tan grande la desilusión de las poblaciones y resultan tan desmesuradas las esperanzas puestas en el todavía joven senador que acaba de alzarse con la presidencia americana, que conviene poner sordina a las expectativas de una pronta mejoría de la situación. No hay que hacerse muchas ilusiones sobre la reunión del G-20 prevista para el próximo día 15 de este mes. No es probable que de ella salga nada más concreto que un calendario, y esto ya sería un éxito, para ponerse a trabajar seriamente a partir de la toma de posesión de Obama. Es seguro que éste entrará en contacto con los líderes mundiales antes de las ceremonias de traspaso del poder y parece que al menos se entrevistará con Sarkozy, como presidente de la Unión Europea, y otros gobernantes foráneos a fin de analizar la situación. Pero poner a Bush y al secretario Paulson a tratar de arreglar los destrozos que ellos mismos han causado es como meter a la zorra en el gallinero.
La reconstrucción tomará tiempo. No me refiero sólo a la económica, que no será más que el reflejo y la consecuencia del esfuerzo y el emprendimiento humanos, sino sobre todo a la recuperación moral, al restablecimiento del concepto de ciudadanía, a la limpieza de la vida pública y al rescate del compromiso intelectual. Es la hora de la política y ésta reclama líderes, gente con visión, con determinación y con coraje. Obama tiene todo el aspecto de ser uno de ellos. Su elección marca un hito histórico en el devenir mundial y es el fin de los clichés sobre la democracia americana, pionera tantas veces en la defensa de las libertades y en la búsqueda de la modernidad, pero subyugada durante décadas a las manías y las conspiraciones de un puñado de fundamentalistas reaccionarios. Hace ahora seis años que en un artículo sobre el atentado a las Torres Gemelas recordaba yo una poesía de Langston Hugues, el más celebrado e importante de los poetas afroamericanos: Let America be America again. Que América fuera América de nuevo era la ambición y el destino de este memorable escritor, que debería haber vivido para ver cumplida su ilusión. Con la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, América puede volver, por fin, a sus raíces y redescubrir lo mejor del legado de los padres fundadores, allí donde residen el aliento de la libertad y la pasión por la solidaridad. Ésta es condición indispensable para que el mundo salga del agujero en que se ha hundido. Ya se encargará la realidad de poner límites al sueño.

sábado, 1 de noviembre de 2008

La batalla a través de las ideas


Por Joaquín Estefenía de El País


Los libros de Paul Krugman se basan en un concepto: la polarización política de Estados Unidos es fruto de las crecientes desigualdades económicas. El Nobel analiza en su última obra el fin de los neocons.

Bill Clinton dejó la economía estadounidense, en la intersección de los dos siglos, con un crecimiento medio superior al 4% y superávit público. Las dos últimas legislaturas demócratas -básicamente la década de los noventa del siglo pasado- se caracterizaron por un incremento sin parangón de la riqueza, y dieron lugar al nacimiento de otro paradigma, la denominada nueva economía, que decía que se habían acabado los ciclos económicos. Todo ello motivado por la utilización masiva de las tecnologías de la información y la comunicación (lo relacionado con Internet y el planeta digital) y una flexibilización de las herramientas empresariales. Sin embargo, tanto desarrollo no sirvió para que se estrechasen las desigualdades en Estados Unidos, sino lo contrario, y éste es el único hilo conductor que coincide con lo que sucedería después, durante los ocho años de mandato de George W. Bush.
El apellido Bush, que desaparece ahora de la primera fila de la historia, no ha tenido suerte con la economía. Bush padre perdió las elecciones a favor de un semidesconocido Bill Clinton, después de haber vencido en la primera guerra de Irak, porque una pequeña e inoportuna recesión se coló en la campaña al grito de: "¡Es la economía, estúpido!". Y Bush hijo, después de haber tenido que superar las secuelas del estallido de la burbuja tecnológica, de los atentados del 11-S, y de los escándalos corporativos que colocaron a Enron como su principal icono, deja la Casa Blanca como ya sabemos: EE UU al borde de la recesión, todos los desequilibrios macroeconómicos (inflación, déficit, deuda) manifestándose a la vez, e incrementándose espectacularmente las diferencias de la renta y la riqueza entre los ciudadanos.
Desde el inicio del primer mandato del actual Bush hubo un economista que manifestó abiertamente sus críticas a la política económica neocon, que hacía su principal bandera de la economía de mercado sin interferencias y que se reivindicaba heredera directa de la revolución conservadora de Ronald Reagan y Margaret Thatcher: el neokeynesiano Paul Krugman, que acaba de recibir el Premio Nobel de Economía por sus trabajos científicos, pero que había brillado en el planeta de la influencia no sólo por los mismos sino por su asombrosa capacidad de divulgación, manifestada en sus artículos semanales en The New York Times (que en España publica EL PAÍS) y por sus libros. En los últimos años ha publicado al menos tres de ellos. En El gran engaño. Ineficacia y deshonestidad: Estados Unidos ante el siglo XXI -una crónica de la primera legislatura de Bush- resume lo que ha pasado desde que la Administración Clinton cesase: caída de las Bolsas, escándalos empresariales, crisis energética, retroceso del medio ambiente, dos millones de nuevos parados, los déficits gemelos (exterior y público), recesión, terrorismo, etcétera. Krugman se asombra entonces de que la principal política económica de Bush consista en bajar los impuestos a los más ricos (con el pretexto de que son los que más invierten) en medio de dos guerras. Lo contrario de lo que decía el sentido común e incluso cualquier ortodoxia económica. Según nuestro economista, la secuencia que los neocons pretendían instalar tenía un cariz ideológico: rebajar los ingresos públicos, subir el déficit ("el déficit no importa", declaró el vicepresidente Dick Cheney), y aumentar al tiempo los gastos de seguridad y defensa. Cuando la situación se hiciese insostenible, la solución era cristalina: reducir los gastos sociales, lo que significaba acabar con el pequeño welfare estadounidense que, a su entender, es un freno a la eficacia del sistema.
No todo el Partido Republicano pensaba igual. Las anteriores no son las señas de identidad tradicionales de los republicanos (por ejemplo, no lo fueron de la Administración Nixon) sino de un pequeño grupo, muy ideologizado, con raíces en la extrema derecha religiosa y en los institutos de pensamiento fundamentalistas más relacionados con la Escuela de Chicago, que se ha apoderado de la dirección del mismo: los neocons. Ésta es la principal tesis del último libro de Krugman, Después de Bush, que subtitula El fin de los neocons y la hora de los demócratas. En él se demuestra que la polarización política es consecuencia de la desigualdad económica, lo que explicaría en buena parte el desarrollo de la actual campaña electoral. El hoy Nobel de Economía apostó en principio por Hillary Clinton como la mejor candidata demócrata a la Casa Blanca, por ser la más coherente para aplicar la política que según él debía seguir el país (el libro está escrito antes de que estallase la crisis financiera y económica): completar la obra del New Deal rooselvetiano, incluyendo una expansión del seguro social que cubriera riesgos evitables cuya relevancia se ha hecho inconmensurablemente mayor durante las últimas décadas.
En el año 1999, Krugman escribió otro libro, cuyo título puede resultar premonitorio estos días: El retorno de la economía de la depresión. En él abordaba los efectos de la primera crisis económica de la globalización: la que comenzó en el verano de 1997 en Tailandia, con la devaluación de su moneda, que se extendió primero por el conjunto de Asia, luego a Rusia y a América Latina, y finalmente al resto del planeta. Decía entonces que la economía mundial no se encontraba en depresión y que probablemente tampoco experimentaría ninguna depresión en el corto plazo. Pero que la economía de la depresión -los tipos de problemas que caracterizaron buena parte de la economía mundial en los años treinta del siglo pasado- se había instalado de forma pasmosa: hasta hace poco era difícil que alguien pensara que los países modernos se verían obligados a soportar recesiones apabullantes por temor a los especuladores monetarios; que un país avanzado podría verse con persistencia incapaz de generar el gasto suficiente para mantener el empleo de sus trabajadores y de sus fábricas; que incluso la Reserva Federal se preocuparía por su capacidad para contener un pánico del mercado financiero. La economía mundial, concluye, se ha convertido en un lugar mucho más peligroso de lo que imaginábamos. Este texto, publicado hace una década, está siendo reescrito ahora por Krugman, a la luz de la experiencia presente, que multiplica por cien lo acontecido antaño.
En 1930, John Maynard Keynes escribió que "nos hemos metido en un desorden colosal, cometiendo errores garrafales en el control de una máquina delicada, cuyo funcionamiento no entendemos". La batalla que ha dado Krugman consiste precisamente en ello: para compartir un pronóstico de las dificultades y actuar en consecuencia, hay que comprender antes lo que está pasando. En ello ha sido un verdadero maestro. -

Después de Bush. El fin de los neocons y la hora de los demócratas. Traducción de Francesc Fernández. Crítica. Barcelona, 2008, 326 páginas. 29 euros. El gran engaño . Ineficacia y deshonestidad: Estados Unidos ante el siglo XXI. Traducción de Isabel Campos Adrados. Crítica. Barcelona, 2004. El retorno de la economía de la depresión . Traducción de Jordi Pascual. Crítica. Barcelona, 2000.

Mauricio Funes y la crisis financiera


Por Manolo Pichardo

La crisis financiera global ha puesto al descubierto las debilidades del capitalismo salvaje.
Pues éste, montado en el auto del liberalismo económico promovido por el binomio Reagan-Thatcher y legitimado por el llamado Consenso de Washington de John Williamson, anduvo por el planeta repartiendo recetas para atar las manos al Estado y dar riendas sueltas a la invisible de Smith, para que con su “magia natural” las naciones se bañaran en riquezas garantizando el equilibrio del reparto justo, y la ausencia de monopolios y oligopolios que cercenaran la competencia.
Visto en el contexto, parecía maravilloso, sobre todo porque el Socialismo Real cayó abatido en Berlín a fuerza de martillos.
El triunfo del capitalismo acompañado de arrogancia tomó como biblia Las riquezas de las naciones para, con los tentáculos planetarios del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, desmontar las regulaciones estatales, dejar el mercado a la libre y sin cobija a los ciudadanos y ciudadanas que, en el caso de América Latina vieron deteriorarse sus condiciones materiales de existencia.
En este escenario con expansión de la pobreza se incuba la explosión de la izquierda latinoamericana. Y Chávez, Lula, Leonel, Bachelet, Tabaré Vásquez, Correa, Evo, Zelaya, Colom y Lugo comenzaron a cambiar el mapa geopolítico del hemisferio, conscientes de que la nueva izquierda no puede volver al Socialismo Real sino que debe construir una economía social de mercado capaz de dar oportunidades a todos.
Pero las fuerzas descontroladas del mercado no sólo hundieron a los latinoamericanos sino que han puesto de rodillas al país capitalista más poderoso del planeta, con lo que queda claro el fracaso global de las políticas neoliberales.
Sobre estos rieles brumosos avanza la candidatura de Mauricio Funes en El Salvador, como una alternativa a los sectores que jugaron un papel de primer orden en la implementación de las políticas que sumen al mundo en una de las más serias crisis económicas que ha padecido y que empujó a los ultraconservadores de Washington a buscar apoyo en los liberales para tomar medidas de “corte socialistas” que protejan al pueblo estadounidense.
Publicado en el Listín Diario el sábado 1 de noviembre de 2008