sábado, 3 de enero de 2009

Odalix Roa en mi formación


Por Manolo Pichardo
Listín Diario 03/01/2009

Odalix no parecía un ser humano común. Desde la distancia, sin todavía palpar su vida en la cotidianidad de “Vanguardia del Pueblo”, cuando nos veíamos en cualquier actividad del Partido y fluía el saludo clásico de “cómo estás compañero”, su perfil de hombre noble asomaba. Pero fue en la redacción de aquel periódico que, cuando entre el sonido de las teclas y las tertulias improvisadas en la Casa Nacional del PLD, conocí su interior, su sensibilidad social y humana, el ser espontáneo que brotaba como manantial de agua clara, a veces dulce, a veces dura; todo dependía del humor político, porque el compromiso con su pueblo le tallaba un rostro melancólico que se transformaba en hierro al momento de defender lo que amaba. Con su orientación elaboré mis primeras notas para el periódico. La década del 80 apenas se abría pasos y por suerte para mí, la mayoría de esos trabajos no se firmaban. Sus orientaciones periodísticas tenían la misma rigidez que las del Maestro y líder Juan Bosch. Con el tiempo, contaminado por los afanes de teorizar que caracterizaba a los peledeístas, quise convertirme en articulista y en ese propósito encontré de nuevo su mano orientadora que, no sólo me orientó, sino que me empujó sugiriéndome temas y facilitándome materiales. Cuando me atrapó la tentación de recurrir a las palabras para retorcer sus conceptos y construir imágenes y metáforas, el también estuvo, para, con el tiempo, exigirme poemas que publicaba Vanguardia del Pueblo. El asunto llegó a tal punto que cuando les llevaba los poemas a la redacción los leía con delirio y me atribuía condiciones que no tengo. Así fue con todos los que pasamos por la redacción del periódico. No hay forma de escribir la historia de Vanguardia del Pueblo sin que se hable de él, porque ningún periodista posterior a su generación formado allí, pudo escapar de su molde. Entonces no murió, quedó en muchos.

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