viernes, 29 de enero de 2010

Lo que veo en Haití

Por Manolo Pichardo
Listín Diario 29/01/2010.-
Me encuentro en Haití al momento de escribir estas líneas. Es la primera vez que visito el hermano país. Cuando dejaba tras de mí el paño de olor trinitario, imágenes sucesivas de horror que vi en la televisión tras el seísmo del pasado día 12 se comenzaron a mezclar con las hermosas montañas despeinadas que refrescaban sus pies en las tranquilas aguas del lago Azuei.
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Vine en compañía de Rubén Berríos, presidente y líder del Partido Independentista Puertorriqueño y vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y El Caribe, COPPPAL, y de Fernando Martín, presidente ejecutivo, de la organización política boricua. Nuestra encomienda era vernos con los dirigentes políticos de los partidos afiliados a la entidad continental, para a través de ellos comprobar que las muestras de solidaridad de los compañeros de COPPPAL estuvieran siendo efectivas.
A pocas horas de nuestra llegada nos encontramos con Víctor Benoit, presidente de Fusión Socialdemócrata Haitiana, quien en medio del dolor por esta tragedia de dimensiones aún insospechadas, se me acercó para agradecer la solidaridad del pueblo dominicano. Este gesto de agradecimiento me lo mostró Serge Gilles y se va repitiendo una y otra vez cuando hablo con otros dirigentes políticos, periodistas, personalidades y gente del pueblo que me cuentan que desde el día 13, a tempranas horas de la mañana, la presencia de su hermano siamés se sentía por todas partes antes de que llegara cualquier ayuda.
Siento orgullo de mi pueblo, de su nobleza y no me importa que las grandes cadenas noticiosas ignoren lo que hace la patria de Duarte por la de Toussaint. Este pueblo sabe que su hermano del Este está a su lado y sabe también que ha estado siempre para asistirle brindándole abrigo y compartiendo su pan. A pasar del dolor dejado por esta demoledora tragedia que sigue cobrando decena de miles de vidas y que los afectados de forma directa malviven en refugios improvisados, en parques y callejuelas hacinados, veo al pueblo haitiano vivo, hirviendo en las calles de la mano del trabajo para seguir existiendo, para levantarse con la dignidad que les ha permitido vivir siempre a pesar de su accidentada y desgraciada historia.

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