viernes, 16 de septiembre de 2011

Donde se habla de Juan Bosch, de nuestra lengua, y de la campaña electoral

Por Ángel Garrido

Espacial para UMBRAL


En el decenio de los ’70 del pasado siglo XX el gracejo de un humorista dominicano se ponía de manifiesto en la imitación del metal de voz, así como de la sencillez con que Juan Bosch se comunicaba con nuestro pueblo: “Dominicanos, cuando yo era chiquitico –y chiquitico quiere decir más chiquito que chiquito–“, acotaba a renglón seguido nuestro humorista.


Lo cuento porque aquella gracia ocurría para la época en que un compañero de la seccional del PLD en Puerto Rico coincidió en nuestro país con el grupo de escritores y poetas venidos desde muchos países a celebrar en Santo Domingo el septuagésimo cumpleaños de Juan Bosch: “Ya quisiera yo que hubieran visto ustedes cómo al hablar con aquellos escritores se olvidaba don Juan por completo de que ‘chiquitico quiere decir más chiquito que chiquito’”, nos relataba con entusiasmo de feria un compañero querido hasta hoy, y a un tiempo mismo digno de ser querido hasta siempre.
Eran el lenguaje usado y el contenido del mensaje una preocupación constante en la mente de nuestro fundador y líder histórico. Las consignas que usábamos en campaña tenían que ser concebidas en la lengua que hablamos, y elaboradas de tal manera que el pueblo las entendiera, las degustara, y las convalidara por tanto como buenas y válidas. El pueblo es un juez sabio porque actúa dirigido por la conciencia colectiva. No puede el ciudadano común expresar de manera teórica si una consigna ha sido o no concebida y expresada en romance, pero no se le queda en la memoria si la sintaxis es retorcida, y equívoco el mensaje.
A estas alturas de nuestro desarrollo político, también rechaza el pueblo las consignas elaboradas para enrostrarle faltas al adversario. Virtudes propias hemos de enarbolar en nuestras consignas. Virtudes expresadas en un español sencillo, en el cual chiquitico signifique más chiquito que chiquito: “¡Nos quedan obras por terminar: nuestra propuesta es continuar!”, nos aceptaría por ejemplo cualquier ciudadano que ve a su paso el grande esfuerzo que en ese sentido realiza el gobierno del PLD.
Los ciudadanos de la Línea Noroeste, del sur, del Cibao, del este que ven terminados y en uso sus modernos centros de estudios superiores que funcionan como extensiones provinciales de la histórica UASD, aceptarían de buen grado consignas que pusieran de manifiesto dicha realidad educativa: “¡Hostos y Juan Bosch las propusieron, sus discípulos las construyeron!” “¡Amarillo en el paraguas: 4 por ciento, el Metro y una guagua!”
La creencia tiene más peso que la incredulidad. La vista humana no es una medida, pero ve lo que es pequeño. La gente ve las obras del gobierno que encabeza el presidente Fernández, y se resiente de quien le dice que su vista lo engaña. Que ese moderno recinto universitario que ve en Barahona, en Higüey, en Santiago, en Mao, en otras capitales de provincia, no es en realidad una universidad sino un casino o un hipódromo. Que la nueva UASD, hasta con una estación del Metro en su vecindad, no va en camino de modernización. Que los casi 10 mil estudiantes dominicanos que se especializan en el extranjero no nos garantizan nuevos conocimientos para impulsar el desarrollo integral de nuestro país.
En el campo de la economía, siempre tan recurrente y sensible incluso a la perogrullada de que no se puede repartir con resultados positivos la miseria, que se hace imprescindible producir riqueza, y además producirla con la vista puesta en el futuro, puede nuestro gobierno ampararse en las cifras para defender la gestión del último cuatrienio, que por cierto ha coincidido con la peor crisis internacional de los últimos 75 años. Aún en ese marco tan sombrío ha crecido y crece nuestro producto interior bruto en varios dígitos con una inflación controlada: “¡Ni la crisis ni el ciclón, nos disparan la inflación!”
A tono con el ingente esfuerzo del gobierno del PLD por redistribuir la riqueza generada por nuestra economía: las tarjetas de Solidaridad, los planes de seguro médico y el bonogás: “¡Solidaridad, plan médico y bonogás: con el PLD asegurarás!”
Con un candidato presidencial que ha obtenido de su partido un mandato inequívoco y holgado; que no aplastante, porque no aplastamos a nadie; que no arrollador, porque tampoco arrollamos; pero sin duda irrefutable, cómodo, holgado. Con un candidato presidencial que ha alcanzado al expresarse la plenitud de la mesura, del comedimiento, del respeto a sus congéneres. Con un candidato presidencial graduado en economía, y que conoce desde dentro el manejo del Estado. Con esas sólidas e indiscutibles verdades a favor nuestro, no tenemos que insultar al adversario para ganar también con holgura, también con amplitud: “¡Danilo a Palacio, miren que habla claro y despacio!”
“¡Danilo presidente, por capaz y por decente!”
Un pueblo que entiende y convalida nuestro programa de gobierno: “¡El pueblo te sigue, por las metas que persigues!” “¡Que las rondas no son buenas: la primera, danilera!” “¡Más empleo, más salud, más educación: que cante el PLD, si ésa es la canción!”
Si desearan nuestros adversarios de hoy articular ellos también una campaña electoral sin insultos, sin agresiones, que el porvenir les depare en tiempo futuro obras que exhibir, almas que salvar.

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