miércoles, 1 de julio de 2009

Detrás de los gorilas


Por Manolo Pichardo
Listín Diario 01/07/2009.-
La ausencia de una clase gobernante y de una burguesía desarrollada convirtió a América Latina en un campo fértil para el cuartelazo. La cuestión era tan alarmante que en 1968 el 62% de los países de América, África, Asia Suboccidental y Medio Oriente estaban gobernados por dictaduras, con la diferencia de que fuera de nuestra región los regímenes de fuerza fueron producto de guerras, y por estos lares de golpes de Estado.
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De 1902 hasta la intentona en Venezuela se han producido 327 asonadas militares, 56 de ellas sólo en Bolivia. Con el inicio de la Guerra Fría las fuerzas sociales que promovían los golpes encontraron en EEUU una poderosa sombrilla y, en la URSS y el comunismo, un excelente pretexto. La paranoia estadounidense, alimentada por el miedo a la expansión socialista, le hacía ver fantasmas rojos en todas partes.
Bastaba con ser un reformista independiente, un líder político con visión propia, un presidente cabalgando en la cresta del impulso popular, para ser víctima de un cuartelazo apadrinado por el Norte. En ese ambiente de nerviosismo permanente las oligarquías nacionales, compuestas por terratenientes, sectores de la burguesía incapaces de sostenerse bajo cimientos nacionales y grupos de pequeños burgueses animados por el ascenso social y económico, entraban en el juego de las conspiraciones.
No podían sostenerse los gobiernos auténticamente democráticos hasta que el enfrentamiento Este/Oeste bajó de intensidad y el tema ideológico perdió importancia para dar paso al comercio y con ello relegar a planos de menor importancia los asuntos geopolíticos en beneficio de los geoeconómicos. La estabilidad política pasó a ser esencial para el comercio y el flujo de capitales, de ahí que se comenzaran a promover los regímenes democráticos. Pero las oligarquías palpitan aún en algunos países en espera de algún resquicio para el zarpazo, ocultos detrás de los gorilas, como ocurrió en Honduras.

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