viernes, 6 de noviembre de 2009

Del golpe al autogolpe

Por J.C. Malone
Listín Diario 10/30/2009.-
Nueva York.- El tableteo de metralletas desflorando el denso y oscuro silencio nocturno significaba cambio de gobierno. Al amanecer unos celebrarían con los ganadores, otros enterrarían a los perdedores, ese era el protocolo ritual. Los golpes de Estado eran “métodos normales” de “alternabilidad en el poder” latinoamericano durante el siglo pasado, como son las elecciones hoy. Entre 1902 y el 2002 sufrimos unos 320 cuartelazos; tres anuales, uno cuatrimestralmente.
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Tan comunes y corrientes, vulgares y silvestres eran que Curzio Malaparte, inmortalizado con sus novelas “Kaput” y “La Piel”, escribió su “Manual para el Golpe de Estado” (1931) definiéndolo como un “recurso de poder cuando se corre el peligro de perder el poder”.
Si cada 120 días las élites latinoamericanas sentían “peligro de perder el poder”, esta pobre gente sufrió un siglo de intranquilidad y nerviosismo, pero las farmacéuticas le ofrecieron calma química. “Tómese ésta pastillita, le quitará la preocupación y se sentirá mucho mejor”.
Apoyadas en los cuarteles, sosegadas con la benzodiacepina y sus bromuros, impusieron un sistema de distribución de riquezas que está entre los más injustos, obstusos y brutales del planeta. Mucha desigualdad produce mucho nerviosismo y muchísimos cuartelezos.
El siglo XX latinoamericano discurrió golpe a golpe, algunos países parieron uno cada nueve meses, durante un tiempo. Entre 1934 y 1985, Bolivia sufrió 56; Guatemala 36 entre 1954 y 1983, y Ecuador tuvo 23. Ahora Hugo Chávez habla de “planes golpistas” en esos países. Los tranquilizantes sosegaron a los ricos, no a las masas irredentas.
Retornó el nerviosismo, el golpe de Estado sigue disponible, pero ya no funciona para la vieja élite nerviosa. Ese grupo fue desplazado por la nueva clase gobernante, unos políticos fríos, vacíos, voraces, acaudalados y todopoderosos. Ellos transformaron el Golpe en Autogolpe y usan ese “recurso de poder” para perpetuarse en el poder.

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