jueves, 20 de mayo de 2010

"Nadie puede decir si seguirá el euro": Robert Boyer, economista.

Una entrevista
Robert Boyer estudia las crisis económicas desde hace más de treinta años. Con ese respaldo sostiene que la debacle financiera en Grecia y las turbulencias en Europa no lo sorprenden. A diferencia de la mayoría de las teorías dominantes, el prestigioso economista francés de la escuela de regulación construye su análisis a partir de un entramado que incorpora los conflictos sociales, la tendencia al desequilibrio, las instituciones y la historia. Boyer, quien se encuentra en el país dictando un seminario organizado por el Ceil-Piette del Conicet y la Secretaría de Programación Económica del Ministerio de Economía, advierte que los planes de ajuste de Grecia, España y Portugal, y las multimillonarias medidas anunciadas por la Unión Europea son insuficientes, y cuestiona la relegitimación del rol del Fondo Monetario Internacional. Para Boyer no es viable que se abandone el euro en el corto plazo, pero remarca que, a pesar de la fuerte oposición política e ideológica entre algunos líderes de la región, es necesario realizar profundas reformas institucionales y estructurales en la zona euro.
¿Por qué las distintas medidas y paquetes de ajuste anunciados por algunos países no son efectivos para poner fin a la crisis?
–Los planes de ajuste de Grecia, España y Portugal no van a funcionar. Terminarán profundizando la crisis. La magnitud de las medidas anunciadas por la Unión Europea tampoco es suficiente, ya que el problema es mucho más profundo y estructural que 750.000 millones de euros. La zona euro está atrapada con un abanico muy limitado de instrumentos y con una legitimidad política debilitada. Existen tres problemas centrales: una mezcla de políticas que no funciona, el incumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, y la falta de control de las finanzas internacionales.
Sin embargo, España, Grecia y Portugal siguen anunciando nuevos ajustes fiscales para garantizar la reducción del déficit público.
–Quienes sostienen que ésa es la solución invierten causa y efecto. La crisis no es consecuencia del déficit, es al revés. Esas lecturas erradas se utilizan para justificar las decisiones de ajuste en los países de la misma forma en que se usaron en el pasado. Es falaz pensar que se trate de una crisis por irresponsabilidad en el gasto. Ajustar el presupuesto no va a dar resultados ni va a lograr frenar la especulación. A lo sumo la desviarán hacia otro país por un tiempo. Los planes van a impulsar la pobreza y el rechazo social, como se observó en Grecia. El elevado nivel de gasto público permite compensar la pérdida de herramientas para ganar competitividad por haber entrado al euro. Tener la moneda común permitió endeudarse a tasas bajas con el objetivo de mantener el crecimiento y los niveles de empleo. A partir de la caída de Lehman Brothers el endeudamiento creció para frenar la recesión. El gasto público evitó el colapso de los bancos, sirvió para socializar las pérdidas. Hoy esas entidades están atacando a los países. Los ajustes deben ser con crecimiento y creación de empleo, si no se observará una espiral viciosa con altos riesgos de inestabilidad política que pueden dar lugar al surgimiento de los partidos políticos extremistas de derecha y de izquierda.
¿Hacia dónde deben apuntar las medidas para reducir la vulnerabilidad de la zona euro?
–Se debe avanzar en dos cuestiones: reformar las instituciones y controlar al capital financiero. Hay que mantener y preservar la viabilidad del euro. Se necesitan instrumentos para asegurar la competitividad, el crecimiento sostenido de la actividad y compensar el abandono de instrumentos que implica la unión monetaria. Eso se logra, por ejemplo, a partir de la política industrial de diferenciación de productos y pactos sociales. Además, es necesario reemplazar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento por otras pautas, se debe garantizar la credibilidad del euro con una posición externa clara y después hay que crear herramientas coherentes. El federalismo fiscal, con la emisión de bonos respaldados por la UE, son pasos necesarios, pero para eso hay que crear un Estado supranacional que pueda rescatar a los países en problemas. Pero el escenario es muy difícil: hay que rescatar la economía europea sin instrumentos suficientes y reformarlos para prevenir la próxima crisis. Además, si no se controlan algunos mecanismos de especulación financiera, ese sector tiene el poder de llevar a la crisis a cualquier economía.
¿Considera políticamente viable la implementación de un gobierno supranacional en la zona euro?
–Diez años atrás, cuando existían gobiernos de izquierda en Alemania y Francia, era posible. Hoy los gobiernos no lo pueden, ni quieren, aceptar. Se pasó la oportunidad de crearlo. Los gobiernos se vuelven muy nacionalistas. Sin jerarquía en Europa es muy difícil imaginar un rescate o reforma como la que planteo. No existen las instituciones correspondientes para viabilizarlo. Es una crisis de la zona euro pero sus políticos de la Comisión Europea no tienen ningún poder, no pueden impulsar impuestos a nivel regional para impulsar un gobierno a nivel supranacional. Es una asimetría muy grande.
Entonces,

¿La crisis actual es un primer paso para la desintegración de la unión monetaria?
–No lo creo. Existen por lo menos tres escenarios posibles. El primero es que los países débiles –Grecia, Italia, España, Portugal, Irlanda– decidan salir del euro. Ese escenario sería peor que el de Argentina en 2001-2002 y algunos políticos, como la canciller alemana Angela Merkel, sostienen que hay que rechazar a “los malos discípulos del euro”. Sin embargo, a todos los países les conviene que se queden en el euro. La segunda opción es una reestructuración global de todas las deudas públicas de la zona euro que permita reducir los ataques especulativos, y la ampliación del fondo de salvataje mediante la creación de un nivel impositivo a nivel europeo. Esos recursos se utilizarían para subsidiar a los Estados en problemas. Parece una solución lógica: se usan fondos federales para enfrentar la crisis pero nadie quiere aplicarla, ya que implicaría reducir la recaudación impositiva nacional.
¿Y el tercer escenario?
–Que Alemania decida irse del euro y regresar al marco. Se van los alemanes y el euro se queda con los países débiles. Si se aíslan no le sirve a nadie. La moneda germana se va a apreciar, caerá la competitividad europea (que está basada en la industria alemana), y el resto de los países registrará una caída en el nivel de actividad. Nadie puede decir si el euro va a seguir existiendo o no, dependerá de la decisión estratégica de los políticos, pero sería un grave error abandonarlo. El único que no pierde es el capital financiero, que podría especular con nuevas monedas e instrumentos. Sería una nueva fuente de especulación.
Usted señala que “los ajustes deben impulsar el crecimiento y la creación de empleo”.

¿Es posible?
–En el corto plazo es muy difícil. Un recorte del gasto sólo profundiza la recesión. El plan del Fondo Monetario Internacional precisamente exacerbará la recesión en Grecia. Por eso sostengo que es necesario reestructurar la deuda a plazos más largos, relajando los problemas de solvencia. Esto permitiría reducir más suavemente el gasto público, pero es necesario no descuidar la inversión y elevar los niveles de competitividad. En ese sentido, es indispensable la existencia de herramientas e instituciones para intervenir a nivel de la zona euro.
¿Cómo hacen los países de Europa para ganar competitividad sin la posibilidad de devaluar?
–Diferenciando productos por calidad y con una innovación permanente, que les permita formar precios y distanciarse de China. Es cierto que el camino no es sencillo y que la estructura productiva griega es muy débil, pero deben intentarlo. Si la caída en el gasto no es compensada, esas economías van a sufrir mucho más. Pero no se trata solamente de diferenciar productos, también se requieren pactos sociales que permitan preservar las ganancias de competitividad y al mismo tiempo que no sean los trabajadores más débiles quienes paguen los costos.
¿Cómo evalúa el rol del Fondo Monetario Internacional a lo largo de la crisis financiera?
–Me sorprende y me preocupa la recuperación de la legitimidad del FMI. Hace tres años el Fondo parecía estar encaminado a su fin, pero el G-20 consideró que era la mejor institución para intervenir a escala global. El director ejecutivo del FMI, Dominique Strauss-Khan, elaboró una ilusión donde él era un socialista que iba a reformar al FMI y logró que se olviden de los graves errores cometidos y las fallidas medidas de ajuste impulsadas por ese organismo. Los planes que aprobó desde el estallido de la crisis financiera son los mismos que históricamente se aplicaron en Asia y también en Argentina, sin embargo, gracias al talento y marketing de Strauss-Khan parecen nuevos. No hay racionalidad en los planes de ajuste; sólo rescatan a los grandes bancos. El FMI está actuando como el agente de cobro de Wall Street. Insisto, el ajuste en Grecia, España, Portugal va a fracasar. Las crisis se repiten mecánicamente. Me impresiona mucho la incapacidad de aprendizaje de los gobiernos, incluso ni siquiera aprenden de sus propias crisis. Eso es un drama.

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