Listín Diario 01/10/2010.-
Hace algunos días platicaba con Bjorling, mi hijo, acerca de cómo, en medio de la excitación por la tecnología la gente cae sin darse cuenta en las engañifas de las empresas que se manejan en el negocio de la Internet y la telefonía móvil, mientras las instituciones del Estado, impotentes por no contar con un instrumento legal para que los usuarios no sean timados, se limitan a denunciar con cierta timidez los abusos.
Hace algunos días platicaba con Bjorling, mi hijo, acerca de cómo, en medio de la excitación por la tecnología la gente cae sin darse cuenta en las engañifas de las empresas que se manejan en el negocio de la Internet y la telefonía móvil, mientras las instituciones del Estado, impotentes por no contar con un instrumento legal para que los usuarios no sean timados, se limitan a denunciar con cierta timidez los abusos.
Seguir Leyendo... Es sabido que el Indotel denunció la práctica de los prestadores de servicios de Internet, de vender una velocidad que ninguna empresa en el país puede brindar, pero que cobran porque además de la fiebre por estar conectado, el consumidor dominicano no tiene cultura de reclamar sus derechos, quizá por la historia de indefensión que ha envuelto a la sociedad.
Ninguna institución pública ni privada, sin embargo, a reparado en el hecho de que con los teléfonos prepagos, las empresas de telecomunicaciones dedicadas al negocio se están apropiando del dinero de los que recargan y no llegan a utilizar los minutos comprados.
La cuestión funciona de la siguiente manera: Si un usuario del servicio compra 100 minutos y consume durante el mes 90, los 10 restantes se le cargarán a los 100 minutos que comprará el mes próximo. Así, a la hora de recargar tendrá 110 minutos; pero resulta que si en ese mes sólo consume 100 minutos, los 10 agregados del mes anterior pasan a manos de la empresa, porque usted tendrá “derecho” a consumir los 100 nuevos, no los viejos. Fíjense que los 10 minutos que se pierden ya fueron pagados por el usuario.
A todo este cuento de los celulares prepagados el heredero de mis deudas agregó el comentario siguiente: “Esto de los teléfonos con tarjeta se parece a un individuo que va a un supermercado y compra un jamón bajo las condiciones contractuales de consumirlo en un mes, porque si al cumplirse ese tiempo no se lo ha acabado irían por el embutido, o lo que quedase de él, para ofertarlo a otro cliente”.
Los guatemaltecos padecieron de este timo durante un tiempo y los consumidores acudieron al Congreso buscando amparo para sus bolsillos y lo encontraron, pues me cuentan que se elaboró un proyecto de ley que obligaba a las telefónicas a mantener los minutos comprados por el usuario hasta que éste decidiera consumirlos. El proyecto no se llegó a aprobar, pues las telefónicas decidieron, para evitar que los ciudadanos conocieran el “concón” de sus negocios, no apropiarse de lo que compran los usuarios, por lo que los minutos ya no se vencen. Y para colmo, un día por semana ofrecen el triple saldo: Si recargas con 25 quetzales, recibes 75; si 50, te beneficiarás de 150. La doble ñapa se agregará según la recarga.
Aquí tendremos que trabajar la ley. ¡Vamos por ella!
Ninguna institución pública ni privada, sin embargo, a reparado en el hecho de que con los teléfonos prepagos, las empresas de telecomunicaciones dedicadas al negocio se están apropiando del dinero de los que recargan y no llegan a utilizar los minutos comprados.
La cuestión funciona de la siguiente manera: Si un usuario del servicio compra 100 minutos y consume durante el mes 90, los 10 restantes se le cargarán a los 100 minutos que comprará el mes próximo. Así, a la hora de recargar tendrá 110 minutos; pero resulta que si en ese mes sólo consume 100 minutos, los 10 agregados del mes anterior pasan a manos de la empresa, porque usted tendrá “derecho” a consumir los 100 nuevos, no los viejos. Fíjense que los 10 minutos que se pierden ya fueron pagados por el usuario.
A todo este cuento de los celulares prepagados el heredero de mis deudas agregó el comentario siguiente: “Esto de los teléfonos con tarjeta se parece a un individuo que va a un supermercado y compra un jamón bajo las condiciones contractuales de consumirlo en un mes, porque si al cumplirse ese tiempo no se lo ha acabado irían por el embutido, o lo que quedase de él, para ofertarlo a otro cliente”.
Los guatemaltecos padecieron de este timo durante un tiempo y los consumidores acudieron al Congreso buscando amparo para sus bolsillos y lo encontraron, pues me cuentan que se elaboró un proyecto de ley que obligaba a las telefónicas a mantener los minutos comprados por el usuario hasta que éste decidiera consumirlos. El proyecto no se llegó a aprobar, pues las telefónicas decidieron, para evitar que los ciudadanos conocieran el “concón” de sus negocios, no apropiarse de lo que compran los usuarios, por lo que los minutos ya no se vencen. Y para colmo, un día por semana ofrecen el triple saldo: Si recargas con 25 quetzales, recibes 75; si 50, te beneficiarás de 150. La doble ñapa se agregará según la recarga.
Aquí tendremos que trabajar la ley. ¡Vamos por ella!
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