Listín Diario 21/01/2011.-
Viendo así las cosas, si la inercia hubiera servido de muralla al germen de la dialéctica que bulle en la historia, entonces Felipe González, Zapatero y ¿Blair? que han dirigido sus países desde una perspectiva de izquierda, fueran considerados de derecha, porque como pretendían los girondinos, desde el sistema capitalista gobiernan en la monarquía, una expresión política del sistema feudal.
Pues bien, teniendo claro el concepto y conociendo que el momento o contexto es el que determina si las posiciones o propuestas defendidas o sustentadas, son de izquierda o derecha, lo que identifica a los izquierdistas hoy día, es el crecimiento económico con justa distribución de las riquezas, la defensa del medio ambiente, la regulación del mercado por parte del Estado, el apoyo a los programas científicos que promueven la clonación, el experimento con células madres, la inseminación artificial y el control de la natalidad como instrumentos para mejorar las condiciones de vida de los pueblos, además del reconocimiento a núcleos familiares no tradicionales.
Los unifica también el rechazo a la xenofobia, la tolerancia frente a los migrantes, la diversidad religiosa y las preferencias sexuales; la universalización y socialización de los sistemas de salud, la igualdad de género y una serie de temas considerados de avanzada en la actualidad, y que procuran crear sociedades incluyentes con la justicia social y económica que lleve al mejoramiento de las condiciones materiales y espirituales de existencia de los pueblos.
Partiendo de lo dicho durante este trabajo, ¿es cierto que la izquierda democrática ha muerto como afirmara Carlos Alberto Montaner en un artículo que publicara recientemente? Pienso que tiene razón si su afirmación se refiere a las viejas izquierdas, porque es cierto que la izquierda revolucionaria se hundió en el autoritarismo y el dogmatismo que le impidió renovarse, desconociendo que el cambio es inherente a su naturaleza, que la democrática de los años 50 cayó víctima de la política exterior estadounidense, y que la socialdemócrata perdió el rumbo cuando en el ejercicio del poder se corrompió y sumó a las políticas del consenso de Washington para convertirse en cómplice del desastre que profundizó las desigualdades.
Pero una nueva izquierda ha peinado el continente manteniendo vivas las esperanzas de inclusión y prosperidad colectiva.
Brasil va a la vanguardia, pues en ocho años, durante el gobierno del presidente Lula da Silva, 30 millones salieron de la pobreza, 15 ingresaron al mercado laboral, lo que demuestra que, en la apuesta por la nueva izquierda democrática, el pueblo brasileño va sacando ventaja.
Pues bien, teniendo claro el concepto y conociendo que el momento o contexto es el que determina si las posiciones o propuestas defendidas o sustentadas, son de izquierda o derecha, lo que identifica a los izquierdistas hoy día, es el crecimiento económico con justa distribución de las riquezas, la defensa del medio ambiente, la regulación del mercado por parte del Estado, el apoyo a los programas científicos que promueven la clonación, el experimento con células madres, la inseminación artificial y el control de la natalidad como instrumentos para mejorar las condiciones de vida de los pueblos, además del reconocimiento a núcleos familiares no tradicionales.
Los unifica también el rechazo a la xenofobia, la tolerancia frente a los migrantes, la diversidad religiosa y las preferencias sexuales; la universalización y socialización de los sistemas de salud, la igualdad de género y una serie de temas considerados de avanzada en la actualidad, y que procuran crear sociedades incluyentes con la justicia social y económica que lleve al mejoramiento de las condiciones materiales y espirituales de existencia de los pueblos.
Partiendo de lo dicho durante este trabajo, ¿es cierto que la izquierda democrática ha muerto como afirmara Carlos Alberto Montaner en un artículo que publicara recientemente? Pienso que tiene razón si su afirmación se refiere a las viejas izquierdas, porque es cierto que la izquierda revolucionaria se hundió en el autoritarismo y el dogmatismo que le impidió renovarse, desconociendo que el cambio es inherente a su naturaleza, que la democrática de los años 50 cayó víctima de la política exterior estadounidense, y que la socialdemócrata perdió el rumbo cuando en el ejercicio del poder se corrompió y sumó a las políticas del consenso de Washington para convertirse en cómplice del desastre que profundizó las desigualdades.
Pero una nueva izquierda ha peinado el continente manteniendo vivas las esperanzas de inclusión y prosperidad colectiva.
Brasil va a la vanguardia, pues en ocho años, durante el gobierno del presidente Lula da Silva, 30 millones salieron de la pobreza, 15 ingresaron al mercado laboral, lo que demuestra que, en la apuesta por la nueva izquierda democrática, el pueblo brasileño va sacando ventaja.
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