martes, 24 de mayo de 2011

La izquierda democrática (17)

Por Manolo Pichardo

Listín Diario 13/05/2011.-

Evo Morales, llevado por desgracias naturales y sociales, de niño pastor de llamas a dirigente sindical, comenzó a abrirse paso hacia la presidencia de Bolivia al liderar a los cocaleros de su país enfrentados por su gobierno y el de los Estados Unidos, que en su lucha contra las drogas planteaban la eliminación de las plantaciones de coca, cuyo cultivo milenario está estrechamente ligado a sus hábitos culturales y sustento económico.
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Los cocaleros, como forma de contribuir a la lucha planteada por su gobierno y el extranjero, sugerían combatir la cocaína, una sustancia alucinógena derivada de la hoja de la planta que ha estado ligada a la vida de los pueblos indígenas desde cientos de años antes de la conquista europea. Para las autoridades nacionales y extranjeras esta no era una salida admisible, por lo que, según el propio Evo, la DEA participó en acciones represivas, para eliminar, incluso físicamente, a dirigentes de los movimientos sociales y a su propio líder. Estados Unidos y el gobierno de Bolivia no entendían que no se estaban enfrentando a delincuentes que cultivaban coca para convertirla en la droga que corre como ríos por las calles estadounidenses, idiotizando a ciudadanos de todas las edades y todos los niveles sociales, sino a agricultores que sembraban la planta de la que han vivido y con la que han convivido amigablemente durante siglos, como lo han hecho y lo hacen pueblos que plantan tabaco, maíz, caña, agave, uva y otros productos de los que se extrae el alcohol que mata a millones de seres humanos cada año.

La cuestión es, que la lucha de los movimientos sociales bolivianos encontró en la agenda de los cocaleros una vía expedita para el crecimiento, para fortalecer el liderazgo de quien se convertiría en el primer presidente indígena de Bolivia, en el líder llamado a vindicar los derechos de los pueblos originarios, de las naciones aborígenes que por más de 500 años han sido eclipsadas bajo la sombra de la cruz que secuestró sus cultos y su inserción real en una sociedad estructurada y regulada sobre esquemas occidentales.

Los anhelos de los grupos sociales y el Movimiento al Socialismo, MAS, llegaron en la misma piel de quien enfrentaría a los oligarcas para construir una democracia participativa, incluyente y abierta para todos, llamada a borrar la afrenta de la segregación étnica y la marginalidad social y económica, lo que ha venido a constituir una auténtica revolución, legitimada con el respaldo de las mayorías.

Lo que no puede perder de vista el expastor de llamas es que para construir una sociedad de oportunidades, justa y próspera, debe producir riquezas, y debe para ello, aliarse al nacionalismo democrático como forma de enfrentar las amenazas del capital que anda como tiburón hambriento, de playa en playa, devorando pececillos.

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