domingo, 13 de febrero de 2011

La iquierda democrática (5)


Por Manolo Pichardo
Listín Diario 11/02/2011.-
Es cierto que el “compañero Pepe”, como suele firmar el actual mandatario uruguayo los documentos partidarios dirigidos a sus camaradas, tiene el reto de trabajar para bajar del 18 por ciento la pobreza, pero lo hará bajo condiciones distintas a las encontradas cuando ascendió al poder el gobierno frenteamplista, pues para entonces la cifra alcanzaba el 33 por ciento y la indigencia el 5, número que Vázquez redujo a 1, porque al final de su mandato el desempleo que superaba el 13 por ciento en 2005 se colocó en 6.9.
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El ex guerrillero y gobernante del pequeño país que besa a Río de la Plata quizá no siga el libreto de su antecesor, con los puntos y las comas, los énfasis y las negrillas que éste colocó, pero ha dejado claro su compromiso de continuar impulsando las políticas sociales que han llevado a un progresivo proceso de inclusión.

Mujica encontró el tren en marcha para avanzar hacia una sociedad con futuro asegurado, pues el incremento del presupuesto en educación a 4.5 por ciento del PIB, dio un empujón al sistema educativo, que permitió incluso que cada niño estudiante de escuela pública recibiera una computadora; y las reformas en salud, con el debido incremento en el presupuesto, no sólo redujo la mortalidad infantil de un 13 por mil nacidos, a 9 por mil, sino que encaminó el sistema hacia la universalización.

En fin, Pepe tiene conciencia de empujar en la dirección de Vázquez, con la idea de que el país siga cosechando resultados positivos para las mayorías, pues aunque el ex presidente defendió sus relaciones con el FMI, un organismo que impulsó las políticas del Consenso de Washington, siempre estuvo claro, como Lula, en su agenda propia, sin permitir imposiciones ni recetas importadas.

Tan definido estaba en lo que quería, que al salir de la presidencia les dijo a algunos economistas: “…Lo cierto es que el desplome de 2008 no fue solamente financiero. Fue también el desplome de quienes, creyendo ser los únicos dueños de la verdad y la razón, manejaban la economía como si fuera un casino y despreciaban a la política y el Estado porque molestaban en los negocios, mejor dicho, en sus negocios”.

Y continuó: “La falacia se les derrumbó y, aunque no es bueno pasarle cuentas al pasado ni humillar al derrotado, conviene no olvidar lo que sucedió antes. Conviene, cuando algunos que hasta ayer eran fundamentalistas de mercado, en una súbita y espectacular conversión, le piden a la política y al Estado que los salven”.

La izquierda democrática no ha muerto como afirmó Carlos Alberto Montaner. Todo lo contrario, está tan viva que puede dar lecciones a los conservadores que, tras haber derrotado a la izquierda revolucionaria, asumieron con arrogancia acciones de desprecio hacia el Estado que debió ir en su auxilio, cuando la orgía de las desregulaciones y la ambición llegó al clímax y amenazaba con llevarlos a la bancarrota total, y hundir también a inocentes.

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