Listín Diario 03/02/2011.-
Un escenario parecido al que facilitó el ascenso de Dilma Rousseff al poder ya se había presentado en Uruguay con el triunfo de Pepe Mujica, pues la gestión de gobierno del Frente Amplio, una coalición de partidos progresistas que en 1971 logró colocar bajo una misma sombrilla a socialistas, comunistas y socialcristianos, incluyendo ex guerrilleros, entre los cuales estaba el actual mandatario, acumuló la popularidad necesaria para retener el gobierno.
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Un escenario parecido al que facilitó el ascenso de Dilma Rousseff al poder ya se había presentado en Uruguay con el triunfo de Pepe Mujica, pues la gestión de gobierno del Frente Amplio, una coalición de partidos progresistas que en 1971 logró colocar bajo una misma sombrilla a socialistas, comunistas y socialcristianos, incluyendo ex guerrilleros, entre los cuales estaba el actual mandatario, acumuló la popularidad necesaria para retener el gobierno.
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El Frente Amplio logró colocar al centro de la izquierda a los que se planteaban la destrucción del Estado capitalista para instalar la llamada dictadura del proletariado sin descartar para ello métodos como el foquismo y el anarquismo.
Y así, respetando sin embargo, la identidad e independencia de las organizaciones políticas que lo integraban, fue armando un discurso que sintonizó con las demandas de una población atrapada en la libertad de un mercado que generaba riquezas para unos pocos y pobreza, muchas veces en su expresión más extrema, para las grandes mayorías.
Las fuerzas progresistas concentradas en el Frente ya habían coqueteado con el poder cuando en las elecciones de 1999 obtuvo el triunfo en primera vuelta ante el tradicional Partido Colorado que lo obtuvo en la segunda, pero fue en 2005 que Tabaré Vázquez llevó la concertación a la administración del gobierno con el reto de devolverle a la otrora Suiza de América el esplendor perdido tras la crisis bancaria que sacó de sus puestos de trabajo a miles de ciudadanos y ciudadanas.
Con el Plan de Emergencia Nacional que dio inicio a la gestión de Vázquez para conjurar la crisis encontrada, y que se ancló en las líneas de la equidad, igualdad y justicia social, se definió el cariz de izquierda del nuevo gobierno, y con él, Uruguay comenzó a revertir cifras negativas, pues el desempleo que en 2002 superaba el 17 por ciento, se colocó en 2007 en 7.7, un número verdaderamente impresionante.
El estupendo desempeño de la primera administración del Frente Amplio fue reconocido en un informe del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, al destacar que el país sudamericano alcanzó la tasa de desocupación más baja en toda su historia. Las fuerzas progresistas uruguayas no sólo diseñaron un plan con énfasis en las políticas sociales que arrojaron los números mencionados anteriormente y sacaron de la pobreza a los ciudadanos y ciudadanas que se habían hundido en la miseria que crearon las fuerzas conservadoras bajo el manto de las prédicas de Adam Smith y la invisible mano que nunca aparece, sino que fortalecieron las instituciones y consolidaron la democracia.
Sobre la cresta de estos logros y un Tabaré Vázquez que terminó bordeando el 80 por ciento en la aceptación popular, llegó al poder el ex guerrillero tupamaro José “Pepe” Mujica, bajo la promesa de continuar caminando por la senda que comenzó a trillar el Frente Amplio.
Y así, respetando sin embargo, la identidad e independencia de las organizaciones políticas que lo integraban, fue armando un discurso que sintonizó con las demandas de una población atrapada en la libertad de un mercado que generaba riquezas para unos pocos y pobreza, muchas veces en su expresión más extrema, para las grandes mayorías.
Las fuerzas progresistas concentradas en el Frente ya habían coqueteado con el poder cuando en las elecciones de 1999 obtuvo el triunfo en primera vuelta ante el tradicional Partido Colorado que lo obtuvo en la segunda, pero fue en 2005 que Tabaré Vázquez llevó la concertación a la administración del gobierno con el reto de devolverle a la otrora Suiza de América el esplendor perdido tras la crisis bancaria que sacó de sus puestos de trabajo a miles de ciudadanos y ciudadanas.
Con el Plan de Emergencia Nacional que dio inicio a la gestión de Vázquez para conjurar la crisis encontrada, y que se ancló en las líneas de la equidad, igualdad y justicia social, se definió el cariz de izquierda del nuevo gobierno, y con él, Uruguay comenzó a revertir cifras negativas, pues el desempleo que en 2002 superaba el 17 por ciento, se colocó en 2007 en 7.7, un número verdaderamente impresionante.
El estupendo desempeño de la primera administración del Frente Amplio fue reconocido en un informe del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, al destacar que el país sudamericano alcanzó la tasa de desocupación más baja en toda su historia. Las fuerzas progresistas uruguayas no sólo diseñaron un plan con énfasis en las políticas sociales que arrojaron los números mencionados anteriormente y sacaron de la pobreza a los ciudadanos y ciudadanas que se habían hundido en la miseria que crearon las fuerzas conservadoras bajo el manto de las prédicas de Adam Smith y la invisible mano que nunca aparece, sino que fortalecieron las instituciones y consolidaron la democracia.
Sobre la cresta de estos logros y un Tabaré Vázquez que terminó bordeando el 80 por ciento en la aceptación popular, llegó al poder el ex guerrillero tupamaro José “Pepe” Mujica, bajo la promesa de continuar caminando por la senda que comenzó a trillar el Frente Amplio.
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