Listín Diario 25/02711.-
Hay que decir, para ser justos, que el gobierno de Raúl Alfonsín fue de transición, y por lo tanto, sus prioridades quizá se centraron en las cuestiones de orden político más que económico, pues debió lidiar con los remanentes de la dictadura y la resistencia a que se estableciera un régimen auténticamente democrático que, aún apostando a la reconciliación, no podía negociar el olvido.
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El presidente Alfonsín tenía interés en brindar abrevadero a las madres de la Plaza de Mayo que andaban sedientas de justicia ante los más de 38 mil secuestrados y desaparecidos que fueron sus esposos, novios, hijos o nietos. Los juicios a militares cargaban su agenda, mientras el país era arrastrado por las consecuencias del endeudamiento colectivo que contagió a toda América Latina llevándola al callejón del estancamiento económico, las protestas sociales con pobladas incluidas y la ausencia de respuestas adecuadas que la condujeron hacia la denominada “Década perdida”.
Aclarada la difícil situación política en que gobernó Alfonsín, y definido el pobrísimo rol jugado por su compañero de partido, Fernando De la Rúa, me referiré a las administraciones de los Kirchner, los esposos que aparecieron en medio de la ola progresista que comenzó a bañar a los pueblos latinoamericanos echando manos del modelo que ofrece la democracia representativa, para construir sociedades participativas e incluyentes.
Cuando Néstor asumió la presidencia, el descrédito internacional del país era tan dramático que se encontraba en default, o lo que es lo mismo, suspensión de pago por falta de liquidez. Pero El Pingüino, como le llamaban por ser nativo del extremo sur, reestructuró la deuda y canceló sus compromisos financieros con el FMI; triplicó las exportaciones al llevarlas en 2007 a 55.000 millones de dólares y en 2008 a 72.140, un 25 por ciento más que el año anterior.
La tasa de crecimiento durante el gobierno de los Kirchner es de 8 por ciento promedio anual; el período más largo en los últimos veinte lustros, cuestión que se ha reflejado en la generación de empleos, pues en 2003, año en que asumió Néstor la presidencia, la tasa de desocupación era de 20,4 por ciento, cifra que descendió en 2008 a 7,8. El nuevo cuadro contribuyó a mejorar la distribución del ingreso, ya que la participación de los salarios pasó de 34.6 por ciento a 41.3, lo que significó un incremento en el consumo.
Para la recuperación de la economía ayudó la definición de una política de fomento tributario y crediticio a las PYMES y algunas ramas específicas de la industria. La inversión social ha sido un pilar importante en los últimos gobiernos del justicialismo; y es que el presupuesto en educación, llevado de un 4 por ciento del PIB a un 6, permitió diseñar programas como el de alfabetización que ha enseñado a leer y escribir a 170 mil personas, el de inclusión educativa que permitió el retorno a las aulas de más de 100 mil niños y adolescentes.
Aclarada la difícil situación política en que gobernó Alfonsín, y definido el pobrísimo rol jugado por su compañero de partido, Fernando De la Rúa, me referiré a las administraciones de los Kirchner, los esposos que aparecieron en medio de la ola progresista que comenzó a bañar a los pueblos latinoamericanos echando manos del modelo que ofrece la democracia representativa, para construir sociedades participativas e incluyentes.
Cuando Néstor asumió la presidencia, el descrédito internacional del país era tan dramático que se encontraba en default, o lo que es lo mismo, suspensión de pago por falta de liquidez. Pero El Pingüino, como le llamaban por ser nativo del extremo sur, reestructuró la deuda y canceló sus compromisos financieros con el FMI; triplicó las exportaciones al llevarlas en 2007 a 55.000 millones de dólares y en 2008 a 72.140, un 25 por ciento más que el año anterior.
La tasa de crecimiento durante el gobierno de los Kirchner es de 8 por ciento promedio anual; el período más largo en los últimos veinte lustros, cuestión que se ha reflejado en la generación de empleos, pues en 2003, año en que asumió Néstor la presidencia, la tasa de desocupación era de 20,4 por ciento, cifra que descendió en 2008 a 7,8. El nuevo cuadro contribuyó a mejorar la distribución del ingreso, ya que la participación de los salarios pasó de 34.6 por ciento a 41.3, lo que significó un incremento en el consumo.
Para la recuperación de la economía ayudó la definición de una política de fomento tributario y crediticio a las PYMES y algunas ramas específicas de la industria. La inversión social ha sido un pilar importante en los últimos gobiernos del justicialismo; y es que el presupuesto en educación, llevado de un 4 por ciento del PIB a un 6, permitió diseñar programas como el de alfabetización que ha enseñado a leer y escribir a 170 mil personas, el de inclusión educativa que permitió el retorno a las aulas de más de 100 mil niños y adolescentes.
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