viernes, 12 de marzo de 2010

El honor de morir camino de la paz

Por Ángel Garrido
Alexandria, Virginia, Marzo de 2010.-
Especial para UMBRAL.
En una apartada aldea de Madagascar un cooperante español le muestra a la reportera de TVE y a otra cooperante recién llegada la destreza de cagar en cuclillas en un hoyo cuyo perímetro bien medido no excedería un pie cuadrado. Se trata de voluntarios españoles que conviven en la más espantosa pobreza con los habitantes de una aldea malgache.
Atribúyasele a la bolita del mundo la redondez de naranja que luego de largas y profundas meditaciones y ensayos con el sextante y el astrolabios rudimentarios facilitados por Melquíades le atribuyera en Macondo José Arcadio Buendía. Asúmase cada gajo de la naranja de Buendía como equivalente a un huso horario. Dígase entonces que ocho husos horarios y medio oeste franco, que es lo mismo que decir ocho gajos de la naranja de José Arcadio más el gajito de la Virgen hacia el oeste, el adolescente haitiano François Luckner lava en Camp de Mars en una improvisada tina plástica azul celeste sus más preciadas pertenencias post-sísmicas: tres camisas y un par de calzoncillos.

¡En qué mundo nos ha tocado vivir si pensamos que el presupuesto militar de las seis naciones más poderosas del mundo hace tiempo que se mide en trillones de dólares estadounidenses, y hasta en trillones de euros: si sólo la unidad monetaria fuera europea pero también estadounidense el concepto de trillón! En tanto que la revista Forbes de esta semana nos proporciona los factores de una simple suma para saber que sólo 10 de los hombres más ricos del planeta han amasado una fortuna equivalente a 342 mil millones de dólares, suficientes para sufragar durante un año los gastos del Estado español. Y más estremecedor aún resultaría hojear y ojear a la vez las páginas de la historia universal sólo para comprobar que todo mundo pasado fue peor.

Y peor aún la certidumbre atroz de saber que sufrir mal el mal sería peor mal. Son los preindicados males de este mundo desquiciador e injusto los que condicionan nuestras acciones de cada día. Así viviéramos en mejor mundo, igual conduciría la demasiada justicia a la poca equidad. Y es en busca de la justicia americana que vimos ayer al presidente boliviano Evo Morales jugar con su par chileno Sebastián Piñera un fútbol solidario en favor de los damnificados del terremoto recién pasado. El continente americano espera mucho de sus hombres de Estado, y en ese espíritu fueron ellos convocados por el Grupo de Río a Playa del Carmen el pasado 22 de febrero. En ese hermoso lugar del Caribe mexicano se reunieron 32 presidentes y primeros ministros. Pronto se hizo notoria la vieja disensión entre los presidentes de Colombia y Venezuela.

En nombre del continente que tanto espera de ellos, la casi totalidad de los estadistas presentes mostró su más profunda preocupación al respecto. El propio presidente Chávez contó, en su ameno y circunstanciado diálogo con la prensa, que el presidente cubano Raúl Castro le puso una mano en el hombro y con el vozarrón grave de Miguel Aceves Mejía lo conminó a la cordura.

Al cierre de la cumbre del Grupo de Río, los presidentes Chávez y Uribe tuvieron y usaron la ocasión de referirse a los buenos oficios de los gobernantes amigos. Sabedor el presidente dominicano de no hay tiempo más propicio de la Tierra que la concordia entre los hombres, apartó tiempo y recursos para poner por obra su modesta pero sincera y latinoamericanista gestión en favor de la paz del continente. Fuera por un motivo o por el otro, el gobierno de Venezuela ejerció su derecho a disentir de la gestión nacida en el seno del Grupo de Río.

La lealtad del corazón vale más que 150 salmos. Y regido por una orden del corazón emprendió el presidente Fernández la noble tarea de buscar la paz. El honor de morir, si muriere, camino de la paz enaltece su condición de estadista. Es oportuno resaltar la legitimidad del Grupo de Río para mediar en caso de conflicto entre países de la región.

Fundado en Río de Janeiro el 18 de diciembre de 1986 por Brasil, Argentina, México, Uruguay, Venezuela, Perú, Colombia y Panamá, por lo que también se le conoció de manera oficiosa como el Grupo de los Ocho, hasta su posterior ampliación a lo que es hoy, el Grupo de Río es la continuidad histórica del Grupo de Contadora, nacido éste en 1983 en la isla panameña de ese nombre y promovido entonces por figuras como el Nobel de literatura colombiano Gabriel García Márquez y el finado primer ministro sueco Olof Palmer.

Dentro del espíritu del Grupo de Río se movió siempre el presidente Leonel Fernández, y como todas las virtudes se enraízan en el honor, de forma honorable pudo responderle al de Venezuela el gobierno dominicano: “La presidencia dominicana lamenta cualquier preocupación que haya podido generarse, de manera involuntaria, en el gobierno de la hermana República Bolivariana de Venezuela por la agenda llevada a cabo por el presidente Leonel Fernández”.
Quedan retratados pues los intereses defendidos por el presidente de nuestro país, y cónsonos a toda prueba con la gratitud expresada en diferentes escenarios por el trato privilegiado que junto a otros países del área en Petrocaribe recibimos.

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