Listín Diario 25/03/2011.-
La integración, como herramienta económica de última generación, ha sido útil a los propósitos de desarrollo de los europeos que decidieron caminar juntos para constituirse en un inmenso mercado de 500 millones, lo que le convirtió en la unidad geoeconómica con mayor Producto Interno Bruto del planeta, superando por poco a los Estados Unidos. La unión de los 27, arropados en el manto político de la UE, creó una comunidad que revitalizó el peso político del llamado viejo continente.
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Independientemente del impacto que haya tenido la crisis financiera del 2009 en algunos países de la zona euro, cambiando el desempeño económico que había mostrado la comunidad, los números que se exhibían daban cuenta de lo acertado que resultaba haber iniciado 50 años atrás, un proceso de integración que comenzó por lo económico y que en los acuerdos de Maastricht se enrumbó hacia lo político; pues resulta que según el presidente del Banco Central Europeo, luego de 10 años de creación de esa institución, se generaron en la Unión 16 millones de puestos de trabajo, un millón más que en los Estados Unidos y tres veces más que en igual período antes de su creación.
La izquierda democrática no puede huir del capital ni del mercado; como tampoco puede, o no debe, si quiere trabajar para mejorar las condiciones de vida de las mayorías, despreciar a la burguesía nacional ni a la integración regional, porque son medios y activos que nos brinda la realidad de un mundo abierto y cada vez más competitivo, para alcanzar el desarrollo de nuestros pueblos, siempre y cuando sea protagonista de primer orden en este proceso para no dejarlo en manos de los grandes capitales, comerciantes y especuladores, cuyo interés navega hacia donde vayan las corrientes del dinero fácil.
Por ello, como ha planteado para el caso del proceso de integración centroamericano, el socialcristiano Vinicio Cerezo, ex presidente de Guatemala, “los procesos de integración no pueden ser simples acuerdos comerciales entre empresarios y gobiernos para que los primeros se hagan más ricos”, deben ser pactos que involucren a los pueblos como actores fundamentales que activen para diseñar junto al resto las políticas sociales que garanticen crecimiento con desarrollo.
No hay que andar con la nostalgia a cuestas y aferrarse a los modelos que sucumbieron por no dar respuestas adecuadas a los problemas económicos y sociales de nuestros pueblos. No hay que despreciar todo lo que las diferentes plataformas económicas ofrecieron a la humanidad. Los dogmas no pueden encontrar brecha a la hora de construir espacios para el bienestar colectivo, porque el propósito de la izquierda, no importa la coyuntura histórica en la que le toque accionar, es defender los intereses de las mayorías, procurando siempre la justicia social y económica
La izquierda democrática no puede huir del capital ni del mercado; como tampoco puede, o no debe, si quiere trabajar para mejorar las condiciones de vida de las mayorías, despreciar a la burguesía nacional ni a la integración regional, porque son medios y activos que nos brinda la realidad de un mundo abierto y cada vez más competitivo, para alcanzar el desarrollo de nuestros pueblos, siempre y cuando sea protagonista de primer orden en este proceso para no dejarlo en manos de los grandes capitales, comerciantes y especuladores, cuyo interés navega hacia donde vayan las corrientes del dinero fácil.
Por ello, como ha planteado para el caso del proceso de integración centroamericano, el socialcristiano Vinicio Cerezo, ex presidente de Guatemala, “los procesos de integración no pueden ser simples acuerdos comerciales entre empresarios y gobiernos para que los primeros se hagan más ricos”, deben ser pactos que involucren a los pueblos como actores fundamentales que activen para diseñar junto al resto las políticas sociales que garanticen crecimiento con desarrollo.
No hay que andar con la nostalgia a cuestas y aferrarse a los modelos que sucumbieron por no dar respuestas adecuadas a los problemas económicos y sociales de nuestros pueblos. No hay que despreciar todo lo que las diferentes plataformas económicas ofrecieron a la humanidad. Los dogmas no pueden encontrar brecha a la hora de construir espacios para el bienestar colectivo, porque el propósito de la izquierda, no importa la coyuntura histórica en la que le toque accionar, es defender los intereses de las mayorías, procurando siempre la justicia social y económica
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