jueves, 22 de octubre de 2009

El eslabón hallado

Por *Ángel Garrido
Alexandria, Virginia. Octubre de 2009.
Especial para UMBRAL.-
La madre de Eduardo Haro Tecglen, que tenía legítimo derecho a saberlo porque ella misma era uno de ellos, solía exclamar: “¡Qué tontos son los hombres de talento!” Llegó a contarlo en su leída columna Visto y oído su amantísimo hijo El niño rojo.

Hamlet Hermann no es más ni menos tonto que los demás hombres de talento. Jotajota, como le llama entre amigos el maestro Eduardo Galeano, había llegado a Washington como panelista invitado por Howard University, y tirado del cabestro por una mujer apuesta y lúcida: “Ve despacio”, le advertía Luis Scheker, guardián venerable del bienestar de todos sus amigos.
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Ya regresaría Hamlet más tarde a Washington, de nuevo junto a Alicia, pero aquella vez con la cabeza cubierta por un sombrero de fieltro de cuya talla perfecta había cuidado de su propia mano Alicia para que fuera un octavo más pequeña que la talla de Hamlet en el Reino Unido: “¿Científico, cómo me veo?”

--Bien, Alférez. Lo único que no me gusta del sombrero es que con él puesto te pareces demasiado a Indiana Jones.

Hamlet volvería luego sin Alicia, y dispuesto a remover cielo y tierra en una búsqueda tenaz por dar con los fragmentos dispersos del eslabón perdido justo al final de la guerra patria de abril de 1965: “Déjame frente a Los Archivos Nacionales”, me pedía pletórico de entusiasmo cada mañana. Al recogerlo al atardecer, rezumaba albricias y serendipias que lo habían conducido en el autobús de cercanías de los propios Archivos Nacionales hasta los depósitos en Maryland de la misma institución: “Me encontré con una señora encantadora que me ayudó muchísimo. Di con documentos secretos sobre Juan Bosch que nadie ha leído en nuestro país”. Por discreción, por delicadeza, y por respeto a su entrañable búsqueda de todo el día, nunca pedí acceso a tales primicias. Las prefiero elaboradas conforme al buen juicio del propio investigador.

Pocos años más tarde la gentileza de Hamlet, sumada a la de Christina Malmberg, podría en nuestras manos el ejemplar recién impreso de su último libro Eslabón perdido, así como el ejemplar que le enviaba Hamlet a los embajadores Roberto y Bertha Saladín. Antes me había hecho llegar un correo electrónico con una advertencia irrevocable: “Se aceptan críticas. No se aceptan elogios”.

Como crítica o como elogio invertido, llamo la atención del autor hacia la nota al calce número 21 en la cual se refiere al “conservador Juan Bosch”. ¿Qué era ser un conservador dominicano en abril de 1965? ¿Habría catapultado hacia la cima inmarcesible que desde entonces ocupa en nuestra historia la figura egregia del coronel Caamaño la defensa heroica del “conservadurismo” de Bosch? ¿Se habría hecho el pueblo a la calle en defensa de ese gobierno conservador?

Unos tres lustros después de los hechos que aquí se aluden, la vida le brindaría al distinguido héroe nacional y amigo Hamlet Hermann la oportunidad de servirle de nuevo a la patria al lado del conservador de la nota al calce número 21 de su importante libro Eslabón perdido.

Con razón me ha socaliñado Hamlet un día que por haber viajado él al lado de Juan Bosch al extranjero más veces que yo, conocía él mejor la intimidad del maestro insigne. Se lo creí en el acto. Se lo creo hoy de nuevo. Y si no creyera yo en la unicidad de la gloria humana, también lo envidiaría. Pero la gloria de mi amigo Hamlet me llena tanto como la mía propia, si un día alcanzara yo alguna.

Ramón Baldorioty de Castro había alcanzado su máxima gloria patria en defensa de la autonomía de Puerto Rico con respecto a España. José Martí lo sabía autonomista. Y sabemos que cuando hablamos de José Martí hablamos del pensador independentista de más alto vuelo intelectual en América. Juan Bosch reparaba además en la hiperestesia de Martí por las artes porque fue capaz de escribir: "Quiero a la sombra de un ala contar este cuento en flor/ la niña de Guatemala/ la que se murió de amor". Y en una conferencia magistral sobre Máximo Gómez dictada en un cine de Santo Domingo, cuando hubo de referirse a José Martí, Juan Bosch lo hizo en estos términos: “Si no hubiera sido porque la humanidad había durado hasta entonces miles de años, y estaba destinada a durar otros tantos, no tendría explicación el hecho de que la Tierra no hubiera saltado en pedazos cuando cayó herido de muerte José Martí, porque en Dos Ríos no cayó un hombre, cayó un lucero”.

Cuando el independentista José Martí hubo de referirse al autonomista Ramón Baldorioty de Castro lo hizo con estas palabras: "Nunca fue tan lejos la libertad en Puerto Rico, que Baldorioty de Castro no fuera más lejos aún". Cuando el propio Bosch hubo de referirse al educador magnifico, al ilustre pensador, pero sobre todo al filósofo Eugenio María de Hostos, lo hizo con estas oraciones: "No soy el idealista que salió de sus manos, pero no tengo dudas de que si él viviera estaríamos en las mismas filas. Naturalmente, él como jefe y yo como soldado". ¡Qué manera de valorar el sacrificio del prójimo tienen los grandes!

¡Qué generosos son los grandes cuando juzgan a sus pariguales! Sería porque el poeta irlandés William Butler Yeats ya ha prevenido al mundo: "Si alguien te preguntara alguna vez cuál ha sido tu mayor gloria, dile que ha sido tener un amigo que tal cosa preguntara".

Preguntado alguien sobre la mayor gloria de los constitucionalistas de abril de 1965, y de manera especial del héroe nacional bravo y grande que la lucha popular armada encabezara, que no vacile en decir que tanta gloria se enraizó en el gobierno constitucional que había antecedido al gobierno de facto recién derribado por el pueblo en armas en las calles y plazas de la heroica Santo Domingo.

Todos los niños del mundo que habitan una ciudad de la edad moderna se han encontrado alguna vez una moneda: “Me jallé un chele”, solíamos gritar. Y a poco se oía didáctica y semántica la voz de mi padre: “¿Lo buscabas? Si no, te lo has encontrado. Se halla lo que se busca”. Mi amigo Hamlet se halló un eslabón perdido, porque lo ha buscado con ahínco. Hacemos votos porque pronto halle la cadena a la cual pertenece dicho eslabón.
*Novelista, Premio Nacional.


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