lunes, 5 de octubre de 2009

El tigueraje(*) de Lula en Copenhague

Por Ángel Garrido
Especial para UMBRAL.- Octubre de 2009. Al término de la pasada cumbre del G-20 en Pittsburgh, Pensilvania, la primera dama estadounidense le había abierto con gracia olímpica ambos brazos a su par brasileña: "Ahora te abrazaré y en Copenhague te atacaré", le espetó sin ambages.

Doña Marisa Leticia, acostumbrada como ha de estar ella sin duda al repentismo certero de su ilustre marido, devolvió con igual gracejo la pelota hacia la cancha de doña Michelle: "Lo mismo te digo".
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Horas después en Copenaghe la lucha por la capitalidad olímpica del año 2016 había de ser tan fiera y enconada que muchos lectores de poesía del continente evocamos a Manuel José Othón al contemplar con dolorida tristeza desde lejos la inexorabilidad y hosquedad de la llanura que hacía flotar en el ambiente tal pavura como si fuera un campo de batalla. El sentimiento olímpico, sin embargo, retrotraería la decisión final de la Grecia de los atletas a la Grecia de los sabios. Medió desde luego para que tal cosa sucediera el tigueraje bueno de Luiz Inacio Lula da Silva.

La candidatura nipona se había caído muy pronto. Pero todavía algo hedía en Dinamarca. España, con su propia capitalidad permanente en el umbral del Cielo, había desplazado hasta Copenhague su artillería más pesada: la Corona, la jefatura del Gobierno, la alcaldía capitalina, la presidencia autonómica. Estados Unidos, en un gesto sin precedente histórico, había desplazado hasta la capital danesa además de a su grácil e inteligente primera dama a su flamante jefe de Estado. Se decía que para que el llamado mundo libre estuviera representado por su propio líder. Alguien había despolvado del cajón de sastre de la guerra fría un cliché que pareció darle pábulo al olimpismo para reflexionar que si había un mundo libre, había también un mundo esclavo; y que por definición nadie podía ser esclavo de sí mismo. Parecería entonces que desde el punto de vista olímpico, el mundo más respetado resultó ser el mundo esclavizado.

Pero las cosas no suelen ser tan simples. Además, y por fortuna, el olimpismo se rige por sus propias reglas. El presidente Da Silva había llegado a la reunión de Copenhague con el colesterol bueno en niveles óptimos. Más de medio continente y cuatrocientos y bastantes millones de habitantes después de la fundación del COI, Latinoamérica nunca había sido elegida sede de olimpíadas algunas. Chicago y Madrid eran sin duda dos posibilidades estupendas, pero el tigueraje bueno del presidente Luiz Inacio da Silva le señaló al movimiento olímpico internacional un camino inobjetable. Obama y Zapatero son dos presidentes elocuentes y dignos de buenos podios. Pero Lula, no menos elocuente y también digno en igual medida de buenos podios, entendió que no bastaban las ventajas de una ciudad candidata al margen de las buenas razones.

Madrid ofertaba la apreciable realidad de haber inaugurado ya el 75 por ciento de la infraestructura necesaria para celebrar las olimpíadas. Chicago, su proverbial capacidad para construir puentes y edificios sin necesidad de que se persigne un gato. Río de Janeiro, es cierto, ofertó más de 13 mil millones de dólares estadounidenses para construir las imprescindibles estructuras olímpicas; pero además de por eso ganó sin duda porque el tigueraje bueno del presidente Da Silva le sirvió en bandeja de plata al Comité Olímpico Internacional la oportunidad de ser justo. La clase fue impartida. El precedente ha sido sentado. El mundo esclavizado puede todavía anotarse victorias parciales, si sabe librar sus batallas en el terreno del honor y la justicia. En el terreno de las armas y la riqueza económica, las ganará todavía el mundo libre.


(*) Transposición del habla popular dominicana que convierte en tiguere lo que de otro modo sería tigre. Y en tiguereje lo que sería tigrismo, si existiera. Más que un guiño fonético y morfológico al habla popular, hoy constituye un concepto sociológico sin el cual sería imposible analizar con justeza nuestro tejido social. El tigueraje dominicano, como el colesterol sanguíneo, puede ser bueno o malo, según los efectos que de él se obtengan. El tigueraje bueno lo descubrí hace menos de dos años ante la insistencia de dos amigos comunes, cada uno de ellos por separado, en identificar ante mí el fenotipo femenino preferido de un tercer amigo ausente: "¿Cómo es posible que tanto Víctor como tú identifiquen tan a menudo sobre la acera al tipo de mujer que prefiere Gedeón", le reclamé aquella vez a Ramón, quien al verse acorralado me descifró el enigma en el curso de una sola oración: "No seas pendejo, Angel ¿tú no te das cuenta de que ése es el tigueraje de Víctor para examinar bien a la chica que pasa?" El tigueraje bueno era común a ambos amigos en detrimento del tercer amigo ausente; y esta vez y sin que vaya en detrimento de nadie, también lo es al presidente de Brasil.

El autor es premio nacional de novela

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