Listín Diario 17/09/2010.-
Grupos descompuestos o en descomposición no se detienen, en su prisa por lo mercurial, a valorar los apagados flujos de luz que buscan resquicio para iluminar, para poner claridad en los espacios por donde los caminos se retuercen sin encontrar horizontes y se ahogan en la oscuridad que trae el pragmatismo que va dejando en el olvido las semillas que, para sembrar utopías, repartió Juan Bosch.
Grupos descompuestos o en descomposición no se detienen, en su prisa por lo mercurial, a valorar los apagados flujos de luz que buscan resquicio para iluminar, para poner claridad en los espacios por donde los caminos se retuercen sin encontrar horizontes y se ahogan en la oscuridad que trae el pragmatismo que va dejando en el olvido las semillas que, para sembrar utopías, repartió Juan Bosch.
Mañana quizá, cuando lo podrido de la organización esparza su fetidez de muerte, y amenace con sepultar lo levantado por sus manos y otras manos aplastadas e ignoradas, no será más instrumento de cuerda, sino un tambor que sacuda, que convoque a las demás luces para cegar con destellos la noche que quiere ser reina, para imperar sin estrellas haciendo estallar incluso, a la amarilla desde adentro, para dejar liquidado el proyecto de su maestro.
Su hígado no era importante para muchos, aunque éste fuera un órgano indispensable para que desde su cabeza diurna siguieran floreciendo ideas. Y es que Lisboa, tan cerca, se le puso lejos. Tal vez un corazón dañado, con “definido” sentido de lo material, era más urgente, más provechoso para el proyecto nuevo, clave para empujar esfuerzos por la nueva senda. ¡Qué coño se compra con un rollo de pensamientos cargados de sueños!
Mientras recorríamos el mundo bañándonos de utopías, vi como su hígado consumía su cuerpo, vi como se entregaba a la muerte sin ceder en su desprecio por lo injusto; vi como se resignaba a dejarnos para siempre pidiéndonos que no nos resignáramos a la derrota, “que a pesar de todo se debía seguir avanzando” para enderezar lo socialmente retorcido, para tomar el Partidos por los cuernos y reparar su brújula.
Era prudente y terco, sectario y tolerante. Y hasta horas antes de su deceso mantenía su talante: consciente de lo dañado que estaba su cuerpo, consciente de lo dañada que sentía otras cosas, mantuvo su mirada hacia la muerte con el puño en alto, como si entregara su antorcha, como si convocara al Partido a los Esfuerzos Concentrados para el reencuentro con sus principios, sin perder de vista el salto dialéctico que nos coloque a la altura del momento histórico que arropa al país y al mundo, porque él era una hechura de Bosch.
Era prudente y terco, sectario y tolerante. Y hasta horas antes de su deceso mantenía su talante: consciente de lo dañado que estaba su cuerpo, consciente de lo dañada que sentía otras cosas, mantuvo su mirada hacia la muerte con el puño en alto, como si entregara su antorcha, como si convocara al Partido a los Esfuerzos Concentrados para el reencuentro con sus principios, sin perder de vista el salto dialéctico que nos coloque a la altura del momento histórico que arropa al país y al mundo, porque él era una hechura de Bosch.
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